Domingo, 10 de septiembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › LA HISTORIA DE LA REMOCION DEL EMBAJADOR ESPAÑOL EN BUENOS AIRES
A la tensa relación de Kirchner y el embajador Angulo Barturén –adelantada por Página/12– se sumó lo ocurrido a fines de mayo en la delegación ibérica en Buenos Aires: al agasajo por el Día del Ejército se lo convidó a monseñor Baseotto. El gobierno argentino pidió la remoción de Angulo, lo que fue aceptado. En poco tiempo el diplomático se va, tras sólo dos años de gestión.
Por Sergio Moreno
Un episodio ocurrido en la sede de la embajada del Reino de España en Buenos Aires, a fines de mayo, fue el punto de ebullición tras el cual el gobierno argentino solicitó a su par español la remoción del jefe de la delegación, el socialista Carmelo Angulo Barturén, dos años antes de que éste finalice su mandato, tal como suele ser la usanza en las relaciones internacionales. A la tensa relación que supieron construir Angulo y el presidente Néstor Kirchner (adelantada ya en diciembre del año pasado en esta columna), acaso por la inercia burocrática propia de los correos de las embajadas, Angulo cometió la equivocación de invitar al obispo castrense Antonio Baseotto a un encuentro en la embajada por el Día del Ejército, al cual también convidó a la ministra de Defensa, Nilda Garré, quien no fue advertida de la presencia del curasaurio. El encontronazo ocurrió antes del último viaje de Kirchner a España, entre el 20 y el 24 de junio de este año. La solicitud argentina de remoción del embajador fue mantenida en reserva hasta ahora. La decisión de desplazar a Angulo ya fue tomada por la cancillería española, y actualmente se busca su reemplazo para la legación en Buenos Aires.
Un mes atrás, Página/12 dio cuenta del episodio, sin nombrar de qué país era la legación a la cual se había invitado a Baseotto ni quién su representante. En la embajada española prefirieron no emitir declaración oficial alguna. Fuentes del gobierno ibérico, consultadas por este diario, recordaron que Angulo siempre contó con el respaldo de la administración central para realizar su trabajo, por el cual es muy respetado, y seguramente continuará en otro destino. “Lo que nos importa es la relación entre los Estados, que es magnífica y ha mejorado muchísimo. El país ha cambiado enormemente para bien en los últimos cinco años y acaso se haya producido algo de desgaste respecto de la tarea del embajador. Pero ha estado seis años en la Argentina, cuatro en el PNUD y dos en la embajada, y siempre ha sido un defensor a rajatabla de la Argentina, aun cuando era difícil hablar bien del país. Carmelo no está regresando castigado”, ensayó la fuente consultada por Página/12.
En cuanto al episodio Baseotto, el integrante del gobierno español tributó a la teoría de la burocracia interna. “¿A quién se le puede ocurrir que Angulo o el gobierno de (José Luis) Rodríguez Zapatero tenga algún punto de coincidencia con un personaje como Baseotto, o con sus ideas?”, se preguntó retóricamente. “Ahí se ha cometido un error burocrático, complejo, pero error al fin”, continuó.
Antiguas sordinas
En la nota “Aceite en los goznes”, publicada en Página/12 el domingo 11 de diciembre de 2005, se reveló la tensión que se había instalado entre Kirchner y Angulo. El argentino, poco afecto a las contemplaciones cuando considera que alguien lo critica injustamente, veía en el embajador a un tribuno que, según su paladar, se extralimitada en sus críticas y no medía ante quiénes las hacía.
Angulo, desde su trabajo en el PNUD, conformó el paraguas político para construir la Mesa del Diálogo con la Iglesia en las aciagas jornadas de comienzos del 2002, al comienzo del gobierno de Eduardo Duhalde, cuando reinaba la anomia y la incertidumbre en el país. “A partir de entonces (el diplomático), se creyó con autoridad suficiente para interesarse públicamente por todos los problemas de la Argentina y por cómo debían ser resueltos, según sus propios criterios. Buen embajador de carrera, socialista, con 30 años de experiencia, culto y defensor de los intereses de las empresas de su país, comenzó a chocar con parte del funcionariado kirchnerista, incluso con el Presidente. Muy verborrágico, muy hablador con empresarios y periodistas, Angulo devino, a los ojos del Gobierno, un lobbista cuasi opositor.” La descripción fue elaborada ante este diario por un alto integrante del gabinete argentino que conoce largamente a Angulo.
