Viernes, 25 de julio de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › TESTIMONIOS DE LOS PADRES
“Pasamos diez largos años de invasión física y psíquica, con tratamientos, inseminaciones, fertilización in vitro, ICSI, en distintos centros, hasta que llegamos a Halitus y al Dr. Pasqualini luego de diez tratamientos fracasados (sí, 10)”, escribió la médica Sandra Gil, de la localidad bonaerense de Mármol. Su testimonio está colgado en la página web del Centro Reproductivo Halitus, que dirige el médico Sergio Pasqualini, en la ciudad de Buenos Aires. La historia tiene final feliz. Los que dejan su testimonio son los que logran el hijo o la hija deseados.
En abril nació la hija de Sandra y Pablo. “Yo nunca quise leer un testimonio, el dolor era demasiado, el optimismo de los demás no me servía, el temor de no formar parte de la otra fila de familias con hijos me paralizaba”, empieza la carta de Sandra. “La vida nos tenía jugada una maniobra que nunca imaginamos; la dificultad para concretar ese sueño (de tener un hijo). Yo fui un tanto desconfiada de cambiar mi suerte, pero la fe de Pablo y las ganas fueron más fuertes. No tuvimos inicialmente éxito, y cuando decidimos nuestro último, pero último intento, con una sonrisa nos anunciaron que se habían podido congelar cuatro embriones. Y ese ‘último’ tratamiento tampoco tuvo éxito. Era demasiado, no podía más, sentía que la situación me había superado por completo, mi calidad de vida era pésima y mi cabeza no daba para más. Los embriones congelados debieron esperar. Y pasó el tiempo, más de dos años, y cada vez que pasaba por la puerta de Halitus no podía evitar pensar que ‘nuestros hijos’ estaban ahí. Pisando los 40 años sentí que era el momento de buscarlos. Todo fue diferente, prácticamente no cruzamos palabras con el Dr. Pasqualini, pero nunca olvidaré el saludo final, con su deseo de ‘ojalá prenda alguno’, y mi corta respuesta... ‘ojalá’. Y esa vez la vida lo quiso también y María Victoria llegó a nosotros el 18 de abril de este año; y créanme todo lo que pasamos, todo lo que se siente, la frustración, la desesperación, la desilusión, las lágrimas, el duelo de cada pérdida, todo valió la pena. Hoy en nuestra vida todo es felicidad, todo es amor. Hoy, María Victoria es el centro del universo, hoy todo es para disfrutar y gozar, hoy nuestra calidad de vida está en el pico más alto; hoy somos auténticamente felices”, concluye Sandra.
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