SOCIEDAD › COMO SE APLICARON LAS TECNICAS INVASIVAS

Terapia sin miramientos

 Por Mariana Carbajal

“Los pacientes en estado vegetativo se van entumeciendo. Las dos rodillas se van quedando en una posición fetal. Un día el director de la clínica de rehabilitación donde estaba internado Eduardo nos llamó al curador y a la familia para decirnos que debía cortarle los tendones a la altura de la cadera para que sus piernas se quedaran sueltas y de esa manera no se siguieran escarando y si no, nos dijo, se le iba a tener que cortar las piernas. Nos dijo que era práctica habitual cortar miembros en ese tipo de pacientes por las escaras. A nosotros nos pareció demoníaco encontrar que cada vez lo iban a ir cortando en pedazos por las escaras”, cuenta Dinah Magnante, esposa de Eduardo.

–¿Qué hizo ante ese planteo?

–Lo consulté al doctor Previgliano y me dijo que eso era encarnizamiento terapéutico. Hacía seis meses que me había recibido de abogada. Entonces empecé a leer sobre el tema. Y les planteo a los hijos que mi posición era no permitir la cirugía. Ellos coincidieron. Presenté una medida de no innovar, donde pedí que no le cortaran los tendones ni la pierna y que tampoco le siguieran suministrando antibióticos o cualquier otra medicación. Nos oponíamos porque luego de tantos años con un ser querido en esas condiciones, a su consecuente y paulatino deterioro, se sumaría una técnica invasiva más. El juzgado emitió una orden para que cortaran los tendones, pero ya se había infectado de tal manera que lo llevaron a una clínica para amputarle la pierna. Fuimos con uno de los hijos y el curador. El doctor Previgliano, que nos acompañó, habló con los terapistas y les dijo que no lo hicieran porque no estábamos de acuerdo. En primera instancia, la Justicia resolvió que había que cortarle la pierna. La jueza nunca pidió un informe de bioética. Tampoco escuchó a los amigos que propusimos como testigos que lo habían escuchado decir a Eduardo que él no quería vivir así. Delante de mí y de ellos, Eduardo decía: “Si llego a estar gagá –así decía él–, por favor pisame la manguera”. Era muy católico y un día había firmado un papel religioso donde decía que si le pasaba algo, sólo quería recibir los Santos Sacramentos. Ese documento debe interpretarse un poco más ampliamente: lo que quiero es una muerte digna y un buen morir. No es que sólo quiere los sacramentos como la jueza lo interpretó.

La familia aportó, entre otros documentos que avalaban su planteo, un dictamen del Comité de Bioética del Centro Oncológico de Excelencia, presidido por el profesor José Alberto Mainetti. Finalmente, en la mañana en que la Cámara de Apelaciones en lo Civil de la Capital Federal debía resolver la apelación que había hecho la familia, Eduardo se apagó definitivamente. Y el caso devino “abstracto” y no hubo sentencia.

Compartir: 

Twitter

SUBNOTAS
  • Terapia sin miramientos
    Por Mariana Carbajal
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.