Lunes, 4 de junio de 2007 | Hoy
EL PAíS › FESTEJOS CON LA CABEZA PUESTA EN EL 28 POR CIENTO QUE DEBE SUMAR FILMUS PARA EL 51
En el bunker de Filmus se festejó el segundo lugar como si se tratara de una victoria absoluta. La cuesta empinada que deberá remontar en la segunda vuelta no opacó el festejo por haberle ganado a Telerman. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, dio un ejemplo en Portugal, donde el ganador recuperó una diferencia similar.
Por Diego Schurman
“Ahora vamos por el 56 por ciento restante.” Alberto Fernández estaba con ínfulas. La pantalla de TN reflejaba el 44 por ciento obtenido por Mauricio Macri y el kirchnerismo se autoalentaba. “Quiero ver qué dicen los diarios ahora, quiero ver qué dice Telerman”, se escuchaba tronar al jefe de Gabinete desde la habitación 1607 del Panamericano, donde el cerebro de la campaña festejaba con el candidato K para la Ciudad, Daniel Filmus.
Como si se tratara de un viaje de egresados, en ese piso 16, los ministros de Néstor Kirchner se cruzaban sistemáticamente de cuarto. Del 1607 al 1610 y de allí al 1608. Era todo sonrisas, sin atenuantes; ni siquiera cuando alguien que no era del staff oficial osaba mencionar lo cuesta arriba que resultaría la segunda vuelta frente a un Macri que le había sacado a Filmus alrededor del 20 puntos de ventaja.
–No me vengan con un martes 13. Hay un ejemplo muy elocuente en Portugal, donde Mario Soarez dio vuelta un ballottage estando 20 puntos abajo de su competidor –se regodeaba Carlos Tomada. El ministro de Trabajo estuvo toda la noche convenciendo a los periodistas de que no hay imposibles. “Nothing is impossible”, decían repitiendo el slogan del comercial de Adidas.
El clima efusivo se mantuvo aun entre los funcionarios de reconocido bajo perfil. Fue el caso de Carlos Zannini, quien ofreció “entregar” la Copa Libertadores con tal de ganarle a Macri. Por si no quedó claro aún, el secretario de Legal y Técnica es fanático de Boca.
–Yo decía que con 10 de diferencia íbamos a poder y ahora estoy diciendo que con 20 de diferencia igual vamos a poder –se sumaba Felisa Miceli, apoltronada frente a la TV, en un sector del piso 16 donde se distinguía la figura del Obelisco, emblema porteño si los hay.
La aparición de Cristina Kirchner en el lugar enfervorizó aún más a la tropa. Todos decodificaron lo mismo: la primera dama no perderá ni un segundo para nacionalizar la pelea. En la conferencia de prensa, el propio Filmus –que ayer mismo cumplió 52 años– colaboró con la idea al prometer una confrontación entre dos modelos en pugna.
Hubo balcón, probablemente para inmortalizar el momento, porque abajo la concurrencia era mínima y sólo sobresalía el pingüino inflable que el kirchnerismo lleva a pasear a sus actos. Fue una decisión de apuro y ni siquiera dieron tiempo a los medios: algunos de ellos debieron resignarse a tomar las nucas de los candidatos, ya que no lograron apostar sus cámaras en la calle.
Kirchner prefirió seguir todo desde Olivos, aunque en algún momento se barajó la posibilidad de su presencia. La aparición de Cristina no deja margen para el comentario de rigor: ¿otra señal más de que será la próxima candidata a presidente?
Los habituales inquilinos de la Casa Rosada estaban contentos con el ministro de Educación como lo estaría un padre al ver la buena nota de su hijo en el boletín. Esa era la figura que algunos trazaron sobre el hombre que por primera vez logró poner al kirchnerismo en el puesto número dos del podio.
–Néstor (Kirchner) se convenció de que entrábamos en el ballottage el día del debate televisivo. Ahí nos dijo que Filmus le había ganado a Filmus –señaló Zannini para explicar cómo se impuso la convicción por sobre las dudas en la puja interna que se libraba dentro de la cabeza del propio candidato.
Filmus fue creciendo con el correr de los días. Y si bien es verdad que de las filas de Jorge Telerman se hizo crecer la versión de que el ministro se bajaría en algún momento porque no llegaría a reunir adhesión popular, algunos sectores del kirchnerismo dejaron saber sus dudas. La observación de Zannini es un fiel reflejo de esa realidad.
El jefe de Gobierno porteño estuvo presente todo el tiempo en el bunker K. “Un minuto de sileeeeenciooooooo, al pelado que está muerto”, cantaban en el entrepiso del Panamericano, un hit que era replicado en el piso 16, a pesar de las formas.
–¡Vuelve a mentir! ¡Vuelve a mentir! Es un descarado –se indignaba Sandra Bergenfeld cuando, a las 19.30, Telerman aseguraba tener su lugar en el ballottage. La legisladora porteña, que impulsó la denuncia por la falsa licenciatura de Telerman, se enojaba con lo que veía en Crónica TV y se consolaba contestándose a sí misma. “Bueh, pero, ¿qué va a decir? Si dice otra cosa se le borran todos los fiscales.”
Hubo dos ítem que produjeron las mayores indignaciones de la noche: una cuando se echó a rodar la versión de que Filmus se bajaría del ballottage. Dijeron que eso sería hacer lo que Carlos Menem le hizo a Néstor Kirchner, y que además –aun ante una derrota– sería desperdiciar la posibilidad de mostrar un caudal de apoyo impensado meses atrás en el segundo distrito más importante del país.
Los ministros K también se alteraron cuando escucharon cómo el arista Enrique Olivera, el dos de Telerman, felicitaba al “futuro gobierno” de Macri, ninguneando así el ballottage y, negando de hecho, un eventual apoyo en esa instancia a Filmus. El Gobierno ya lo veía como un escenario eventual, sobre todo por el nivel de enfrentamiento que mantienen Telerman y Alberto Fernández.
–Borón bombón, borón bombón, cuidate Macri, te toca a vos –atizaban los muchachos K, como para dejar en claro que la pelea continúa.
Aníbal Ibarra y Ginés González García se prendieron en el tren de la alegría. Pero los diputados porteños electos (cabezas de las dos listas que acompañaban a Filmus) tenían dibujado un ábaco en sus cabezas, ya que se la pasaron haciendo cuentas para ver cuántos de sus hombres finalmente lograban convertirse en flamantes legisladores.
–6-2 –decía Ibarra, a su favor.
–¿Qué? Estamos metiendo cuatro cada uno –desafiaba Ginés, unos metros más allá.
Eso sí, los dos remataban con la misma frase: “Ganamos, viejo. Ganamos”.
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