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Luego de tres horas de confusión, el primer ministro Binali Yildirim y los servicios secretos turcos aseguraron que el país a "vuelto a la normalidad" tras un fallido intento de golpe de Estado por parte de una grupo sublevado del Ejército, que había tomado como rehén al jefe del Estado Mayor, el general Hulusi Akar.

El grupo sublevado había anunciado poco antes de la medianoche turca que controlaba el país y declaró la aplicación del toque de queda y la Ley Marcial mediante un breve comunicado difudido a través del canal estatal, que había sido tomado por los rebeldes. En una rápida respuesta, en la cadena CNN-Turk, Recep Tayyip Erdogan aseguró que "de ningún modo los golpistas tendrán éxito" y mediante una videollamada llamó a la gente a salir a las calles.

Miles de turcos se volcaron a las calles portando banderas y se animaron a avanzar contra los soldados y tanques rebeldes apostados en el puente el Bósforo, que une la parte oriental y occidental del país, por lo que se produjeron varias rafas de disparos contra los ciudadanos.

En tanto, en Ankara, 17 policías murieron en enfrentamientos contra los militares golpistas, y se reportaron fuertes explosiones, mientras aviones y helicópteros sobrevolaban la capital y los tanques estaban desplegados frente al Parlamento. Entretanto, una fuente presidencial informó que cazas F-16 leales al gobierno derribaron un helicóptero que transportaba golpistas.

Las relaciones de Erdogan con el ejército fueron complicadas en el comienzo de su mandato anterior como primer ministro porque redujo la influencia de las fuerzas armadas en la política, pero luego alcanzaron un punto de equilibrio.

"Es un levantamiento en el que también participa el Estado paralelo", dijo Erdogan en referencia al predicador Fetullah Gulen, su enemigo, exiliado en Estados Unidos.