El gobierno de Rafael Correa volverá a jugarse hoy buena parte de su suerte futura, cuando 9 millones 700 mil ecuatorianos vayan a las urnas por cuarta vez en 3 años, esta vez para respaldar o rechazar la propuesta de una nueva Constitución nacional.

Si la ciudadanía respalda el texto, Ecuador habrá aprobado la que será la vigésima Carta Magna de su historia. La consulta de hoy cierra un proceso que empezó con otro referendo –por el Sí o No al cambio–, siguió con la elección de los asambleístas y tuvo su penúltimo paso con la tarea de 130 constituyentes, que discutieron y redactaron en la ciudad de Montecristo los 444 nuevos artículos.

“¿Aprueba usted el texto de la nueva Constitución de la República, elaborado por la Asamblea Constituyente? ¿Sí o No?”, preguntará la boleta, con un recuadro para que la gente marque su respuesta, sobre fondo celeste y con varios mecanismos de seguridad.

Amparados en el lema “Mil veces Sí”, el propio Correa y sus ministros fueron los mayores promotores del apoyo a la nueva Constitución, que respaldan varias fuerzas aliadas y rechazan los partidos más tradicionales. A la impresionante campaña hecha desde el Estado, aun antes de los 45 días de campaña, el Sí suma los altos índices de popularidad que mantiene el presidente, claramente ayudado por el descrédito y el desgaste de las fuerzas tradicionales.

Respaldan el Sí, además del oficialista Acuerdo País, sus aliados del Movimiento Popular Democrático y de las dos principales organizaciones indígenas, el Partido Pachakutik y la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), además del Partido Roldosista, del ex presidente Abdalá Bucaram.

La Izquierda Democrática dio libertad de acción a sus afiliados, e impulsaron el No los partidos Social Popular (del ex mandatario Lucio Gutiérrez), Social Cristiano (del ex presidente León Febres Cordero) y de la Renovación Institucional Acción Nacional (Prian, de Alvaro Noboa) y la Unión Demócrata Cristiana (UDC).

Con todo, las fuerzas del No hicieron toda su campaña por separadas porque no lograron articular sus actividades proselitistas. Con un pequeño partido propio, fue el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, el referente del rechazo a la nueva Constitución. La votación de mañana servirá también para medir el alcance de la prédica de la Iglesia Católica, que impulsó el No porque considera que el texto propuesto favorece el aborto y el matrimonio entre homosexuales.

Todas las encuestas de las últimas semanas muestran ganador al Sí, y queda por verse, si no pasa nada raro, el grado de contundencia de esa victoria. Pero Correa no quiere sorpresas. “Hay que estar atento al argumento de siempre de los perdedores para deslegitimar la victoria, para seguir tratando de desestabilizar”, declaró tras reunirse con los observadores de la Organización de Estados Americanos encargados de monitorear el voto.

Si finalmente se impone el Sí, Ecuador deberá enfrentar nuevas elecciones, legislativas y presidenciales, en las que Correa podrá volver a ser candidato –y hasta aspirar a la reelección 4 años después– sin que se le computen el año y 10 meses que lleva en el poder.

El texto propuesto, además de habilitar la reelección presidencial, incorpora el concepto de plurinacionalidad, suma al quechua y el shuar como lenguas de interrelación, veta la instalación de bases extranjeras, promueve los principios de inclusión y equidad social y dispone una reestructuración del Poder Judicial.