Viernes, 15 de julio de 2016 | Hoy
19:29 › RODRIGO MAIA, SUCESOR DE CUNHA EN LA PRESIDENCIA DE DIPUTADOS EN BRASIL
Maia, a sus 46 años, responde perfectamente a las fuerzas políticas que asumieron el poder luego del golpe institucional. Contrario a la legalización del aborto y de la marihuana, critica cualquier aumento en los impuestos. Por Eric Nepomuceno
Poco antes de la una de la mañana de ayer jueves, la Cámara de Diputados eligió su nuevo presidente: Rodrigo Maia, del derechista DEM (Demócratas). Ha sido una victoria aplastante: 285 votos contra los 170 alcanzados por el también derechista Rogerio Rosso, representante de los partidos menores, agrupados alrededor del defenestrado Eduardo Cunha.
Maia, a sus 46 años, responde perfectamente a las fuerzas políticas que asumieron el poder luego del golpe institucional contra la presidenta electa Dilma Rousseff, actualmente apartada de su mandato mientras tramita en el Senado el proceso que podrá alejarla definitivamente. Es contrario a la legalización del aborto y de la marihuana, rechaza el actual régimen de explotación del petróleo que beneficia a la Petrobras y critica cualquier aumento en los impuestos. Defendió la legalidad de donaciones de empresas a campañas electorales (raíz principal de los esquemas de corrupción que asolan al país), luchó ardorosamente por la apertura del juicio a la mandataria electa con 54 millones de votos, todo eso en perfecta sintonía con Temer.
Tenerlo como presidente de la Cámara, aunque por un periodo limitado –hasta 1 de febrero del año que viene, cuando se elegirá el sucesor– significa, para Temer, una conquista valiosa. Además de controlar con poderes absolutos la agenda de votaciones, frente a la perspectiva de que a fines de agosto se confirme la destitución de Dilma Rousseff y el interinato de Temer se transforme en gobierno efectivo, Rodrigo Maia será el primero en la línea de sucesión.
Al derrotar en la segunda vuelta su adversario Rogerio Rosso, se impuso, además, una dura derrota al defenestrado Eduardo Cunha, que perderá parte substancial de su poder en la Cámara. Rosso podría intentar salvarlo de la guillotina. A Maia, le interesa lo contrario.
Frente a ese cuadro, una hábil maniobra de Temer fue asegurar que no intervendría en la disputa. Si el aliado de Cunha fuese vencedor, el bloque de pequeños y medianos partidos controlados por él no tendría razones para quejarse. Y si el ganador fuese Rodrigo Maia, la alianza de los principales partidos involucrados en el golpe institucional (del neoliberal PSDB a los demás partidos de derecha) tampoco tendría razones para crearle problemas en la Cámara de Diputados.
A última hora, una disidencia dentro del mismo PMDB de Temer surgió como amenaza para el enredo armado por el interino y por Cunha: en clara discrepancia con su partido, Marcelo Castro, que fue ministro de Salud de Dilma y se opuso a la apertura del juicio destinado a destituirla, anunció que disputaría la presidencia de la Cámara. Con eso, la tropa de choque de Temer abandonó la supuesta neutralidad y actuó con fuerza total. A su vez, el PT, presintiendo la posibilidad de derrotar Rogerio Rosso, aliado de su principal enemigo Eduardo Cunha, insinuó respaldo a Castro. La acción de la tropa de choque del gobierno interino resultó. Castro obtuvo 70 votos, lejos de poder pasar a la segunda vuelta.
La elección del nuevo presidente de la Cámara significa una nueva derrota para Lula y el PT. También dejó la clara imagen de que la izquierda brasileña, en tiempos de fuerte turbulencia, se encuentra muy divida. De haberse presentada alrededor de un solo nombre –el mismo Marcelo Castro– otro sería el resultado: es que a sus 70 se sumarían 38 votos (los 16 obtenidos por Orlando Silva, del PCdoB, y los 22 de Luiza Erundida, del PSOL), número suficiente para suplantar Rosso e ir a la segunda vuelta con Rodrigo Maia. La derrota sería inevitable, pero la fractura en las huestes de Temer, más contundente. Lo que motivó la desunión de la izquierda ha sido la memoria de alianzas espurias semejantes, en un pasado muy reciente, y que llevaron al actual cuadro vivido en Brasil. La candidatura de Castro, a su vez, deja abierta la posibilidad de disidencias dentro del partido de Temer, lo que podrá amenazar la formación de un grupo sólido en la Cámara.
Todo eso, que a primera vista parece importar exclusivamente al Congreso brasileño, tendrá fuertes reflejos en los siguientes pasos dentro del conturbado escenario político del país. Ha sido una victoria de Temer, para quien es esencial que, una vez consumada la destitución de Dilma Rousseff, exista una base amplia y sólida en el Congreso, capaz de asegurar aprobación veloz de medidas que él mismo admite que serán impopulares. Lo que se anuncia es una política de tierra arrasada con relación a todo lo que se construyó en los últimos 13 años.
De todo ese proceso queda una evidencia concreta: la victoria de Rodrigo Maia, nuevo presidente de la Cámara de Diputados, es una victoria también del Michel Temer. Y todo lo que es positivo para Temer significa un obstáculo más en el ya muy arduo camino que Dilma Rousseff tiene por delante, en su intento de preservar el mandato que le fue concedido por el electorado y está a punto de ser quitado por el Senado.
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