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Fue en uno de los talleres de lesbianismo donde una joven se animó a repartir un volante en el que aparecía la foto de un hombre que jugaba con una niña sin rostro. “Abusador de menores”, decía el texto junto al nombre completo (Daniel Dumrauf) y la dirección del escrachado. “Era el padrastro de mi novia –dijo la joven– y nunca lo condenaron porque cuando ella pudo denunciar el delito, había prescripto”. El problema es que el hombre en cuestión era descripto también como militante de un partido de izquierda en Mendoza y si al principio fueron cinco mujeres de ese partido quienes amenazaron a la joven que repartía volantes, después fue un hombre quien se dedicó a insultarla, a los gritos y en medio del debate de lesbianismo. Al final de la tarde, la necesidad de un repudio “enérgico” contra el abusador y contra quienes profirieron las amenazas recorría el resto de los talleres.
Ya había sucedido en Rosario, cuando por primera vez sesionó el taller de Estrategias por el derecho a un aborto seguro y gratuito. Las mujeres católicas que fueron invitadas a participar en ámbitos donde no fuera necesario un piso de acuerdo para comenzar a discutir –¿cómo pensar estrategias para lograr algo con lo que no se está de acuerdo?– llamaron a un escribano para que labre un acta que diera cuenta de que habían sido expulsadas cuando “en todos lados dicen que cualquiera puede participar. Yo lo único que quería era saber hasta dónde piensan llegar, y hasta dónde han llegado. Porque sin valores no hay patria. Al fin y al cabo dondecomen diez niños también comen once, así que si les gustó que se la aguanten”, dijo una de las mujeres que se aferraba a su cruz detrás del muro de la espalda del escribano.