Domingo, 4 de septiembre de 2016 | Hoy
20:20 › OPINION
Por Mario Wainfeld
La primera Marcha Federal desembocó en la Plaza de Mayo el 6 de julio de 1994. Carlos Menem llevaba cinco años casi clavados en la presidencia. Los dos primeros repitieron y ahondaron los problemas económicos que había heredado del gobierno del presidente Raúl Alfonsín, incluyendo hiperinflaciones. En 1991 Menem descubrió su piedra filosofal: el Plan de Convertibilidad urdido por Domingo Cavallo. El sociólogo Juan Carlos Portantiero interpretó que esa etapa fue “la piedra del toque” de lo hoy llamamos menemismo: “todo lo anterior fueron pruebas de ensayo y error en las que el error lucía imbatible, una suerte de prehistoria del fenómeno”.
La híper es una pesadilla cotidiana, obsesionante, envolvente. La Convertibilidad le puso fin como sucedió en otras latitudes: la cesó de inmediato, al modo de un tiro en la frente. El alivio colectivo posterior constituyó un capital político del que Menem sacó réditos durante dos períodos presidenciales.
La convertibilidad y la entrega a precio vil del patrimonio público-estatal eran una bomba de tiempo, cuya lesividad se agravaba a medida que se prolongaba la paridad peso-dólar. Los efectos arrasadores del ajuste noventista tardaban en advertirse porque había paliativos, los retiros voluntarios de los estatales entre tantos.
Hubo protestas pioneras contra Menem y su modelo pero eran minoritarias. Este columnista no ahorra ni ahorró críticas a Cavallo pero es cierto que, entre los adalides de la derecha económica, fue acaso el único que dedicó atención a recaudar impuestos, desde luego con política fiscal afín a su paradigma.
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- La segunda, en otro contexto: La segunda Marcha Federal de anteayer sorprendió por su convocatoria masiva y por la transversalidad de los apoyos conseguidos paso a paso.
Mauricio Macri no cumplió nueve meses en la Casa Rosada y la movilización se enlaza con decenas anteriores, con variados protagonistas y escenarios.
La recaudación cae en picada porque el programa económico M renunció a cobrar impuestos por varias vertientes: retenciones, IVA, ganancias, sin haber generado ningún ingreso sustituto. Apuesta a llenar el tonel sin fondo con el blanqueo (una inmoralidad que se puede usar una sola vez, una bala de plata sucia) y el endeudamiento externo cuyas consecuencias concretas, por ahí, se tardan en percibir porque muchos de sus costos son diferidos. Ese es, dentro de las diferencias, un símil con la devastadora acción del menemismo.
La reseña semanal reitera y agrega huelgas, reclamos, índices desoladores que subrayan una tendencia. El domingo pasado repasamos la cantidad de despidos. Ahorramos números hoy: se corroboró que siguen in crescendo. Son una luz roja, mientras las suspensiones y la mora patronal en el pago de cargas sociales funcionan como amarilla: son indicios de parálisis cuya continuidad detonaría nuevas cesantías.
Macri y sus adláteres buscan manos negras K detrás de cada movida, arropados por los medios dominantes que dibujan ese relato: se equivocan. Multicolor política y socialmente fue la Marcha Federal, como casi todas las convocatorias cotidianas. En la cadena TN explicaban que había contados trabajadores, porque se “mezclaban” con militantes (que como todo el mundo sabe son rentistas) y organizaciones sociales (cuya base, se supone, son herederos de millonarios).
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- Antídotos de baja intensidad: El oficialismo manotea dos tipos de antídotos para replicar a las muchedumbres opositoras. El primero es redoblar, en yunta con los medios dominantes, las denuncias contra la “corrupción kirchnerista”. Todo vale en ese juego, por ejemplo, sacar del frízer acusaciones ya rechazadas o maquillarlas para presentarlas como nuevas. De cualquier modo, parece que el manejo es todavía eficaz, por lo menos en el universo del cincuenta por ciento que votó a Macri en la segunda vuelta electoral.