Sus labores predisponían mal a Kirchner. Ya en diciembre de 2005 el Presidente argentino estuvo a un tris de solicitar su remoción a Rodríguez Zapatero. Fueron el jefe de gabinete argentino, Alberto Fernández, y el embajador argentino en Madrid, Carlos Bettini, quienes convencieron al mandatario de amenguar la acometida y así evitarle un problema extra a su socio y amigo Rodríguez Zapatero. Bettini también insistía a Angulo en la necesidad de “bajar el perfil” para recomponer la relación con el patagónico, un hombre de carácter áspero.
“A Angulo lo estigmatizaron, le empezaron a pegar temprano (desde la Casa Rosada y aledaños). Hay un apotegma que dice que uno no puede querer a quien no te quiere”, dijo a Página/12 uno de los altos funcionarios argentinos que supieron defender al diplomático español. Pero las críticas que el embajador de la corona seguía desperdigando a varias acciones oficiales incrementaban los bríos y la inquina de Kirchner. “Es cierto que tras cinco años de faena se produce un cierto desgaste de Carmelo (Angulo Barturén), e incluso una falta de entendimiento. Tenemos temas complicados a tratar entre ambos estados, que no pasan por lo empresario; ello trae un desgaste. Argentina ha cambiado tanto en estos últimos años que para una persona es una tarea cansadora; también para el gobierno argentino”, agregó al razonamiento un miembro de la administración española que tiene su despacho en Madrid.
“Néstor estaba recontracaliente con las críticas de Angulo, pero varios sosteníamos la teoría de que no había que dar por el pito más de lo que pito valía. La tensión que generaría en el gobierno de Rodríguez Zapatero, que tiene sus propias preocupaciones, una solicitud de traslado hubiese tenido más costos que beneficios”, evaluó uno de los negociadores centrales de todo este entuerto ante este cronista.
Pareceres
Lo dicho hasta ahora constituye el humus donde se asentó la decisión final adoptada por el propio presidente, esta vez dispuesto a que nadie interfiriese en la solicitud de reemplazo del diplomático.
Baseotto es una afrenta que el gobierno argentino no termina de tramitar; como un duelo en el que jamás terminan de enfrentarse los contendientes. El obispo castrense, a quien el Estado argentino retiró su rango y salario, había sugerido arrojar al mar al ministro de Salud, Ginés González García –dicho sea de paso, uno de los grandes amigos de la embajada de España–, con una piedra de molino atada al cuello, por haber fomentado el uso de preservativos y apoyar la despenalización del aborto. El bíblico método sugerido por el sacerdote de antecedentes antisemitas remitió a los vuelos de la muerte utilizados por la dictadura para desaparecer opositores. Baseotto es un ferviente defensor de lo actuado durante el terrorismo de Estado.
“Fue en la conmemoración del Día del Ejército. La lista de invitados fue confeccionada en la agregaduría militar de la embajada. A nadie se le puede ocurrir que el embajador haya hecho esa invitación adrede”, confiaron a este reportero en la legación española. Winston Churchill supo escribir que “siempre resulta peligroso que los miembros del Ejército, la Armada o la Fuerza Aérea se metan en política, porque entran en un ámbito en el que los valores son muy diferentes a los que han estado acostumbrados hasta ese momento”. Un gran consejo del viejo bulldog.
“Angulo no es un golpista ni reivindica el terrorismo de Estado, todo lo contrario. Las invitaciones se hacen por un sistema de mail que no siempre se actualiza en las embajadas. La de España no es una excepción. Por eso Baseotto había ido en otras oportunidades y nadie lo sacó, o siquiera preguntó, de los listados. Así fue que lo vieron en otros encuentros en la misma embajada”, argumentó un ministro argentino que trató de desentrañar el porqué de tan grotesca e irritante presencia.
