Miércoles, 28 de junio de 2006 | Hoy
Desde 2003, una resolución permite a los médicos de hospitales porteños realizar anticoncepción quirúrgica. El pionero es el Alvarez, donde la demanda se duplicó el último año. Allí, un Comité de Bioética, integrado, además, por un cura, redactó una guía de procedimientos.
Por Mariana Carbajal
Mientras en el Congreso algunos diputados se horrorizan ante el inminente debate por la legalización de la ligadura de trompas, en la ciudad de Buenos Aires la anticoncepción quirúrgica femenina ya se realiza en la mayoría de los hospitales públicos, sin la exigencia de una orden judicial. El Alvarez, del barrio de Flores, es el que tiene mayor experiencia en la materia. La demanda de ligaduras en ese hospital es cada vez mayor: en el último año se duplicó el número de operaciones. A las mujeres sólo se les pide que den un consentimiento informado. El Comité de Bioética, entre cuyos miembros hay un cura católico, avala el procedimiento, pero no está previsto que tenga que evaluar cada caso en particular.
“Se realizan ligaduras de trompas sin la exigencia de una autorización judicial en todos los hospitales de la ciudad, siempre que haya una indicación médica y previo consentimiento informado de la mujer. A veces, puede haber motivaciones psicosociales que ameritan la operación”, señaló ayer a Página/12 Eugenia Trumper, directora del Programa de Salud Reproductiva y Procreación Responsable porteño. Los procedimientos varían de acuerdo con el hospital. En algunos, como en la Maternidad Sardá, cada caso es sometido a la opinión del Comité de Bioética de ese centro de salud. En otros, se analiza la situación de la mujer que solicita la intervención en el ámbito del Servicio de Obstetricia, como en el Alvarez. En la mayoría de los hospitales hay un acompañamiento psicológico de la paciente. Muchas provienen de la provincia de Buenos Aires, donde todavía les exigen un permiso de un juez para ligarse las trompas. En el Alvarez han llegado a atender a una mujer proveniente de la provincia de Entre Ríos.
El sustento legal es la resolución Nº 874 del 2 de mayo de 2003, firmada por el entonces secretario de Salud porteño, Alfredo Stern, que estableció que se debe practicar la ligadura sin esperar una orden judicial, como ocurre en el ámbito privado, siempre que exista una indicación terapéutica. A su vez, esa normativa está basada en un “consenso” de más de una veintena de expertos del país que se expidieron sobre el tema el 31 de mayo de 2000 en una reunión convocada por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad.
El Servicio de Obstetricia del Alvarez es el que tiene mayor experiencia en el tema. Lleva realizadas alrededor de 150 ligaduras de trompas desde 2004, cuando el Comité de Bioética aprobó la guía de procedimiento que aplican, que no exige orden judicial ni el consentimiento del marido de la paciente. La demanda es creciente: en 2004 se practicaron en el Alvarez 30 ligaduras, en 2005, 60 y en lo que va de 2006, ya se llegó a 60.
“El Comité no tiene que evaluar cada caso como en otros hospitales. Nosotros tenemos en cuenta algunas pautas como el hecho de que la mujer tenga más de 2 hijos y no tenga deseos de tener más, tenga una pareja estable y sea mayor de 30 años. Aunque a veces hay excepciones. Empezamos a trabajar con ella mientras está embarazada. Lo más importante es determinar que sea una decisión personal y no esté influenciada por otros miembros de su familia. Es un clásico que la suegra o el marido le digan que se tiene que ligar las trompas. Si no hay un deseo claro, no lo hacemos. Tampoco si no utilizó antes otros métodos anticonceptivos”, aclaró Analía Messina, jefa del Servicio de Obstetricia del Alvarez.
La estadística del Alvarez indica que la mujer más joven a la que se le ligó las trompas tenía 21 años y cinco cesáreas en su historia clínica. La mayor, 40 años. El promedio de hijos entre las operadas es cinco. Pero también intervinieron a una que tenía sólo uno (y padecía una afección grave que ponía en riesgo su salud con un nuevo embarazo). La de mayor prole tenía 14 hijos.
En la mitad de los casos, la ligadura se hizo en el momento de una cesárea; en la otra mitad, luego del parto a través de una minilaparotomía, una pequeña incisión de 2 a 3 centímetros alrededor del ombligo. La intervención consiste en cortar y ligar las trompas de Falopiocon hilo de sutura. La obstrucción tubaria podría revertirse. Pero hasta el momento “ninguna de las mujeres se arrepintió”, destacó Messina.
A la mujer le entregan un consentimiento informado, donde se detallan las características de la operación, para que lo lleve a su casa y lo analice en el ámbito familiar. “A veces decimos que no”, indicó Me-ssina. Una de las mujeres a la que no aceptaron ligarle las trompas nunca había utilizado métodos anticonceptivos, aunque vivía a dos cuadras del hospital. Además, no tenía pareja estable. “Parecía más un capricho que una verdadera necesidad”, apuntó Messina.
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