El segundo antídoto, cada vez más inocuo, es reunirse “a dialogar” con dirigentes sindicales, legisladores, gobernadores o dirigentes opositores o semi opositores o pseudo opositores. El viernes el ministro de Trabajo, Jorge Triaca (h), recibió a la cúpula de la CGT unificada. El encuentro resultó chirle, tuvo sabor a nada evocando a la mejor creación del cantautor estadista Ramón “Palito” Ortega: “¿Qué nos sucede vida, qué, últimamente/ya discutimos por pequeñeces?”. Aquí y ahora no son pequeñeces sino enormidades que los jerarcas cegetistas no tienen margen (ni vocación, acaso) para ignorar.
El acto motorizado por las dos CTA los interpela con más vigor que la retahíla de negativas del ministro, quien ya les dio el bocado de las Obras Sociales. Pablo Micheli y Hugo Yasky, Secretarios Generales de la CTA Autónoma y de la CTA de los Argentinos, serena e inequívocamente les reclamaron un paro general conjunto (pedido también por los asistentes) en medio de un escenario que les daba oxígeno y fuerzas.
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- Memorias del mejor pasado: Fue notoria la diferencia (medida en número y en capacidad de atraer aliados de otros “palos”) con la Marcha de la Resistencia de la semana pasada. El dato es instructivo y debería ser madurado por el kirchnerismo.
Micheli y Yasky pusieron broche a la lista de oradores, constituyó un acierto dejar a éste el cierre. Yasky recuperó el mejor verbo de los fundadores de la CTA, Víctor de Gennaro y Germán Abdala. Su discurso fue inclusivo e identitario, subrayando el apoyo de distintas fuerzas políticas y vertientes gremiales. Recorrió cuarenta años de historia, enalteció luchas populares, homenajeó a las Madres y Abuelas de Plaza Mayo. Yasky pronunció, tal vez, el mejor discurso de su carrera, considerando el marco imponente y los desafíos. Es un gremialista docente al fin: sigue viviendo como habla. Como lo hizo con el guardapolvo blanco puesto, en el levantamiento de la Carpa Docente, cuando alboreaba el gobierno del ex presidente Fernando de la Rúa. Anteayer recuperó aquel mojón de las luchas sindicales contra el ajuste neo conservador, comenzado cuando la aquiescencia y el silencio acompañaban al neoliberalismo, con contadas y valerosas excepciones. Brega constante y pacífica como ocurre ahora con las movidas que el oficialismo intenta mancillar acusándolas de entorpecer el tránsito o de incitar al golpe.
Fariseos hubo siempre, pobres también… pero hay trances históricos en que las respectivas cantidades crecen.
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- Uia, no hay nada para celebrar: El 2 de septiembre es el día de la Industria. El historiador Felipe Pigna, con las clásicas ganas de fastidiar de los estudiosos, recuerda que “la primera exportación argentina”, producida el 2 de septiembre de 1587, “encubre un acto de contrabando y comercio ilegal”. Ese día zarpó desde el fondeadero del Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, la carabela San Antonio, rumbo al Brasil. Llevaba en sus bodegas cubrecamas, frazadas, otros tejidos, sombreros y bolsas de harina, producidos en Santiago del Estero. Pero en su interior, camufladas, según denunció el gobernador del Tucumán Ramírez de Velasco, también cargaba barras de plata provenientes de Potosí, cuya exportación estaba prohibida por Real Cédula”. Aguafiestas al margen, esta vez la Unión Industrial Argentina (UIA), que venía siendo claque del oficialismo, tuvo que aceptar (a regañadientes) que no hay nada para celebrar.
La conmemoración en la UIA rezumó melancolía y poco entusiasmo. El presidente viajaba a China, alguien le sopló a la vicepresidenta Gabriela Michetti que era mejor no asistir. Los popes patronales evitaron el cinismo de festejar.
Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, se constituyó en la estrella de la semana, aunque recibió más críticas que palmadas en la espalda. Predicó que el año próximo, los sueldos deben aumentar entre el 15 y el 17 por ciento, que son los porcentajes que su imaginación proyecta para la inflación anual, sin que le crean ni los cofrades del equipo de Macri con pensamiento propio. Algunos hay, aunque usted no lo crea.