La celebración se hizo a fines de mayo en la embajada, donde fueron invitadas desde la ministra hasta los jefes de las FF.AA. y otros funcionarios argentinos y extranjeros. Una versión proveniente del pináculo del gobierno argentino da cuenta de que, cerca del embajador, en el hall de la legación, cuando la ministra Garré fue a saludarlo al llegar, estaba, a unos metros de Angulo, el mentado Baseotto, “con una cara de entre extasiado y de gozo espiritual, sonriente. Nilda (Garré) quedó con la cara descoyuntada. Se hizo la tonta y salió para otro lado, para evitar al cura. No se fue de la reunión (Garré), pero ella entendió que le habían tendido una celada; fue su interpretación. Estuvo un rato más en la embajada y salió corriendo: no quería cruzarse a monseñor”, relató la fuente citada.
La interpretación de la ministra no fue nada benévola. Cargó las tintas en que, además, no había sido advertida sobre la presencia del curasaurio.
Su relato estuvo a primera hora de la mañana siguiente en el teléfono de Kirchner, que caminaba en la cinta de Olivos mientras escuchaba a su ministra, conteniendo la bilis. En menos de un mes, el Presidente y su comitiva marcharían a España, en visita de gobierno. Como suele hacerlo, decidió evitar tomar medidas en caliente.
Durante el viaje, fiel a un cierto estilo chicanero, el patagónico acometió contra uno de los que hasta ese momento habían defendido la continuidad de Angulo para evitar males mayores. El embajador argentino Carlos Bettini fue blanco de las pullas presidenciales, no exentas de cierta crueldad. “¿Y? ¿Todavía seguís defendiendo al embajador?” Sólo la profundísima relación de amistad y confianza existente entre el Presidente y el embajador impidió que lo que se dijeron después fuese tomado como afrentas. Bettini decidió, entonces, dar por perdida la batalla. Lo mismo hizo el jefe de gabinete, Alberto Fernández, quien ya había tenido señales del canciller español, Miguel Angel Moratinos, de que los días de Angulo en Buenos Aires llegaban a su fin.
Uno de los integrantes más gravitantes del gobierno argentino dijo a este diario que la idea conspirativa de Garré por la presencia de Baseotto, con la que acordaba Kirchner, “era un poco excesiva”. No obstante, concedió que “el personaje en cuestión tiene el suficiente peso específico y atesora una cuita tan grande con el Gobierno que en la embajada deberían haber sido más cuidadosos. ¿Quién le saca de la cabeza a Kichner, después de tantos chisporroteos con Angulo y del relato de Garré, que la presencia de Baseotto no fue una provocación?”
Reemplazo
La liturgia inconmovible del verano español ralentizó el anuncio de una medida que fue tomada hace meses y no tiene marcha atrás. Angulo sólo cumplirá dos de los cuando menos cuatro años que suelen ejercer los diplomáticos sus representaciones en el exterior. Acaso se sume al gobierno de Rodríguez Zapatero. “Angulo nos va a generar un pequeño daño antes de irse, deberíamos haberlo sacado con mayor silencio”, especuló ante este cronista un importante ministro argentino. “Ya se dejó trascender en el diario de Vicente Massot, La Nueva Provincia de Bahía Blanca, que Angulo tenía los teléfonos pinchados, que era perseguido y vigilado por el gobierno kirchnerista, y eso se hizo rebotar, esta semana que pasó, en el ABC de Madrid, diario que se lo facturó, como no podía ser de otra forma, a Rodríguez Zapatero”, ejemplificó la fuente.
Sin embargo, desde el gobierno español niegan cualquier conspiración final del embajador saliente. “La relación entre ambos países es tan grande que excede la coyuntura. Angulo saldrá cuando toque y será bien despedido. No habrá nada que dañe el vínculo ni entre éstos ni entre los gobiernos que vengan en el futuro”, dicen.
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