Domingo, 21 de julio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › LA BUSQUEDA DE SEÑALES DE VIDA EN LOS LUGARES MAS REMOTOS DEL UNIVERSO
El reciente descubrimiento de tres planetas donde las temperaturas permiten la existencia de agua líquida sugiere que puede haber múltiples espacios habitables a años luz de la Tierra. El próximo paso, detectar signos de vida.
Por Pedro Lipcovich
“¿Ustedes no sienten como si nos estuvieran mirando?”, dirá el extraterrestre alzando un tentáculo, y sus congéneres asentirán. El tiempo que falta para ese diálogo en un planeta remoto se ha acortado desde que, hace unos días, el European Southern Observatory anunció el descubrimiento más destacado de los últimos tiempos en astrobiología, esa ciencia sorprendente que investiga la posibilidad de vida a trillones de kilómetros de casa. En este caso, el hallazgo está acá nomás, a 22 años luz de nuestro sistema solar: son tres planetas que giran alrededor de la misma estrella y los tres están en zona “habitable”, es decir, donde las temperaturas permiten la existencia de agua líquida. Lo importante es que su aparición “sugiere que puede haber una numerosa población de sistemas planetarios con varios mundos potencialmente habitables en cada uno”. El nuevo conocimiento se inscribe en la multiplicación espectacular de planetas habitables registrados desde que, hace poco más de tres años, empezó a funcionar el telescopio espacial Kepler, dedicado a buscarlos. El próximo paso será, en alguno de estos planetas, detectar signos de vida, como lo sería la presencia de ozono, resultado de la fotosíntesis. Más difícil, claro, es la apuesta de máxima: detectar, no sólo señales de vida, sino mensajes originados en formas de vida inteligentes.
El descubrimiento de estos planetas habitables fue anunciado por el European Southern Observatory (ESO), en un documento suscripto por Guillem Anglada-Escudé –del Instituto de Astrofísica de Göttingen, Alemania– y un equipo de científicos de las universidades de Turku, en Finlandia, Hertfordshire, en Gran Bretaña, el Instituto Carnegie de Washington y el Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile. Los planetas fueron detectados en la estrella Gliese 667C, en la constelación de Escorpio, a 22 años luz del Sol, es decir, en términos de distancias estelares, cercana. Se trata de una “enana roja”, de baja luminosidad y cuya masa es sólo un tercio de la del sol. Esto hace que los tres planetas potencialmente habitables estén más cerca de su sol que la Tierra del suyo y por lo tanto tardan menos en recorrer sus órbitas: en uno de ellos, el año dura 62 días, en otro 39 y, en el tercero, sus eventuales habitantes brindan por el fin de año cada 28 días.
Para detectar estos planetas, los investigadores utilizaron un instrumento llamado Harps, o “cazador de planetas”, instalado por el ESO en el observatorio de La Silla, Chile; el aparato detecta, con altísima precisión, las alteraciones que la presencia de planetas producen en la luz emitida por una estrella. El informe estima que los tres planetas situados en la “zona habitable” cuentan con “superficies de agua líquida, preservadas por una atmósfera del tipo de la terrestre”. Los tres planetas “podrían ser similares a la Tierra en cuanto a un significativo contenido de agua, y por lo tanto serían potencialmente habitables”.
Los investigadores examinaron también posibles factores negativos: por ejemplo, “la actividad solar puede ir en detrimento de la vida, ya que los planetas pueden ser acribillados por protones y fotones de alta energía que podrían destruir la atmósfera”; pero la estrella madre “se muestra relativamente inactiva”, y las enanas rojas, tras una fase tormentosa inicial, “emiten muy poca luz ultravioleta”, que podría afectar el desarrollo de seres vivientes. Los astrobiólogos se atrevieron incluso a lo que llamaron un “pronóstico del tiempo” (Weather Forecast) en cada uno de los planetas: uno de ellos, el “Planeta f”, es “el primer candidato para la habitabilidad”, ya que tiene “una atmósfera similar a la de la Tierra y una temperatura relativamente uniforme en la superficie”.
Lo más importante es que su hallazgo “sugiere la existencia de una numerosa población de sistemas planetarios con varios mundos potencialmente habitables en cada uno. Gliese 667C es probablemente el primero de muchos de estos sistemas que podrán descubrirse en los próximos años”.
Adrián Brunini, decano de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad de La Plata, comentó que “recién en los últimos tres o cuatro años se empezaron a detectar planetas habitables, gracias al telescopio espacial Kepler, situado en órbita terrestre, dedicado a esa misión. No hay que olvidar que en ningún lugar del sistema solar hemos encontrado hasta ahora vida, ni siquiera fósil, lo cual sugiere que las condiciones para su aparición son muy estrictas. La Tierra, por ejemplo, de no contar con un gigante como Júpiter en el sistema Solar, estaría bajo permanente bombardeo de asteroides; de no contar con la Luna, la inclinación de su eje de rotación podría variar en forma abrupta, lo cual suscitaría cambios climáticos que podrían impedir el desarrollo de la vida”.
Ahora que se han identificado suficientes planetas considerados habitables, “se tratará de refinar las búsquedas: analizar en cada uno si existe atmósfera y con qué características, ver si hay satélites o no, y otras variables que todavía no estamos en condiciones de explorar, pero ya lo estaremos”, anticipó Brunini.
Andrea Buccino –investigadora del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE) y docente en la UBA– agregó que “se trata ahora de buscar ‘biomarcas’, signos de vida. Por ejemplo, la Tierra tiene una atmósfera rica en ozono, proveniente del oxígeno que a su vez, en su mayor parte, se originó en la fotosíntesis: si encontráramos ozono en la atmósfera de uno de estos planetas habitables, será un indicio de vida. Hay otras bandas posibles, en el espectro de luz de un planeta con sistema planetario, que pueden vincularse con subproductos orgánicos, provenientes del metabolismo de seres vivos. Pero es muy difícil detectar esto: pensemos que la luz que nos llega de un planeta es sólo la que refleja de su estrella central, así como la Tierra refleja la luz del Sol. Para analizar la luz de un planeta tan lejano hacen falta espectrógrafos que operen en telescopios de más de diez metros: esta función podrá cumplirla el James Webb Space Telescope, que lanzará la NASA en 2018”.
Cuando, por fin, de alguno de los planetas habitables lleguen señales de vida, “se tratará de entender qué tan parecida es esa vida a la que conocemos. Y eso será tarea de los biólogos –advirtió Buccino–: la astrobiología es una ciencia interdisciplinaria, que requiere astrónomos, biólogos, especialistas en ciencias de la atmósfera, químicos, geólogos; hacen falta muchos”.
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