Sturzenegger carga en su currículo con haber sido partícipe necesario del Megacanje que terminó de hundir al país. Es un fundamentalista del monetarismo, en grado preocupante. El peligro de figuras así con poder es que el fanatismo los obnubile y no entiendan las reacciones sociales frente a sus alquimias. La furia de los aprendices de brujo es casi tan nociva como sus medidas, porque los compele a insistir y, en el borde, a odiar a quienes se les oponen.
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- Audiencias y sentencia: Las movilizaciones son variopintas, las tres más numerosas fueron encarnadas por gremios y organizaciones sociales. Las cuatro centrales obreras (con preeminencia cegetista) el 29 de abril, las organizaciones sociales en San Cayetano, las CTA este viernes pasado.
Las convenciones colectivas, sus pedidos de reapertura y los paros han sido las acciones opositoras más determinantes a partir del 10 de diciembre de 2015. Lógica pura, derivada del peso específico del sindicalismo en el sistema político. El oficialismo va en camino de consumar una hazaña que refleja bien un tweet del periodista Martín Rodríguez: “¿En un año de gobierno reunificaron todas las centrales sindicales? Yo que Macri en el saludo navideño lo incluyo como ‘mérito’”.
Los ciudadanos-usuarios de servicios públicos, a su vez, encarnaron otra movida que le cambió la hoja de ruta al macrismo.
El aumento de precio del gas sigue en suspenso, a la espera del nuevo esquema tarifario y de la audiencia pública. El gobierno la postergó unos días, al 16 de septiembre, para que no ensombreciera un cónclave empresario VIP. Simbolismo involuntario, el orden de prioridades: las corpos primero,
La Corte Suprema se apresta a resolver un expediente que suspende el tarifazo de energía eléctrica. Para el Acuerdo del martes 6 ya estará presentado el dictamen de la Procuradora General Alejandra Gils Carbó y el Tribunal podría resolver o tomarse unos días más.
La incorporación del juez Carlos Rosenkrantz y la versatilidad ideológica de Ricardo Lorenzetti alientan esperanzas del gobierno. Rosenkrantz es descripto como un jurista market friendly en materia económica y liberal “a la norteamericana” en materia de derechos civiles. Algo así como una versión jurídica del diario ideal de Jacobo Timerman. Lo más sensato es esperar y ver, desde ya.
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- Brasil, un precedente: La mejor nueva para el Gobierno llegó de Brasil: el derrocamiento de la presidenta Dilma Rousseff. El PT llevó al gobierno a un obrero de cuna humilde primero, a una mujer después. Podría decirse que concretaron dos ilusiones fundacionales del peronismo, que produjo solo uno de esos logros. Avances así, ejemplares, irradian y contagian a la sociedad. El gabinete del presidente Michel Temer grafica el giro reaccionario: está integrado exclusivamente por hombres blancos. Una señal de los tiempos por venir.
La reacción popular ante el despojo pareció escasa, medida con ojos argentinos. El sociólogo Waldo Ansaldi explicó ayer (en el programa Gente de pie que se emite por Radio Nacional) que es bajo el “coeficiente histórico” de movilizaciones políticas populares en el gigante vecino. Las hubo, por cierto, en demanda de elecciones directas en los ‘80 y en la promoción de impeachment al ex presidente Fernando Collor de Mello en los primeros ‘90. El PT cambió en parte ese comportamiento pero no contó con apoyo contundente en la hora decisiva.
En la Argentina, la acción directa gravita mucho desde siempre, característica acentuada desde fin del siglo XX. El Estado y las patronales privadas ponen cientos de miles de personas en la calle. Los damnificados concretos y quienes avizoran que pueden serlo se organizan, se hacen dueños del espacio público y protestan. Bienvenida costumbre, cero novedad.
La factible huelga general, la reunificación de la CTA y la acción sindical futura serán determinantes en el futuro cercano, también caracterizado por la relativa entropía de los partidos políticos opositores.
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