Domingo, 18 de marzo de 2007 | Hoy
El último informe de Morgan Stanley recomienda que no se “sobreestime” la medición de inflación. Pero también avisa que “la manipulación” puede tener “efectos lamentables.”
Por Marcelo Zlotogwiazda
“No hay que sobreestimar la agitación que se generó por la medición de la inflación, ya que hay un intenso esfuerzo por controlar las expectativas y un cuidadoso monitoreo de las negociaciones salariales. Y todo eso se da en un contexto en el que el Gobierno mantiene una política sensata de evitar incurrir en el tradicional hábito de gastar más allá de sus posibilidades.” El diagnóstico tranquilizador aparece en el último informe sobre la Argentina del banco de inversión Morgan Stanley, que sin embargo también advierte que la manipulación en las mediciones “puede llegar a tener efectos lamentables sobre la habilidad de las autoridades en mantener las políticas fiscal, monetaria y salarial”. La ambigüedad de un mismo análisis que es optimista cuando se basa en las variables macroeconómicas y políticas, pero se tiñe de dudas por la desconfianza que provoca el índice de precios, es una prueba más de que la intervención del Gobierno sobre el Indec resultó, además de tosca, contraproducente.
Con la firma de los economistas del banco estadounidense, Gray Newman y Daniel Volberg, el informe titulado “Hecho a medida” del jueves pasado afirma que “el affaire en el Indec podría complicar los intentos del Gobierno en moderar las demandas salariales” debido a que “los sindicatos pueden considerar que el índice oficial hecho a medida subestima la verdadera inflación”. Sin embargo, la lectura política de los mismos dos economistas los lleva a señalar que “sospechamos que una espiral salarios-precios es improbable en un período cercano porque el Gobierno tiene fuertes lazos con los líderes sindicales y ha usado controles de precios para proveer a los trabajadores de un conjunto de artículos de consumo básico a precios accesibles”.
Más allá de las lógicas pretensiones de máxima con las que comienzan algunas paritarias, el sindicalismo no está desalineado con el objetivo de ajuste del 15 por ciento que el Gobierno considera adecuado, y ese acuerdo quedó en evidencia en el tono de las palabras y en los gestos que se cruzaron Néstor Kirchner y el titular de la CGT, Hugo Moyano, cuando el Presidente pidió prudencia y responsabilidad en las negociaciones salariales durante un acto que tuvo lugar el jueves en Casa Rosada.
Los economistas más influyentes del país coinciden con los de Morgan Stanley en descartar una exagerada presión salarial. El último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que el Banco Central realizó el mes pasado entre las principales consultoras arrojó que se espera en promedio un alza del 16 por ciento para el año.
En cuanto a la otra variable macro que alimenta el optimismo de Newman y Volberg, el resultado del REM es confirmatorio: en promedio los pronósticos ubican el superávit fiscal primario en 25.000 millones de pesos, que es mayor al del año pasado. La consultora Finsoport augura que la marcha de la situación fiscal en 2007 será “a toda máquina”.
Además de lo que implica como bálsamo para los temores inflacionarios, especialmente para el pensamiento dominante, la abundancia fiscal permite destinar subsidios a frenar precios, como por ejemplo los que recibe el transporte para compensar el congelamiento tarifario, o los que se otorgaron hace poco a los productores de pollo y trigo como forma de neutralizar la estampida en el precio internacional de los granos.
A la alianza política Gobierno-CGT y a la continuidad de la holgura fiscal, hay que sumar otros dos elementos que acotan el peligro inflacionario. Uno es que el país continuará generando un fuerte excedente de divisas, que por la vía del comercio exterior rondará los 12.000 millones de dólares, según la citada compulsa del Banco Central. La segunda, derivada en parte de la anterior, es que las reservas mantendrán el ritmo de expansión, hasta alcanzar los 42.500 millones de dólares a fin de este año de acuerdo a lo que proyectan los gurúes.
Pero la mejor síntesis sobre cuál es la real dimensión del riesgo inflacionario lo da nuevamente la encuesta del Banco Central de la que participan, vale reiterar, los más influyentes economistas: la expectativa de inflación para marzo es del 1 por ciento (ver recuadro) y del 10,2 por ciento para todo el año.
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