EL PAíS › OPINIóN

La República empatada

 Por Mario Wainfeld

En el Senado, el arco opositor sesionó sin quórum. Actuó (valga la expresión) para los editados de los informativos de la tele y la radio. Los oradores alardearon de su unidad en la acción, fue pura parada. En los pasillos, las divergencias se hacen patentes.

Los mejores operadores radicales confiesan “renunciamos a conducir lo inconducible” y murmuran que sus aliados, los peronistas federales, no consiguen disciplinar al senador Carlos Menem. Alguno, más socarrón, se consuela divirtiéndose con el nuevo error de Adolfo Rodríguez Sáa, quien había comprometido la presencia del ex presidente riojano. “Los pierde la furia”, describe un boina blanca a los aliados-compañeros, a quienes tipifica como el “MOR” (Movimiento del Odio y el Rencor).

Por su parte, los compañeros del PJ disidente apostrofan contra Menem, pero también meten cizaña y remarcan la carencia de timing del radical Gerardo Morales. Todo esto transcurre off the record.

Para las cámaras de tevé que se aburren en el recinto, Morales pide que se lea por Secretaría la nómina de los ausentes. Ese recuento no está hecho, un secretario pasa lista y se cantan los presentes. “Como en la escuela”, bromea alguno mientras Morales y la salteña justicialista Sonia Escudero piden descuentos a las dietas de los ausentistas. El ex Cívico (ahora titular de un bloque unipersonal) Samuel Cabanchik llama a una movilización ciudadana, quizá demasiado voluntarista respecto de su capacidad de convocatoria. La lista de oradores se eterniza, todos alertan contra el cierre del Congreso. La virulencia retórica es inversamente proporcional a la inocuidad.

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En Diputados, donde el Frente del Rechazo la tiene más fácil, demasiados legisladores pegan el faltazo. El oficialismo hurta sus cuerpos, la sesión fracasa. La diputada Elisa Carrió recrimina a sus aliados, como es regla. En los pasillos, todos rezongan contra ella, tal vez con la solitaria excepción del justicialista itinerante Felipe Solá. Pero no chocan con ella de frente: Carrió siempre saca ventaja en la disputa mediática, aunque quizá no tanto en la acumulación política. Margarita Stolbizer ha desistido hasta de dirigirle la palabra y busca su destino entre el centroizquierda y el sector del radicalismo que le es más afín.

En el Frente para la Victoria (FpV) respiran hondo y aguantan el resultado. Tampoco es cuestión de creérsela, la primacía opositora alguna vez hará bingo en la Cámara baja.

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El bloque del FpV resignó espacios en las comisiones del Senado para hacerles un lugarcito a los dos aliados del ARI fueguino y a Horacio Lores, del Movimiento Popular Neuquino. Así y todo no están ciertos de conservar de por vida el apoyo de éste. Optimistas de la voluntad, los operadores oficiales corren más que Javier Mascherano en procura de contener, lo mejor que se pueda, a sus 35.

No siempre se consigue. Cuando se vote la reforma de la ley del cheque, un trío de compañeros peronistas cruzará el Rubicón. Son el jujeño Guillermo Jenefes, el misionero Luis Viana y el chubutense Marcelo Guinle. Los tres aspiran a ser gobernadores, sería pésima credencial pronunciarse contra una reforma de la coparticipación favorable a las provincias, así sea en los papeles. Su compromiso orgánico con el FpV llega hasta el punto de no contribuir al quórum.

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Entre tanto, de modo menos visible y estentóreo, algunas cargas se van acomodando. El pliego de Mercedes Marcó del Pont conserva pinta de ser aprobado, cuando se sienten 37 en sus bancas.

El DNU que creó el Fondo de Desendeudamiento será rechazado por las dos cámara, pero todo indica que habrá un enroque. En la misma sesión entraría la ley-espejo propuesta por el senador pampeano Carlos Verna, que lo instituye, esta vez con intervención del Honorable Congreso.

La Comisión Bicameral que trata los DNU se recauchutará, reconociendo paridad entre los bandos. Será un sensato remiendo a un entuerto superfluo que arrastró al vicepresidente Julio Cobos. Enredarse en la telaraña de los Tribunales fue un error más del mendocino, a quien la burocracia política le sienta mal y le lija la imagen. Ya son varios los correligionarios que lo incitan a renunciar y a “salir a caminar” el país como candidato. Cobos vacila, sospecha que perderá visibilidad y apoyo de la opinión pública. Seguramente, también desconfía de la buena fe de sus consejeros. Eventualmente, pierde los estribos. Confidentes de pasillo aseguran que el otro día riñó en un encuentro interno y amenazó con volverse al terruño, a pelear la gobernación.

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La reforma a la ley del cheque entrará al recinto, aburrida por la espera, pero intacta. El oficialismo supone que tendrá las de perder en esa lid. Pero mientras hay vida hay esperanza: confía más en su disciplina que en la de sus adversarios. La carta del veto es una jugada cantada, un recurso de última instancia, no hay por qué apurarlo.

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Menem, ofendido por el maltrato del grupo “A”, renunció a las comisiones de que formaba parte “para evitar un callejón sin salida, perjudicial para la República”. A altisonante no me van a ganar, habrá pensado. No es para tanto, piensa el cronista. La República no está perdida. Más bien, el Congreso está empatado y la era del bloqueo sigue transcurriendo.

Nunca digas “nunca” en esta materia, lector, ni creas cuando te lo dicen. El cierre no será eterno, aunque así lo vaticinen la oposición y la cadena privada de medios. Un día cualquiera, el Congreso sesionará. Póngale la firma que antes del Mundial y aun antes de fin de mes. Y hasta podría ser el miércoles próximo, mientras Julio Cobos ejerza la presidencia a la espera de que Cristina Fernández de Kirchner regrese de su periplo por Estados Unidos.

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