EL MUNDO › EL PARTIDO POPULAR ATRAVIESA SU PEOR MOMENTO DESDE SU FUNDACIóN, HACE VEINTE AñOS

La derecha española está en crisis

Tras la estrepitosa derrota en las urnas, el líder popular Mariano Rajoy se impuso moderar la formación. Esto ha provocado una sangría de dirigentes aznaristas y dejado en evidencia una interna feroz.

 Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

La renuncia el lunes del secretario general del Partido Popular, Angel Acebes, dejó al descubierto la inmensa olla a presión en la que se ha convertido el partido después de haber sufrido su segunda derrota consecutiva en las elecciones presidenciales el pasado 9 de marzo. La tensión entre el ala moderada del partido que ha encontrado en Mariano Rajoy un inesperado aliado y la derecha religiosa y conservadora que trata solapadamente de impulsar la candidatura de la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, con ambiciones de convertirse en la futura “dama de hierro” española, ha llevado al PP a su peor crisis desde su refundación en 1989. El congreso que se desarrollará en Valencia entre el 20 y el 22 de junio despejará algunos de los nubarrones que sacuden la organización, pero la brecha que se ha dejado ver estos días parece demasiado profunda como para que pueda cerrarse con un simple trámite partidario.

Hasta el momento, el único que ha manifestado su voluntad de ratificar en el congreso su condición de líder del partido durante los próximos cuatro años ha sido Mariano Rajoy. Pero el hecho de que no haya hasta ahora candidatos alternativos no significa que todo el aparato partidario acepte de buen grado la continuidad del dirigente gallego derrotado dos veces en las urnas por Rodríguez Zapatero. El estilo parsimonioso de hacer política de Rajoy ha contribuido a empeorar la situación, al negarse a hacer público hasta un día antes del congreso quiénes serán sus candidatos a ocupar los puestos clave del partido. Ayer, después del portazo de Acebes, dirigentes de gran calado salieron en masa a pedirle que despeje esa duda cuanto antes.

“El poder desgasta, pero más desgasta al que no lo tiene.” Con esta verdad de manual para los políticos españoles, un diputado del PP que prefiere el anonimato para no avivar el fuego, explica el meollo del asunto. “Cuando Zapatero termine su mandato en 2012 se habrán cumplido 30 años en los cuales el PP sólo estuvo ocho en el gobierno.” No estar en el poder significa que no hay ni cargos ni negocios para repartir. Y esto es grave para un partido como el PP, que desde su refundación en 1989 contiene a familias políticas de muy diversa procedencia y pelaje. Conservadores, liberales, democristianos, todos unidos desde hace veinte años más por las exigencias que plantea una ley electoral que favorece el bipartidismo, que por sus propias convicciones.

Después de la derrota en las últimas presidenciales, Rajoy tomó la decisión de renovar el partido y sacarse de encima el lastre que le había dejado su propio mentor, el ex presidente José María Aznar, el hombre que lo designó de un dedazo pensando que el PP ganaría de taquito las elecciones de 2004. En esa línea nombró a la jovencísima Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz del partido en el Parlamento. “Afrontaré los próximos cuatro años con mi equipo” resaltó, dando a entender que ni el secretario general –Angel Acebes– ni el número tres del partido Eduardo Zaplana eran “de los suyos”. Esto causó un gran malestar entre los sectores más conservadores, que a través de las páginas del diario El Mundo y de las ondas radiales de la cadena COPE, propiedad de la Conferencia Episcopal, comenzaron una auténtica operación de acoso y derribo del líder derrotado.

A partir de ese momento, la torpeza y la parsimonia de Rajoy no hicieron más que empeorar las cosas. Mientras tanto, crecían los rumores acerca de una posible candidatura alternativa de Esperanza Aguirre, neocon de pedigrí, mimada por el Opus Dei y el nuevo capo del Vaticano y conocida también por sus políticas favorables a la privatización de la salud pública, la mano dura con la inmigración y el “todo vale” en el ámbito de la especulación inmobiliaria que aplica desde el gobierno de la comunidad de Madrid. Pero Aguirre es una “esperanza” inviable, mal que le pese a la derecha del partido, porque no tiene una banca en el Congreso, con lo cual, de acuerdo con los usos y costumbres de la política española, es imposible que se transforme en los próximos años en la líder del principal partido de la oposición. “Imagínese –comenta otro diputado del PP– a Zapatero en el debate del estado de la nación con toda la atención de los medios sobre él y el líder de la oposición que le responde desde la calle en una conferencia de prensa. ¡Imposible!”. Apurada por los medios, Aguirre hasta ahora no ha confirmado ni ha descartado que se vaya a presentar.

Mientras, las diferentes familias regionales del partido comienzan a mover fichas. Desde Valencia, la segunda plaza fuerte en poder del PP, el poderoso presidente de la comunidad Francisco Camps se ha pronunciado a favor de Rajoy y espera colocar a su delfín, Esteban González Pons, en la Secretaría General o en un puesto de gran relevancia. Desde la Alcaldía de Madrid, el archienemigo de Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón, tampoco oculta sus ambiciones bajo el ala de Rajoy. Y desde Galicia, el veterano Manuel Fraga llama a la calma y a mantener la unidad. La palabra final la tendrán en junio los algo más de 3000 compromisarios, elegidos por los afiliados hace quince días, que son los que en votación secreta elegirán las futuras autoridades partidarias. Tal y como están las cosas nadie descarta que termine por presentarse una candidatura alternativa por sorpresa o que los sectores díscolos terminen por negociar un momentáneo apoyo a Rajoy a cambio de que la candidatura para enfrentar a Rodríguez Zapatero en 2012 se decida a través de primarias abiertas, una auténtica novedad dentro de un partido más acostumbrado al verticalismo franquista que a la democracia interna. Hasta ahora lo único que parece estar claro es que la crisis profunda que atraviesa lastrará la labor opositora del PP en los próximos cuatro años.

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El estilo parsimonioso de hacer política de Rajoy contribuye a empeorar los ánimos.
Imagen: AFP
 
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