Viernes, 25 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › EL ULTIMO DIA DE FERNANDEZ EN LA ROSADA Y EL PRIMERO DE MASSA
El ex jefe de Gabinete Alberto Fernández llegó a la Casa de Gobierno para la ceremonia de asunción de su sucesor. Recibió los saludos de todos, menos del gobernador de Chubut. Sergio Massa disfrutaba de su debut.
Por Daniel Miguez
Se lo veía feliz a Sergio Ma-ssa. Su risa era más franca que la de Alberto Fernández, que hacía esfuerzos para disimular el difícil momento de dejar la oficina en la que pasó la mayor parte de su vida en los últimos cinco años, con toda la pérdida que implica dejar esa oficina.
El nuevo jefe de Gabinete estaba metido en el torbellino que imponía el momento, recibir besos y abrazos, jurar ante la Presidenta, dar su primera conferencia de prensa. A la oficina que hasta el viernes ocupó Alberto Fernández entraron con Massa el gobernador bonaerense Daniel Scioli y el vice Alberto Balestrini, después de fuertes y prolongados abrazos.
Por allí también estaban sus padres, sus hijos, sus suegros, el gobernador José Luis Gioja, el decano del peronismo Antonio Cafiero, intendentes y colaboradores de Massa que intentaban familiarizarse con el lugar.
En un rincón, tan feliz como Massa, estaba su suegro, Fernando Galmarini, ex secretario de Deportes del gobierno de Carlos Menem. No era para menos: en una semana, su hijo futbolista, Martín, había pasado de Tigre a River, y su yerno, de intendente de Tigre a jefe de Gabinete.
Cuando llegó Alberto Fernández a la Casa Rosada, pasó por la puerta de su oficina y no entró. Fue directo al despacho de la Presidenta, pero en la antesala se encontró con los invitados principales que entraban en fila india y fue recibiendo el abrazo de cada uno de ellos: gobernadores, intendentes, legisladores. El único que lo esquivó con esfuerzo fue el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, que cumplió sus sueños, después de tanto pedirlo, de ver a Fernández fuera del Gobierno. Aprovechó el largo abrazo de su colega de Entre Ríos, Sergio Urribarri, con Fernández para pasar entre ellos y una mesa, haciendo un quiebre de cintura y una pequeña contorsión.
Luego, todos entraron al despacho de CFK y un minuto después ella salió hacia el Salón Blanco, flanqueada por Massa y Fernández. No hubo ningún gesto especial de la Presidenta hacia el funcionario saliente, que recibió un sostenido aplauso de la mayoría de los que abarrotaban el salón. Fernández se emocionó y se reprimió. Luego, cuando juró Massa, lo abrazó por varios segundos. Ese abrazo dejó entrever alguna intencionalidad, si se lo compara con el que se habían dado antes en privado, que fue más breve y más frío.
Después, Massa se fue a dar una conferencia de prensa junto a Julio De Vido, por el envío al Congreso del proyecto de reestatización de Aerolíneas Argentinas, y Alberto Fernández siguió recibiendo saludos en los pasillos. Todos le agradecían y le deseaban lo mejor, y él también agradecía “por la ayuda en estos cinco años”. Desde el ministro del Interior, Aníbal Fernández, hasta el mozo que le llevó diariamente su Sprite Zero bien fría.
El ex ministro soltó una lágrima cuando sus empleados lloraban en la reunión que tuvieron en la oficina de su vocero, Eduardo Roust, para sacarse la foto de despedida. De allí Fernández salió en medio de los aplausos de sus ex colaboradores.
“¿Es difícil?”, le preguntó PáginaI12 después de ese momento. “Y... sí. Pero estoy tranquilo; siento alivio porque hice lo que tenía que hacer.”
Massa para entonces ya había entrado de lleno en la vorágine de un jefe de Gabinete. Al regresar de la conferencia de prensa, acompañó a la Presidenta en sus reuniones con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y con el de Misiones, Maurice Closs. Cuando volvió a su despacho, cerca de las 8 de la noche, su oficina seguía llena de familiares y amigos que querían darle ese beso y ese abrazo especiales, a Sergio o Sergito, según quien lo saludara. No era para menos: a los 36 años había llegado casi a la cúspide del poder político.
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