Viernes, 4 de septiembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › DOS MIRADAS EN TORNO DE LA FOTO QUE LEVANTO UNA POLEMICA MUNDIAL
En la imagen del niño sirio muerto en una playa turca convergen preguntas, significados, impactos que recorren el planeta. Desde la discusión sobre la pertinencia de su publicación hasta las derivaciones políticas que generó su difusión. Aquí, dos aportes al debate.
Claudia Fernández Chaparro *
Una compañera de la carrera de Psicología Social, Florencia, nos dijo: “No quiero ver la foto del nene sirio”. Inmediatamente, todas las presentes supimos a qué niño se refería.
Va a ser muy difícil que Florencia no tome contacto con esa foto viralizada de Aylan Kurdi, el niño de tres años que murió ahogado mientras escapaba de la guerra de Siria junto con su familia.
La pregunta es siempre la misma: ¿es correcto publicar una foto tan impactante? Según las leyes de protección integral de la infancia y la adolescencia, como la 26.061, no es ético y viola derechos personalísimos del niño. Aylan tiene derechos y esos derechos son vulnerados en virtud de mostrar algo que, desde hace mucho tiempo, venimos observando con preocupación: el drama de los migrantes.
La Convención sobre los Derechos del Niño también dice que los derechos de la infancia deberían estar en el primer plano de la agenda internacional en pro de los derechos humanos.
¿Por qué esta foto y no otras? Otros niños murieron en el intento de cruzar fronteras, pero la imagen de ese cuerpo pequeño, vestido y en la orilla de una playa de moda en una ciudad de Turquía fue impactante. El valor periodístico de la misma es innegable. Murieron miles, pero ésta es la que más golpea. La imagen de Aylan pone sobre el tapete el drama humano de este siglo: la desigualdad. Y demuestra la indiferencia de naciones ricas y poderosas ante la miseria y el pedido de auxilio de estas poblaciones periféricas.
Podríamos comparar esta foto con la del fotógrafo Kevin Carter, ganadora del Premio Pulitzer en 1994, en la que un buitre vigila pacientemente a un niño que agoniza por desnutrición en el desierto del Sahara, en Sudán.
Aylan es hoy un símbolo y, como tal, su última foto es la denuncia de este holocausto.
Los diarios del mundo que mostraban estadísticas, fotos de naufragios, muros de alambre y camiones con refugiados que perecieron en la travesía, hoy se hacen eco de esta foto e interpelan en sus editoriales a los gobiernos.
“El niño de la playa” les habla a los poderosos del mundo. Aylan Kurdi se convirtió en un héroe involuntario que les pone nombre y apellido a miles de desconocidos llamados por la prensa del mundo de modo genérico “migrantes”.
Mañana, en Venecia, está prevista una marcha de hombres y mujeres descalzos, tal como se trasladan muchos migrantes. Paradójicamente, Aylan llegó a la orilla, ya sin vida, pero con sus zapatillas puestas.
* Especialista en Infancia.
Cynthia Ottaviano *
Siete días bastaron para la creación del mundo, desde la perspectiva católica. La misma cantidad de días alcanzaron para agitar las redacciones periodísticas del mundo al debatir sobre si publicar o no un video conmocionante, que mostraba en tiempo real el asesinato de dos trabajadores de prensa de Virginia, Estados Unidos, y una foto devastadora del cadáver de un niño sirio, ahogado en la desesperación migratoria de su familia, a la orilla del mar turco.
En el primero de los casos, el noticiero de la PBS presentó los hechos, pero no usó capturas de pantalla del tirador, ni del arma, ni el audio de los tiros ni los gritos. En la NPR (la Red de radios públicas de Estados Unidos) concluyeron que la difusión del video “le daría al atacante el tipo de atención que aparentemente quería. Pero sentimos que le debíamos a nuestro público online darles una muestra de lo que era el video, y que una captura lo lograría. Sabemos que es una imagen dura, pero sentimos que era importante mostrarlo”.
En la radio, la BBC cortó el audio en general, después del sonido de un disparo en la cobertura. En la tv usó el fundido a negro como recurso para evitar la difusión del video completo. Se escuchó un disparo antes de cortar el cuadro a la conductora en el piso, reaccionando en shock. Luego del horario de protección a la niñez y la adolescencia, el noticiero de las 22 mostró el video desde el punto de vista del tirador, cuando se acerca a la filmación y baja el arma. Luego, fundieron a negro. No se mostró el tiroteo, ni la reacción de la víctima.
