Domingo, 16 de septiembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINION
La movilización del jueves. Expectativas previas, despliegue, consecuencias inmediatas y posibles. Entusiasmo y demasías opositoras. Desafíos para el Gobierno. Revival de Blumberg y “del campo”. Gestos de barbarie, silencios penosos. Y algo sobre un futuro abierto.
Por Mario Wainfeld
Juan Carlos Blumberg en 2004, las patronales agropecuarias en 2008, ahora los neocaceroleros... para el kirchnerismo es un clásico que sus adversarios irrumpan en la calle o en las rutas en el primer año de sus mandatos. Hay recurrencias dignas de atención: siempre le toca en momentos de auge, con la oposición política diezmada. Siempre sorprende y excita a las tribunas de doctrina tanto como a los palcos VIP. Sin embargo, la historia no se repite como un calco, entre otros motivos porque las circunstancias cambian y los participantes tienen memoria. Nada garantiza que no cometan errores similares a los del pasado (la condición humana es demasiado falible para eso), pero la dialéctica de la historia jamás calca un escenario años después.
La movilización del jueves movilizó mucho menos “gente” que el falso ingeniero cuando irrumpió, pero superó las expectativas de propios y extraños. Mejoró la autoestima de la oposición, les infundió mística a los participantes, sentó las bases para otra movida. Los que estuvieron el jueves están motivados para repetir la jugada, hay condiciones para que amplíen su convocatoria. El éxito relativo atrae, la idea de que la asistencia es un grupo focalizado y estático peca de lineal.
El entusiasmo del abanico que cuestiona al Gobierno es mucho y desmedido. Un aroma de “primavera árabe” impregna, demasiado pronto, el ambiente. Entre las demasías que se dicen y escriben hay quien da por sentado que el Gobierno perdió votos. Cero institucionalidad en esa mirada. Los votos se emiten y computan cuando corresponde, no en encuestas (muchas, de consultoras que hicieron sapo un año atrás) o en mediciones subjetivas de la sensación térmica.
Hay quien fantasea con una bisagra en la historia, para corroborarlo hay que dejar discurrir los hechos. El conflicto de las retenciones móviles “bisagreó” de modo complejo, paulatino, cambiante. Aparejó derrotas políticas del oficialismo en el Congreso y en las elecciones de medio término. Pero, también y con el andar del calendario, congregó adhesiones militantes y juveniles impensadas al kirchnerismo. Y lo incitó a las mejores decisiones institucionales del primer gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Cuando el ex presidente Néstor Kirchner decía que “se había parido el gobierno de Cristina” podía sonar descolgado o voluntarista. Así fue, sin embargo. Claro que para eso, el oficialismo debió internalizar las derrotas parciales, repensar errores, adoptar decisiones fundantes que no estaban en su menú.
Nada definitivo ocurrió ahora, el Gobierno conserva la legitimidad que le confirió el pueblo y las bancas legislativas que le permiten concretarla. Su contrato electoral está intacto, es poco serio suponer que reforme (o que debería reformar) su rumbo general. Pero todo gobierno inteligente y atento a su conservación debe atender a la calle, pulsar lo que pasa, entender que la foto es una secuencia de una película cuyo argumento no está escrito. Y sobre todo (como también les cabe a sus antagonistas) reparar en los que no participaron en la movilización, que no son un bloque rígido, preconstituido, afincado en el 54 por ciento o en el 46 por ciento.
- - -
Número y condición: El número de participantes de la movilización es difícil de ponderar, entre otras causas por un logro que fue su extensión territorial. Decenas de miles de personas, esparcidas en varios distritos, seguramente. La Capital fue el epicentro, pero en muchas ciudades de provincias “hubo más personas que hace mucho tiempo” según refieren dirigentes del propio oficialismo, que conocen al dedillo sus respectivos territorios. Las respuestas prudentes y respetuosas de gobernadores e intendentes K son ilustrativas: algo pasó, es disfuncional negarlo o subestimarlo.
No hay comparación cuantitativa con las muchedumbres de 2004 o 2008, pero desde esa última vez jamás los opositores redondearon actos de este porte.
Volvieron, entonces. ¿Quiénes volvieron? Para la Vulgata mediática la clase alta directamente no existe. El exuberante parque automotor que se estacionó cerca de Olivos o en torno de Callao y Santa Fe sugiere que esa mirada es estrecha y desviada. Clases medias altas y altas, pues, conformaron el target principal. Sin un liderazgo personal o corporativo como en los sucesos anteriores ya referidos. Y con pliegos de peticiones mucho menos precisos. El cronista, que es avaro en profecías, no sabe anticipar si eso lubricará u obstaculizará el de- sarrollo posterior. La ambigüedad no siempre resta o ahuyenta, al menos en el corto plazo.
- - -
La previa, lo que hubo y una alarma: La jornada fue democrática en sustancia, sin desbordes violentos dignos de mención. Las puteadas forman parte del folklore. Pero hay una grave salvedad que debe hacerse respecto del fasto y sobre todo de sus repercusiones. Hablamos del salvajismo de algunas consignas y carteles, que claman por la muerte de la Presidenta, transgrediendo la amplitud de la divergencia. Los que pidieron (entre otras variantes) “andá con Néstor/la puta que te parió” atravesaron un límite político y hasta uno de valores humanos. Es de lamentar que entre tantos glosadores que sumaron La Nación y Clarín, varios con sobradas credenciales democráticas, no haya habido uno que haya deplorado esa barbarie. Dos líneas hubieran bastado, para despegarse del odio, rancio y gorila. De nuevo: es prematuro decir que ese odio visceral sea el huevo de la serpiente. Curarse en salud es aconsejable: demarcar límites, aun en medio de la algazara republicana. Lástima que nadie tuvo un gestito, que los moderados callen ante los energúmenos, los apañen. Lástima y algo de preocupación de cara al futuro.
