“No hay que ideologizar las divisiones. El futuro del Mercosur pasa por la integración energética. Así podremos sumar a Venezuela, que quiere entrar al bloque, y a Bolivia, que quiere industrializar su gas.” El que repetía esta frase como un mantra que explicaba todo era uno de los miembros de la delegación oficial que participó de la reunión con Luiz Inácio Lula da Silva. El funcionario se refería a los roces que surgieron en los últimos días con Venezuela desde que Hugo Chávez asistió a la reunión de Asunción, convocada por Uruguay y Paraguay para exponer sus quejas por el funcionamiento de Mercosur. Allí se discutió –por iniciativa del uruguayo Tabaré Vázquez– la posibilidad de construir un gasoducto internacional que no pase por territorio argentino. Ayer quedó claro que en la Rosada comenzaron a moverse para contrarrestar aquella jugada. Y el desayuno de hoy con Chávez será parte de la respuesta.

No fue por casualidad que Julio De Vido partió de imprevisto para Caracas el lunes a la noche. Alquiló un avión particular y voló hacia Venezuela junto con el titular del Occovi, Claudio Uberti, quien sonó para ser embajador en el país caribeño pero finalmente se quedó en su cargo y dejó el lugar a la ex azafata Alicia Castro. De Vido y Uberti estuvieron reunidos con el canciller venezolano, Alí Rodríguez, y el propio Chávez.

Cuando ayer De Vido llegó a San Pablo procedente de Caracas, se apresuró a contar los resultados de su gestión. “Estuvimos revisando los acuerdos en materia de energía, va a haber novedades dentro de poco”, dijo a Página/12. Uno de sus asesores completó luego el anuncio. “El 27 de julio empezarán los estudios de factibilidad en materia tecnológica y ambiental para hacer el megagasoducto. Los estudios tecnológicos los hará Venezuela, y los análisis del impacto ambiental quedarán a cargo de Brasil. La razón es simple: el trazado de los caños recorrerá casi 6 mil kilómetros de territorio brasileño”, dijo la fuente del Ministerio.