Barbara Bush ya tiene cartera nueva. Es negra, reluciente y anoche la tuvo todo el tiempo sobre la falda mientras cenaba en la vereda del restaurante Jangada, en Carranza y Honduras, en Palermo. La hija de papá presidente no estuvo sola: la acompañaron su hermana Jenna, seis amigas americanas y una discreta guardia de servicios secretos y policías federales. Las chicas comieron pescado con ensaladas –el lugar se especializa en productos de río– y acompañaron todo con botellas de Uxmal, en su versión bivarietal cabernet-malbec. La cena fue distendida, con muchas fotos tomadas entre ellas. Sin embargo, en medio de la diversión, una sirena generó la inquietud del grupo. Resultó ser un camión de bomberos que llegaba para apagar un incendio declarado a apenas media cuadra del lugar. Pasado el susto, la velada siguió con profusión de risas y alharaca, hasta que las hermanas presidenciales decidieron irse. Quedó el grupo de amigas, quedaron los flashes, quedaron algunos guardias, pero faltó la tarjeta de crédito, ahora en manos del punga que se la había birlado a Barbara frente a las narices del servicio secreto estadounidense en San Telmo. A falta del plástico, las chicas debieron juntar efectivo para pagar la cuenta.