Domingo, 21 de marzo de 2010 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
Antes de emprender su nueva ofensiva política, Bergoglio se desembarazó de un molesto problema. El arzobispo porteño envió a Génova, Italia, al presbítero Alberto Angel Zanchetta, el ex capellán de la ESMA que justificaba con parábolas bíblicas sobre la separación de la cizaña del trigo el asesinato de prisioneros que eran arrojados al mar desde aviones navales. Durante la gestión del obispo castrense Antonio Baseotto, quien amenazó con arrojar al mar al ministro de Salud por repartir preservativos, Zanchetta era secretario del obispado castrense. A raíz de la divulgación de ese destino, el vicario a cargo del obispado, Pedro Candia, lo separó del Obispado. Zanchetta reapareció a principios de 2009 como párroco de la iglesia de San Pedro González Telmo, en Humberto 1º 340. Los vecinos que supieron de su presencia protestaron y presentaron un reclamo al Arzobispado de Buenos Aires. Bergoglio decidió entonces que Zanchetta dejara el país. Su actual residencia está en la casa del clero de la diócesis italiana de Albenga, en el Golfo de Génova, a pocas cuadras del seminario. Dentro de la ICAR hay dos lecturas complementarias sobre la decisión de Bergoglio. Una reclama por la impunidad que de ese modo garantiza a Zanchetta, tal como antes ocurrió con Christian von Wernich, hasta que fue detenido en Chile donde ejercía su ministerio, y como ahora sucede con el ex obispo de San Luis, Rodolfo Laise, a quien el coronel Miguel Angel Fernández Gez, condenado a prisión perpetua, acusó de haberle pedido que secuestrara a un sacerdote que dejó los hábitos para casarse. Laise también está en Italia, bajo la protección de su santa madre. La otra conjetura es que Bergoglio no tiene margen social para defenderlo dentro del país y por eso lo mandó a Génova.
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