Encontrar el primer ladrillo de la estructura del 17 de Noviembre es difícil. Sin embargo, basta observar aquello que rodea el predio para descubrir la realidad que pintan muchos de los vecinos con sus palabras. Una realidad en la que los tonos de la falta de tierra, de un lugar donde conformar un hogar, se combinan con los de los bajos recursos y la casi inexistente oferta de nuevas oportunidades.

“Ya no daba para más. No podíamos vivir así, todos amontonados”, aseguró Rosalía Mareco. Vivía con su marido y sus dos hijos en una pieza en la casa de sus suegros, junto con sus cuñadas y sus respectivas familias. “Teníamos muchos problemas, cosa que es normal entre 14 personas que comparten cocina y baño, viste. Pero tuvimos que aguantar porque pagar un alquiler es imposible”, agregó. Fue entonces cuando la oportunidad de un terreno propio les “cayó del cielo” ese lunes 17 de noviembre a la madrugada, cuando comenzaron a ver todo el movimiento. Llegaron no bien despuntaba el sol. Desde entonces no abandonan ni por un instante el refugio que construyeron con tres caños y una lona plástica y que “de a poco va a ir tomando forma”.

De todos modos, la mayoría de quienes hoy cuidan allí su lote aún se esfuerzan por mantener activo el contrato de alquiler que venían sosteniendo. “Es esperar un tiempito más hasta que salga esto, para empezar a pagar este terreno en vez de tirar la plata en un alquiler. Nadie pide que nos regalen nada, queremos pagar por esto”, remarcó Silvano Espíndola, mientras intentaba armar un toldo para resguardar a su mujer y a sus hijos del sol.