Domingo, 3 de enero de 2010 | Hoy
EL PAíS › POR QUé HAY MáS CANALES QUE NUNCA
Por Alejandra Dandan
–Sabés qué pasa, corazón, ¡todo el mundo tiene canales clandestinos!
Lo dice el intendente de Lincoln, que sigue aclarando: “¡Pero no valen dos pesos con cincuenta, eh! Hacer uno te cuesta 500 o 600 mil pesos, por eso, ¿quiénes los pueden hacer? ¿Los productores chicos? ¡No! ¡Los grandes!”.
Hace ya mucho tiempo, Jorge Abel Fernández era almacenero en el pueblo de Lincoln. Se formó con la Renovación peronista, en alguna de las agrupaciones de la que también formó parte el ahora ministro Florencio Randazzo. Desde el interior de la provincia de Buenos Aires, en el corazón sojero de la Pampa Húmeda, se sumó al debate sobre la explosión y efectos de los canales de desagües clandestinos en los campos más productivos del país. Página/12 consultó además a funcionarios e ingenieros agrónomos para entender el fenómeno que dejó bajo las aguas a San Antonio de Areco.
Con el correr de la semana, varios datos quedaron claros: los canales de drenaje o desagüe no están en las zonas ganaderas sino en las agrícolas.
Además de los desagües naturales, están los canales aliviadores que construye el Estado y los que mandan a excavar particulares. Para los especialistas más fundamentalistas, los estatales son buenos y los otros pueden provocar desmadres como los del fin de semana pasado. A ese segundo universo pertenecen los canales clandestinos.
Roberto Ituburu es ingeniero agrónomo, vive en Esquel y escribió para el INTA un documento en el que explica el manejo de los canales de riego. “En Chubut –dice ante una consulta de Página/12– antes de abrir un canal de riego tenés que presentar un proyecto agronómico e hidráulico en el Instituto Provincial del Agua, y eso sucede en general en cada una de las provincias. Ese proyecto se aprueba o no se aprueba, uno recibe así un permiso precario, la provincia fija un canon de riego, constata la obra y entonces se usa el caudal. Y lo mismo sucede con el drenaje.”
Un canal en regla es lo que justamente no se hizo o se hizo mal en Areco. Los productores construyen los canales para extraer el agua sobrante del riego o de la lluvia, a cielo abierto o subterráneos. Las excavaciones las puede hacer una empresa, pero abundan los productores que las hacen por sí mismos, con retroexcavadoras. Como de todos modos son procesos caros, quienes lo llevan adelante son productores grandes, como explicó el intendente Fernández. “Una palada levanta un metro cúbico de tierra –indica el intendente– y cuesta unos 3 dólares más iva. Un canal puede tener 6 metros de ancho por dos de profundidad y 3000 de largo. Calculá, eso no cuesta menos de novecientos mil pesos.”
¿Cuántos canales hay? ¿Desde cuándo? ¿Cuándo explotaron? Enrique Martínez, presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), dice que son “más viejos que la injusticia”. Como los suelos de la provincia de Buenos Aires son excepcionalmente planos, con aguas que corren del centro a la costa buscando una salida al mar, lo que suele suceder es que cada productor construye su propio canal para sacarse el agua de encima lo antes posible: un vecino le pasa el agua al otro, y el pueblo que está arriba al pueblo que está abajo. Así sucede con Villegas, Lincoln y Los Toldos o en el límite entre Córdoba y Santa Fe, donde los vecinos se protegen construyendo terraplenes o canales. “Es ley en el campo –dice Martínez– que cada dueño haga lo que sea puertas adentro. El agua se escurre o con un terraplén o con otro canal. La legislación nadie la aplica, el poder público siempre llega tarde, los dueños son los que dicen qué hacer cuándo les sobra el agua. Si usted camina en esos pueblos y se pone a hablar con la gente va a ver que siempre pasó lo mismo: lo que ocurre es que cuando eso llega adentro de un pueblo todo se magnifica.”
A mediados de 2004 cayó una “inesperada y repentina” lluvia, dijeron los diarios, en el pueblo de Huanchilla, al sur de la provincia de Córdoba. Los 200 milímetros que cayeron en pocas horas provocaron la pérdida del sesenta por ciento de la producción láctea, entre otros efectos. Todavía hoy, la edición electrónica de Intagro SA recuerda esos sucesos en los que las lagunas les anegaron las entradas a “casi cuarenta tambos” y los productores derramaron hasta 60 mil litros de leche por día. En estos días, el gobierno nacional recordó varias veces las características de aquel episodio: para ellos es uno de los antecedentes más claros sobre lo que acaba de suceder en Areco.
“En ese momento nos enfrentamos con los productores de la zona –indica un funcionario del Ministerio de Planificación– los responsabilizamos por las inundaciones, aunque no llegamos a pelearnos judicialmente.” Es que luego de convocar a especialistas y técnicos de la universidad, el Gobierno demostró que sin la presencia de canales en la zona, la lluvia no habría podido hacer desbordar los cauces de los ríos de la manera en la que lo hizo. “La lluvia fue a parar al costado de la ruta. En la zona se habían hecho meandros, canales, cunetas, pero a través de un modelo comprobamos que el hidrograma del agua daba, sin esas obras, cuatro metros cúbicos por segundo. Luego se hizo lo mismo con una cuenca alterada artificialmente: daba veintidós metros cúbicos, es decir, que los canales multiplicaron por más de cinco el caudal del agua y el agua llegó al pueblo antes de lo que hubiese llegado”.
Un factor que aparece como central es el boom de la soja, que reconvirtió zonas ganaderas en agrícolas y cambió el uso de la tierra. “Mi hipótesis es que la siembra directa modificó las condiciones del suelo –dice Enrique Martínez– porque hizo que los campos los tengan más compactados que antes. El grado de infiltración del agua en algunas superficies con soja, donde no hay rotación soja/maíz, es probablemente mucho menor y la correntada del agua entonces es mayor.”
Bajo esa mirada, no es entonces que el boom de la soja haya provocado sólo más canales sino que los que ya estaban alteraron su dinamismo, por la forma de cultivo de siembra directa. Lo que también es cierto, admite Martínez, es que en zonas como estas “cuando la ganadería retrocede para darle lugar a lo agrícola, los campos necesitan secarse rápidamente. La ganadería no necesitaría profundizar los canales. La ausencia de ganadería aumenta la tendencia de tener canales”. Si eso es cierto, entonces es posible pensar en un crecimiento exponencial y descontrolado de los canales de desagüe.
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