La empresa de radiodifusión finlandesa consideró que la intención del asesino era que se mostrara el video del antes y durante de la masacre y por eso no usó el video ni el audio. Sólo difundieron imágenes de las víctimas antes de ser asesinadas.
En la Argentina, hubo señales de “noticias” que llegaron a mostrar 43 veces seguidas el video, en menos de veinte minutos. Se espectacularizó la muerte, hasta volverla pornográfica. Quienes presentaban el video en un loop desafectado de la intención del asesino y los derechos de las audiencias, hicieron descripciones detalladas que buscaban orientar las miradas desatentas hacia determinados detalles: “fijate ahí”, “mirá ahora”, “ahí está”, “preste atención”.
La creatividad dramática exhibió decenas de titulares para profundizar el impacto: “morir en vivo”, “así lo mataba”, “grabó y subió su crimen a Twitter”. Expresiones inquietantes construyeron un suspense morboso en pleno horario apto para todo público: “te vamos a mostrar en exclusiva las imágenes”, “vean la expresión de la cara... ellos no saben, no se dan cuenta”.
La falsa sorpresa y hasta el delirio del vivo siguió condimentado la truculencia de lo ocurrido: “Increíble, increíble... estamos viendo algo que en algún momento las mentes más brillantes de la cinematografía, de la ficción, creyeron adelantarse, creyeron ser el Julio Verne de la modernidad”.
Si en las redacciones periodísticas argentinas existió el debate como en el resto del mundo, las lógicas de producción y reproducción mercantilistas de la tele parecen haberlo sofocado.
Todo hecho presenta una oportunidad extraordinaria para informar sobre los temas más diversos. No se trata del hecho en sí, sino del abordaje. De la verdadera intención informativa o distractiva. De la manipulación del morbo o de la invitación a pensar. De la construcción de sentidos que se propone y de las responsabilidades que implica.
Ante la difusión reiterada de los asesinatos, en pleno horario de protección de la niñez y la adolescencia establecido por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Defensoría del Público recomendó reflexionar y tomar conciencia, ya que “la emisión de secuencias reales de violencia explícita propone un sentido espectacularizante de la noticia y repone la violencia que representa”, sobre todo cuando se trata de “generar un impacto antes que de informar”.
Sin embargo, desde unos pocos espacios se siguió adelante en busca de rating, de dinero mediático. Algo diferente ocurrió ayer, cuando desde algunas señales y canales se preguntaron si difundir o no la foto y el cadáver del niño sirio: una muestra extraordinaria del fotoperiodismo, que logró lo que el Papa no había podido: que Merkel y Hollande se reunieran para tratar con algún sesgo humanitario las crisis migratorias europeas.
Pero una vez más, no es la foto aislada. No es ese “cuadro único” que captó una realidad insoportable, que debe ser modificada. Se trata de los contextos y las intenciones. Se trata de que la radio y la televisión son servicios de interés público, donde se exterioriza el derecho humano a la comunicación. No un mero negocio.
Se trata de comprender que hay múltiples usos posibles de esa imagen, que puede ser el detonante de informaciones y perspectivas sobre una problemática histórica, social, económica y cultural mundial como lo es la migración, la desesperación de millones de personas de diversos rincones del mundo y las mayores vulneraciones a sus derechos; o simplemente la exhibición deshumanizada una y otra vez, pidiendo atención, fingiendo sorpresa y consternación.
Se trata de que a casi seis años de la sanción y promulgación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se tome conciencia de que las luchas populares desde la recuperación democrática no fueron para que un puñado de comerciantes mediáticos se llenen de dinero y asfixien la palabra con videos de alto impacto, ni para que quienes trabajan en los medios omitan la reflexión y la toma de decisiones bajo una producción fordista; sino para que la radio y la televisión sean una herramienta de transformación social, que profundicen la democracia, poniéndolas al servicio de un pueblo y no de un “dueño”.
Se trata de la tensión que siempre existirá en la toma de decisiones mediáticas que pueden construir una violencia pornográfica, que deshumaniza la comunicación o poner en primer plano una realidad deshumanizada que, a partir de su comunicación, puede convertirse en el principio del cambio o la reflexión sobre temáticas históricamente silenciadas.
* Defensora del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual.
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