EL PAíS
La batalla es con los bonistas
Por Claudio Zlotnik
Con más del 30 por ciento de los acreedores defolteados que dieron el sí a la renegociación, que constituye el tramo local, el Gobierno se prepara para la madre de todas las batallas para salir del default: conquistar la voluntad de los tenedores extranjeros de bonos. En Economía están convencidos de que los grandes bancos internacionales y los más importantes fondos institucionales del mundo aceptarán el convite. La caída de la tasa de interés de largo plazo de Estados Unidos ha sido la llave que despejó el camino. Esa “bendición” le agregó de 8 a 10 centavos a la oferta argentina, hasta ubicarla cerca de 30 centavos por cada 100. El principal desafío, entonces, se encontrará, según admiten los más estrechos colaboradores de Roberto Lavagna, en convencer a los inversores minoristas de Italia, Alemania y Japón. Aquí la carta que intentarán jugar es que los gobiernos de esos países aflojen en su presión. Por demás, en la Secretaría de Finanzas aseguran que un 20 por ciento del total es una causa perdida en este canje, puesto que ese porcentaje está en poder de fondos buitres que, por vía judicial o apostando a negociaciones posteriores, esperan cobrar más.
Cerrado el acuerdo con las AFJP, el Gobierno se dispone a cruzar la frontera. De acuerdo al calendario oficial, esta semana, o a más tardar la próxima, el Ministerio de Economía presentará ante la Comisión de Valores de los Estados Unidos las condiciones financieras de los nuevos bonos de la deuda. Son los que se intercambiarán con aquellos que se encuentran en default desde hace casi tres años. Se pondrá así en marcha una colosal maquinaria que involucrará a grandes fondos de inversión internacionales y a pequeños ahorristas de Europa y Japón. Será un proceso difícil que no estará exento de peleas, presiones y demandas judiciales. Para los acreedores es la última oportunidad de arrancarle mayores promesas de pago a la Argentina. Para el Gobierno, los próximos meses cerrarán un ciclo histórico. Y su definición sentará las bases del desarrollo económico futuro.
La expectativa del Gobierno es que la reestructuración de la deuda termine dentro de tres meses. Hasta ahora se consiguió que las AFJP, poseedoras del 17 por ciento de los títulos en cesación de pagos, acepten el canje. Detrás de ellas podrían suscribirlo otros inversores institucionales, como las compañías de seguros, y también los pequeños inversores. Según las estimaciones oficiales, los argentinos retienen el 38 por ciento de los bonos en default.
Una vez que se presenten los papeles ante la SEC, que es el organismo de control del mercado de capitales estadounidense, la aprobación demoraría entre siete y diez días. Y recién entonces funcionarios del Palacio de Hacienda encabezados por el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, darán comienzo a una gira por distintas ciudades del mundo para presentar oficialmente la propuesta.
Ya se sabe que la comitiva irá a Nueva York y Londres: habrá bonos emitidos bajo jurisdicción estadounidense e inglesa. En cambio, aún no está definido si los funcionarios visitarán Alemania, Italia y Japón, que son los mercados donde se concentra la mayor cantidad de pequeños inversores. En Economía evalúan los costos que sufriría la estrategia si choca con la férrea y ruidosa oposición de los bonistas de esas latitudes. No hay que olvidar que las oficinas centrales del “enemigo público” número uno del Gobierno, Nicola Stock, se encuentran en Roma.
Precisamente, los bonistas italianos aparecen como los más numerosos después de los argentinos. Tienen nada menos que el 16 por ciento del total de la deuda irregular. Y como el euro se revaluó frente al dólar, incrementaron su tenencia a 17.000 millones de dólares. Roberto Lavagna sabe que buena parte del éxito de la operación depende de los italianos. Aunque algunos de sus allegados afirman que esa situación no necesariamente dañaría al ministro, ya que tendría un argumento válidopara explicarle al Fondo Monetario la razón por la que no se alcanza el porcentaje reclamado por el organismo.
Esta parte final de las negociaciones promete ser agotadora. Están previstas 152 asambleas de bonistas. Cada una de ellas representa a las distintas series de títulos emitidos, lo que da una idea del festival de la deuda de la década pasada. Aunque puede ser que algunas no se realicen porque el Gobierno, por un lado, y fondos buitres, por el otro, se disputaron en los mercados series enteras. El Gobierno para pagar menos y los fondos para litigar judicialmente y cobrar todo, sin ninguna quita.
Encontrar a los pequeños inversores no será tarea fácil. Más allá de los que encontraron cobijo en los grandes estudios, como el que capitanea Stock, lo cierto es que Economía saldrá a buscar a los más chicos. Para ello, podría pedirles ayuda a compañías especializadas en identificar a inversores individuales para asesorarlos. En vista de la proximidad del canje, en Wall Street, esta clase de estudios proliferaron durante los últimos meses.
La posibilidad de que la operación no sea aprobada ni en Italia ni en Japón ni en Alemania le agrega incertidumbre al resultado final. A diferencia de Estados Unidos, en donde la deuda por 26.700 millones de dólares se encuentra repartida entre inversores institucionales, en Europa prevalecen los pequeños ahorristas. En Italia hay 340 mil y otros 30 mil en Japón. En Economía aguardan una gestión de último momento del Tesoro de los Estados Unidos o un guiño del propio Fondo para que esos bonistas se plieguen al canje. Cerca de la oficina del ministro no descartan que en algún momento se reflote la idea de que los gobiernos europeos subsidien a sus ciudadanos, teniendo en cuenta que fueron mal aconsejados por bancos internacionales al momento de adquirir activos de un país que, en 2001, ya estaba en terapia intensiva.
Desde el lado de los inversores, en cambio, se aguarda una mejora de último minuto en la propuesta de la administración Kirchner. Al respecto, en las últimas horas hubo una versión que recorrió los bancos de Wall Street: que si bien Economía distribuirá los nuevos bonos a comienzos de 2005, le pondría como fecha de emisión diciembre de 2003. Como los nuevos instrumentos pagan intereses cada seis meses, los acreedores podrían cobrar dos cuotas “atrasadas” en efectivo. En la práctica, ese maquillaje financiero significaría una mejora a la oferta original.
La atención del Ejecutivo también se centra en la estrategia que plantearán los fondos buitres. Ese es otro de los frentes abiertos. En el Palacio de Hacienda se preparan para afrontar cualquier adversidad. Y toman como ejemplo lo ocurrido con el “Bono Aconcagua” de Mendoza, cuya reformulación fue suspendida por un juez de Nueva York a pedido de un fondo de inversión que rechazó la propuesta. Algunos asesores del ministro esperan que los intentos de bloqueo aparezcan no bien la Argentina dé a conocer los detalles de los nuevos bonos.
La Argentina saldrá a convencer a los bonistas extranjeros en las próximas horas. Cuenta con el espaldarazo que acaba de recibir de las AFJP, de las cuales en su mayoría son dueños los bancos internacionales. La partida va a comenzar bajo la observación atenta del Fondo Monetario y del Grupo de los Siete países más poderosos. Si todo marcha según lo previsto, el resultado final se conocerá en las primeras jornadas de 2005.