Sábado, 13 de enero de 2007 | Hoy
20 años en el espejo: Los reportajes de Página/12 que testimonian dos décadas de la cultura, la sociedad y la política argentinas
Por Moira Soto
Publicado el 28 de noviembre de 2004
Una obra pop, definitivamente, con todo el condimento”, dice Fito Páez en el sofá blanco de su living blanco con un piano negro y algunos libros, de Xul Solar, y películas de Hitchcock por ahí. Después de celebrar en septiembre sus veinte años de carrera y de la reciente edición en DVD de los conciertos de fines de 2003 en el Gran Rex de Naturaleza Sangre, su último disco, Páez se apresta gozoso al lanzamiento, en los primeros días de diciembre, del disco doble Mi vida con ellas. Una primera síntesis de su historia musical (habrá continuación el año próximo) que sorprende con versiones diferentes, algunas nuevas, de su ya conocido repertorio, e incluye –por ejemplo– “Lo que el viento no se llevó” (Buenos Aires, 16/11/99), “Al lado del camino” (Nueva York, 27/9/00), “El amor después del amor” (Montreaux, 8/7/94), “Tumbas de la gloria” (Madrid, 23/7/02) y “Mariposa Tecnicolor” (Lima, 28/9/02).
Mi vida con ellas es un homenaje a las mujeres que han estado, que están en la vida del compositor, pianista y cantante. Las que le han dado amor y/o inspiración, compañía, amparo, confianza, lealtad. Las que lo han arropado, confortado, y también dado pelea y divertido a través de los años. No están todas, aclara FP, sólo dieciséis, a saber: Romina Ricci, Jorgela Argañarás, Divina Gloria, Romina Cohn, Fernando Noy, la tía Charito, Marcova, Anita Alvarez de Toledo, Rosario Delgado, Macarena Amarante, Nora Lezano, Fabiana Cantilo, Claudia Puyó, Dolores Fonzi, Sonia Lifchitz y Cecilia Roth. Ellas resplandecen en la magnífica producción de fotos que realizó Nora Lezano, con rutilante vestuario de Gustavo Ros, asistido por Silvia. Fito está fascinado con las imágenes de show de revistas, con los temas elegidos, con sus chicas, una de las cuales, su actual mujer –“la nueva vedette Romina Rictus”, la anuncia él– llega de la calle con su hija Valentina y con Martín, el hijo de Fito y Roth, y marcha a ocuparse de Margarita, la preciosa beba de seis meses de la pareja.
“Aprendí muchas cosas preparando estos discos”, discurre Fito Páez. “Porque la idea del archivo es algo que nosotros no manejamos: vivimos en un lugar donde se hace y se tira. Al realizar este trabajo tomé conciencia de esta situación: qué bárbaro, veinte años y tener todo por ahí en cajitas. Cosas que deberían haber estado en algún lugar guardadas, ordenadas, rotuladas. Momentos de una historia con muchas implicaciones.”
–¿Nunca en la vida se te ocurrió archivar esas grabaciones?
–Ya ves que no, estaba todo tirado, desperdigado. En casa de uno o de otros, en casetes, en DAT. Bueno, tardó tanto la tarea de búsqueda de material como la mezcla del álbum.
–¿El trabajo se acentuó mucho a la hora de elegir y tener que descartar?
–Sí, claro. Ése fue el segundo paso. Algo delirante, me sentí tironeado por todos lados. Había momentos que ganaba la calidad de grabación; otros, la interpretación o el contenido. Entonces era: qué, por qué y cómo. Se imponía tomar decisiones. Entonces armé dos grupos: este que es el primero, y después otro donde están las cosas que quizás no tengan tanta calidad técnica, pero sí otros valores. Por ejemplo, una interpretación muy fuerte. Ahora me acuerdo de una de los hermanos Fattoruso en un barcito en Montevideo, con Osvaldo y Hugo en el piano: no se escucha bien el bajo, la batería está fuerte, la voz medio perdida, pero salió buenísima, aunque no entró en el concepto del disco que sale ahora.
–¿Hubo alguna consigna, alguna idea madre a la que adheriste como punto de arranque?
–Mi vida con ellas: ese título fue la base del proyecto. Surgió de una forma un poco disparatada, porque hasta ese momento era el título de la película que quiero filmar el año que viene, una comedia de chicas. Pero no me terminaba de cerrar, no podía justificar el título, aunque me sirvió para escribir el guión. Después pasó lo de la grabación de Rosario, el concierto de los 20 años que no funcionó muy bien por problemas técnicos.Y entonces surgió la posibilidad de armar un álbum con grabaciones de todos estos años. Empezó la búsqueda de los temas y ahí se unieron dos ideas: ese concierto con las amigas, los amigos, los músicos, los hijos... y los veinte años en canciones por las ciudades, con distintos públicos en distintas épocas. Este concepto fue el que terminó de formular el álbum. Y en la selección, lo que siempre ganaba –más allá del grado de popularidad de la canción– era cierta intimidad mía con los temas. Recién después empiezo a pensar en aspectos técnicos, que son importantes a la hora de tener un estilo.
–¿Y dónde están ellas?
–Cuando decimos ellas, tenemos que hablar de las letras, de los manuscritos, de la cantidad de botellas ingeridas, de la cantidad de mujeres con las que me he vinculado. Ellas están dentro de mí, son parte de mi vida. También podemos hablar de las canciones como disfraces, ¿no? Por eso me gustan las chicas con las plumas, el despliegue de ese vestuario espectacular. “Dadle a un hombre un máscara y te dirá la verdad...” En este caso, a dieciséis mujeres. Me gustaba la imagen de ellas ligada a la idea de teatro, de representación.
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