Domingo, 3 de septiembre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › AYER EL PRD ANUNCIO UN PLAN DE MOVILIZACIONES PARA LOS PROXIMOS CIEN DIAS
La pelea política que tuvo lugar en el Congreso fue el preludio de otras disputas entre la derecha y el centroizquierda. Se evitó por poco un choque entre el ejército y los manifestantes, pero ahora se viene un desfile militar por las calles cortadas y la ceremonia de traspaso de poder. López Obrador redobló la apuesta.
Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D. F.
La apuesta subió. Después de un primer escarceo para medir fuerzas, la derecha y el centroizquierda mexicanos alistan estrategias para el segundo y tal vez definitivo encuentro, el próximo 1º de diciembre, cuando deba asumir el próximo presidente de la república que, según el oficialismo, no será otro que su candidato Felipe Calderón.
La toma de la tribuna de la Cámara de Diputados, el pasado viernes, que impidió hacer uso de la palabra al presidente Vicente Fox en su sexto y último informe de gobierno, es el anticipo de lo que podría ocurrir dentro de tres meses, anunció ayer el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cabeza de la coalición Por el Bien de Todos que postuló a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador. Lo que es más, el PRD ya delineó las estrategias de movilización para los próximos 100 días.
Por su parte, el oficialista Partido Acción Nacional (PAN) –que aún no sale de su pasmo, luego de perder la batalla política en el Congreso–- apenas atinó a responder con la advertencia de que Calderón, su candidato, “sin duda” tomará posesión como presidente el 1º de diciembre en el mismo recinto legislativo, aunque no dejaron entrever cómo harían para evitar que el PRD les arruine nuevamente la función.
No es poco lo que está en juego. Es el poder lo que se disputa, por encima y a un lado de instituciones que fueron rebasadas por un conflicto poselectoral fermentado desde ellas mismas. El costo de la disputa tampoco es menor. México estuvo el viernes al borde del desastre. La prudencia de Andrés Manuel López Obrador y la estrategia eficaz del PRD, que impidió la ceremonia ritual de glorificación al final del primer gobierno de derechas en el país, frenó el choque entre decenas de miles de personas que esperaban una señal de su líder para lanzarse hacia el Congreso de la Unión y el Ejército, que ya los esperaba.
A solamente cinco calles del Zócalo capitalino, donde se realizaba el mitin diario que encabeza López Obrador y que, en esta ocasión, decidiría la eventual movilización de sus huestes para impedir el informe presidencial, el Ejército colocó retenes estratégicamente ubicados para frenar la manifestación. El Palacio Legislativo fue cercado, cerrándose 17 calles en total. El espacio aéreo quedó restringido a helicópteros, que no podían volar sobre San Lázaro, Reforma, Los Pinos ni el Zócalo. En San Lázaro, sede del Congreso, se desplegaron más de la mitad de los efectivos de la Policía Federal Preventiva: 2840 policías, más otros 800 del Estado Mayor Presidencial, 200 del Grupo Especial de Operaciones Especiales, 40 tanquetas antimotines con cañones de agua y 120 camiones.
Así, una parte de la capital mexicana quedó en virtual estado de sitio.
Ese fue el pretexto que utilizó el PRD para posesionarse de la tribuna del Congreso de la Unión, minutos antes de que arribara Vicente Fox, quien no tuvo otro remedio que retirarse y, por primera vez en la historia moderna del país, dejar inconcluso el ceremonial anual que durante décadas sirvió para el lucimiento personal del poder personificado en la figura del presidente de la República.
Pero ahora viene lo verdaderamente grave: la transmisión de poderes.
Esta semana que inicia, el Tribunal Federal Electoral deberá emitir la declaratoria de validez de la elección presidencial y, en su caso, declarar presidente electo a quien haya obtenido el mayor número de votos. La derecha sostiene que será Calderón, y el propio López Obrador parece preparado para esa noticia. El viernes, López Obrador lanzó la consigna más fuerte que se le ha escuchado en mes y medio de movilización: mandó al diablo a las instituciones. Lo que para muchos quedó en claro es que las instituciones ya se habían ido al diablo desde mucho antes. La institución presidencial, la primera.
Si ambas fuerzas insisten en jugar pulseadas, tendrán oportunidad de hacerlo el próximo 16 de septiembre, aniversario de la Independencia de México, cuando el Ejército deberá marchar frente al balcón central del Palacio Nacional, a cuyos pies está instalado el campamento de López Obrador. El desfile militar debería seguir, como todos los años, por todas las calles que se encuentran bloqueadas desde hace un mes y medio. La noche previa, Fox pretende encabezar la ceremonia cívica en el Zócalo, a riesgo de repetir el ridículo y tener que abandonar la plaza, como el pasado viernes, o llevar a la práctica el ensayo de represión que hizo anteayer.
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