Lunes, 4 de junio de 2007 | Hoy
ECONOMíA › INFORME SOBRE LAS PROYECCIONES MACROECONOMICAS OFICIALES
En los últimos quince años, Economía trabajó con un modelo para diseñar políticas que no consideraba a la demanda agregada como relevante para determinar el nivel de actividad. Se está elaborando un nuevo modelo que sí la incluye.
Por Alfredo Zaiat
El Ministerio de Economía tiene en su poder un estudio avanzado para la elaboración de un nuevo modelo macroeconómico que permita realizar proyecciones sobre la evolución futura de las principales variables. Además, que facilite la evaluación del impacto de diversas medidas de política económica, incluyendo iniciativas de política fiscal, monetaria, de ingresos y de seguimiento de la coyuntura. El actual, instrumento básico para la conducción del Palacio de Hacienda, era deficiente, incompleto y exagerademante sesgado a la corriente neoclásica. En la práctica, el modelo existente no sirve para analizar la actual situación económica ni para definir proyecciones.
Lo que se presenta como algo muy teórico y alejado de los problemas cotidianos de la población, resulta fundamental para la evaluación de la marcha de la economía y, en especial, para fijar objetivos de mediano y largo plazo con impacto en la población.El documento oficial, preparado en la subsecretaría de Programación Económica y bajo la supervisión del joven economista Martín Abeles, a cargo de la subsecretaría de Política Económica, tiene el sugestivo título “Modelización macroeconómica, sesgo ideológico y ética profesional en la función pública”. Esto último tiene que ver con la aclaración expuesta en la primera página de ese paper: el Ministerio “no contaba con documentación formal que permitiese establecer cuáles son sus principales atributos, aspectos metodológicos, supuestos subyacentes, ni funciones de comportamiento”, critica a las gestiones anteriores. Traducido: todas las proyecciones económicas de los últimos 15 años producidas desde el Palacio de Hacienda tenían poco de “científico” y mucho de “políticas” para presentar como “exitoso” un modelo –la convertibilidad– que no lo era.
Al respecto, en el documento se indica que así se “dificultaba enormemente a las autoridades conocer los supuestos conceptuales y de comportamiento incluidos en el modelo”. Entonces, la subsecretaría se abocó a reconstruir y revisar críticamente el modelo de proyecciones heredado a los efectos de adecuar su estructura a la nueva situación macroeconómica –desde una perspectiva empírica– y revisar algunos de los supuestos conceptuales y metodológicos más importantes, para que el modelo sea –según se precisa en el paper– relevante desde un punto de vista explicativo y para la programación económica.
En concreto, el objetivo que persiguen los técnicos de Economía radica en la obtención de un nuevo modelo macroeconómico de proyección que no solamente tenga en cuenta los criterios de consistencia tradicionales. También que “permita predecir y explicar desde una óptica más abarcativa, que incluya taxativamente las interrelaciones existentes entre crecimiento, distribución y estructura productiva, de manera que la demanda agregada y la configuración sectorial jueguen un papel central en la dinámica del modelo, tanto en el corto, mediano como en el largo plazo”. No deja de sorprender que, por más que la estrategia y el discurso de la década del ’90 mantenía en segundo plano, el tema del reparto de la riqueza, el modelo de proyección de Economía ignorara completamente esa cuestión. A nivel teórico, se trataba de un modelo predominantemente neoclásico, “donde la dotación de factores era prácticamente la única determinante del crecimiento, sin que la demanda juegue papel alguno en la determinación del nivel de actividad.
Esa base explica la nula relevancia que la política económica de la década pasada o de las recomendaciones de los gurúes de la city o de las recetas del FMI le asignaban a la demanda agregada, entre sus principales componentes, el consumo, o sea el nivel de ingresos de la población. El salario o las jubilaciones no eran importantes para diseñar estrategias de crecimiento o definir políticas específicas para ese sector económico. En la práctica, y como quedó demostrado, la situación de los trabajadores o de sectores con ingresos dependiente del Estado era secundaria. Es decir, que la distribución del ingreso venía exógenamente determinada y, por lo tanto, no había que hacer nada para alterarla. “Existe un fuerte sesgo ideológico, más explícito que subyacente, a lo largo de todo el modelo”, se señala en el informe.
En suma, “el modelo no incluye como determinante del Producto a la demanda agregada, ni siquiera en el corto plazo”, se señala en el documento de Economía. Se explica que esa situación contrasta con los modelos de proyección examinados por los técnicos de Felisa Miceli, por ejemplo el del Bank of England, que “suele ser keynesianos en el corto plazo y neoclásicos en el largo”. Así, el impacto de distintas políticas económicas no puede evaluarse en términos de bienestar. Ahora se busca reacomodar las fichas a otra realidad.
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