Viernes, 13 de abril de 2007 | Hoy
Con el gesto de soportar hasta último momento y en soledad el trance límite de la evacuación de su barco y esperar a bordo la ayuda externa, rogando que la nave se mantenga a flote, el comandante Guillermo Tarapow se convirtió en el héroe del episodio. Es que se trata de un hombre de estirpe marina: si hasta su propio padre, militar retirado, dijo sin conmoverse que su hijo “obró como tenía que obrar”. “Es una cuestión de honor: si se hunde el barco sólo lo puede abandonar con un disparo en la cabeza.”
Tarapow nació en 1962, es casado y tiene cuatro hijos, con quienes vive en Bahía Blanca. Integra una familia de marinos, que encabeza su padre Anatol, capitán de corbeta –equivalente a coronel del Ejército– retirado y continúan otros dos hermanos que son oficiales de la Armada.
La actitud del capitán de continuar a bordo del rompehielos fue elogiada por la ministra de Defensa, Nilda Garré; por la Armada, por sus camaradas y por científicos que estuvieron bajo su responsabilidad en la frustrada campaña a la Antártida.
Tarapow padre afirmó que su hijo “tomó una actitud muy buena. Lo que debía hacer era no abandonar el buque”. “La gente dice que es un héroe. Yo no sé si es un héroe o no, pero obró como tenía que obrar, es un ejemplo”, relató a Canal 8 de Mar del Plata. Agregó que todavía no tomó contacto con su hijo, como tampoco lo hizo su nuera, quien vive en Puerto Belgrano junto a sus cuatro hijos: tres adolescentes (dos varones y una mujer) y una niña de 8 años.
Tarapow fue quien ordenó el martes, minutos después de las 22, el masivo abandono del “Irízar” y quien condujo las operaciones de salvamento y rescate de los 240 tripulantes y pasajeros del buque.
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