Domingo, 10 de junio de 2007 | Hoy
EL MUNDO › LA DERECHA ES FAVORITA EN LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE HOY
Con la popularidad por el cielo después de su triunfo del mes pasado, su figura tracciona a los candidatos de su partido. Por su parte, el socialismo intenta frenar el avance de la derecha. Pero el partido gobernante tiene prácticamente asegurada su mayoría parlamentaria.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Un mes después de haber ganado la elección presidencial, Nicolas Sarkozy sigue sólidamente instalado en la diagonal del éxito. La diagonal Sarkozy es un territorio donde todo le sonríe: sondeos de opinión, imagen, aprobación de su corta gestión, poder dentro de las corrientes de la derecha, perspectivas electorales para la primera vuelta de las elecciones legislativas que se realizan hoy. La consulta legislativa es como la letra de una canción conocida por todos. El estado de gracia de Nicolas Sarkozy es tal que los electores se aprestan a darle una mayoría no ya confortable sino aplastante. Los socialistas hacen campaña no para ganar sino para limitar lo más posible la amplitud del tsunami conservador que los sondeos de opinión pronostican. Francia se encamina a una situación en la que todos los poderes estarán en manos de una sola vocación política, sin contrapeso alguno.
Sesenta y siete por ciento de opiniones favorables y una prensa a sus pies, el presidente francés gobierna en un clima sin nubarrones. Todas las amenazas que podían desestabilizar el inicio de su gestión se esfumaron. Los suburbios franceses no se levantaron ni se volvieron a incendiar como en 2005 y las escasas revueltas urbanas que estallaron durante los tres días que siguieron su elección se apagaron con la misma espontaneidad con que habían surgido. Ni oposición política ni oposición social. Sarkozy gobierna en luna de miel. Su estilo vistoso ni siquiera inspira las plumas irónicas. Su cena en un restaurant de lujo la noche de la victoria y su posterior descanso en un crucero de magnates ya son anécdotas que no afectan su imagen. Nicolas Sarkozy impuso su perfil. A diferencia de otros presidentes que presidían, Sarkozy preside y gobierna, lo controla todo y tiene a sus ministros bajo estrecha vigilancia. ¿Cuál ha sido el tema mayor de la semana? Según la encuestadora IFOP, Francia puso en el centro de su mesa una de las promesas de campaña de Sarkozy. Se trata de la posibilidad de reducir de los impuestos los intereses de los créditos inmobiliarios. La promesa consistió en desfiscalizar todos los intereses de los créditos contraídos luego del pasado 6 de mayo, pero ante las burlas de la izquierda, que lo acusó de beneficiar a los propietarios que habían votado por él, el presidente extendió la medida a todos los créditos en curso. Asimismo, Sarkozy adoptó un perfil doble en su gestión de los temas más controvertidos. Mezcla de negociación y firmeza, Sarkozy renunció a oponer un veto inmediato al ingreso de Turquía a la UE, también moderó su posición con respecto al servicio mínimo en caso de huelga.
Habrá que esperar la hora de la auténtica verdad, es decir, que el gobierno dirigido por François Fillon adopte las primeras medidas durante los meses de verano –julio y agosto– para medir luego el impacto y la relación de fuerzas. El paquete que se prepara es amplio. Inmigración, justicia, policía, régimen universitario, código de trabajo, desfiscalización de las horas extras, régimen de protección social, en cada una de estas ramas el presidente ha hecho valer sus prerrogativas, incluso en contra de la opinión de sectores de su propio campo, que estiman demasiado costosas algunas medidas.
Transcurridas cinco semanas desde su victoria, la diagonal Sarkozy conduce a una abrumadora mayoría parlamentaria. 44,5 millones de franceses designarán este domingo 577 diputados entre 7639 candidatos. La oposición socialista es una sombra, los comunistas siguen arrastrados por la mecánica de la desaparición progresiva, los centristas pagarán muy caro su alejamiento de los conservadores y el presidente recogerá los frutos de todas las desgracias de los demás. Desde hace varias semanas la incógnita no consiste en saber qué mayoría surgirá de la primera vuelta de este domingo sino con qué amplitud. Los sondeos anticipan la Asamblea más a la derecha de la historia de Francia, con un abanico que oscila entre 400 y 450 diputados para el partido presidencial UMP. Los socialistas hicieron justamente campana en torno de ese argumento: el riesgo de ver todos los poderes concentrados en Nicolas Sarkozy.
Hoy también empieza a jugarse el futuro del Partido Socialista. El porcentaje que emane de las urnas agravará el debate sobre las futuras orientaciones socialistas y las personalidades en quienes recae la responsabilidad de asumirlas. Todo converge a hacer de la candidata socialista a la elección presidencial, Ségolène Royal, la próxima Madame Rosa. Pese a su derrota ante Sarkozy en la presidencial, Royal se ha arraigado en el corazón de los militantes y simpatizantes socialistas. A su manera, y en otro contexto, Royal también vive una luna de miel con el electorado. 66 por ciento de la izquierda no le atribuye responsabilidad alguna en la derrota presidencial y cree que ésta se debió, sobre todo, a que su partido no la apoyó –lo que es cierto–. Más reconfortante aún para ella, 50 por ciento del electorado francés se muestra convencido de que Ségolène Royal es la única capaz de modernizar la izquierda.
Por paradójico que resulte, cuanto más estrepitoso sea el fracaso en las elecciones legislativas, más abierta quedará la ventana de la renovación socialista. La derecha concurre hoy por una mayoría que la dejará con todas las riendas del poder; la izquierda, por una amarga clave para emprender la lenta resurrección. En ambos casos, Francia será en pocos días una democracia sin contrapoder.
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