Mala praxis política fue cuando gentes de mejores modales y mayores saberes se convirtieron en claque del troglodita “Melli” De Angeli. Les fue fatal a la larga, quién le dice ahuyentaron ciudadanos críticos, pero no dispuestos a la diatriba o al salvajismo. Una parte de lo que se oyó y dejó ver el jueves fue mucho peor.
- - -
Variaciones: Cuando emergió Blumberg, el Gobierno le reconoció legitimidad, negoció con él, le hizo concesiones (algunas inaceptables a criterio de este cronista). La táctica fue no confrontar, envolver al adversario, ganar terreno en otros espacios. En promedio, resultó: Blumberg se desinfló, durante el mandato de Kirchner su fuerza creció sin bajones, su potencial electoral fue in crescendo.
La protesta campestre se transformó en una bola de nieve, devenir facilitado por errores del oficialismo que “juntó a todos” en la protesta, lució soberbio e intransigente. Se pagó caro en las elecciones de medio término, se remontó luego. El primer mandato de la presidenta Cristina fue, entonces, más zigzagueante que el de Néstor y su remontada más inesperada y espectacular.
Ante un nuevo desafío, el Gobierno debe repensarse. Sus medidas fundantes (Ley de Medios, YPF, Carta Orgánica del Banco Central, restricciones a la venta de divisas, por mencionar algunas) tienen adversarios y damnificados. Están en el inventario, son inevitables y, hasta un punto, deseables. Eso no equivale a convalidar todo lo que se haya hecho en otros terrenos, ni el modo en que se gestionaron esas medidas.
Viejos aliados devinieron adversarios, quizá sea inevitable. Pero en ese ríspido terreno es pertinente mirar si en algún caso no se ha tirado al niño con el agua. O se ha propagado el daño a terceros cuya amistad o relativa neutralidad había que preservar.
- - -
La re-re: En el estadio actual mantener candente el debate de la re- relección presidencial conviene a muchos jugadores, aunque tal vez le sea más funcional a la oposición.
Disponer de dos variantes (la reforma constitucional o “la Dilma de Cristina”) le sirve a la Presidenta para frenar internas propias y sosegar ambiciones en Palacio. También les sirve a militantes fieles para avivar el fueguito, motivar a la tropa. Y a obsecuentes para desplegar sus artes en Palacio.
Pero la ambivalencia propia del momento actual constriñe el obrar oficialista. Amagar, insinuar, ese es el juego.
Para la oposición, la re-re es un infrecuente factor de unidad. Una bandera que unifica como pocas. Le abre la perspectiva de “ganar perdiendo” los comicios del año próximo. Así sería si tiene un desempeño mediocre, pero el oficialismo no consigue los dos tercios en ambas Cámaras. El cuadro para el kirchnerismo es bien arduo, porque aunque dispone de buenas chances para superar su pobre cosecha de 2009 en Diputados, en el Senado “compite” contra el buen momento de 2007. Además se renueva sólo un tercio de la Cámara y hay al menos dos distritos en los que lo más factible es que pierda bancas: en Capital, donde es minoría pero ahora cuenta con dos senadores (Daniel Filmus y Samuel Cabanchik). Y en Tierra del Fuego donde, a la hora de la hora, lo apoyan los tres senadores.
Así las cosas, la excitación de la re-re es un filón coyuntural para “la opo”. Y un buen acicate para la bronca de los caceroleros que los medios dominantes pueden regular a su guisa. He ahí un dato de etapa, difícil de remover en cualquier sentido.
- - -
Cuadro de situación: Los principales dirigentes de oposición, aquellos que cuentan con votos propios, reaccionan cautos. Parte de los reproches de los manifestantes recaen sobre ellos. Su reclamo replica el de las corporaciones agropecuarias o mediáticas antaño: “únanse, gánenle”. Los políticos saben que la unidad es tarea peliaguda, supone encolumnarse o dirimir supremacías. No es sencillo en momentos de vacas flacas y flojos liderazgos.
Los medios dominantes tienen resuelto quién es el eje de la unidad: el jefe de Gobierno Mauricio Macri. El gobernador José Manuel de la Sota hace de muletto.
El archipiélago opositor, incluyendo los poderes fácticos, coquetea con un equívoco remanido. Es creerse que un conjunto social acotado, circunscripto social y políticamente, irreductiblemente anti-K es “la sociedad”.
En espejo, el oficialismo puede encandilarse con la idea de que la protesta quedó encapsulada, que no puede propagarse. Sin embargo, las posibilidades existen. Por ejemplo, la existencia de reclamos sobre inseguridad (demanda policlasista y extendida) puede suscitar confluencias o acercamientos.
También sería un error engolosinarse con la confrontación. Retrucar a los actos del adversario con movilizaciones propias –cree este escriba– es una variante posible de ese desliz. Por lo que se conoce, no está en los propósitos oficiales, de momento.
El terreno más propicio para el Gobierno es el que fija su primacía: la gestión pública. La fijación de esa agenda, que domina. Esa es la clave para la conservación de la mayoría que supo acumular, patrimonio que no es estático. Funciona en permanente tensión, lo que fuerza la construcción cotidiana de hegemonía, en la que son tan determinantes los millones de argentinos no encuadrados como aquellos que han fijado sus preferencias, de un lado o de otro.
La historia continuará, el juego no es de suma cero, la fuerza de cada contrincante dependerá de su destreza tanto como de lo que el otro haga o deje de hacer.
[email protected]© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.