Domingo, 10 de junio de 2007 | Hoy
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, dio una misa en Plaza de Mayo y habló de la “falta de diálogo institucional”. Además, se refirió al pasado en términos de “perdón, arrepentimiento y reparación”. Le contestó el ministro del Interior, Aníbal Fernández.
Por Adriana Meyer
El gobierno nacional y la Iglesia jugaron ayer una nueva pulseada en su ya conflictiva relación. Una multitud, que más de un candidato en campaña hubiera querido convocar, participó ayer en Plaza de Mayo de la misa y procesión de Corpus Christi, y en su homilía el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, aseguró que “la falta de diálogo institucional” es uno de los defectos de los argentinos. Ya fuera de libreto, el cardenal advirtió sobre quienes traicionan al pueblo por medio de “la violencia, la exclusión, la injusticia y la mentira”. El primado convocó a “bendecir el presente, a hablar bien unos de otros, no para adularnos sino para superar las distintas perspectivas y buscar lo que construye bien común”. Según Bergoglio, también hay que “bendecir el pasado, no maldecirlo” porque “lo que fue pecado e injusticia también necesita ser bendecido con el perdón, el arrepentimiento y la reparación”. En este clima de época, sus palabras sonaron casi como un llamado a la “reconciliación nacional”. Rápido de reflejos, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, replicó que “si a la religión se la utiliza como bandera política no es la Iglesia de Cristo”. Y lamentó que se haya usado para esto la “casa de todos los cristianos”.
Sin embargo, Bergoglio había hecho una apología de la no identificación partidaria. “Gracias por marchar desde los cuatro puntos cardinales de la ciudad sin pertenecer a ningún partido político o ideología, sino por el simple hecho de amar”, subrayó el arzobispo ante los fieles congregados frente a la catedral metropolitana.
En una tarde fría aunque no del todo desapacible, con un sol tenue que intentaba ganarle a la neblina, transcurrió la celebración del Corpus Christi, fiesta que se realiza en la ciudad desde 1596 y en la que la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía hecha por Jesús en la Ultima Cena. Los creyentes consideran que es “la presencia viva de Jesús resucitado, es poner de manifiesto el cuerpo de Cristo entre la gente, como alimento del espíritu”.
Mientras los cánticos retumbaban en la plaza, gracias a los equipos de sonido con la potencia de los recitales de rock, varios curas confesaban de pie a quienes querían purgar sus pecados, y un grupo de laicos circulaba con alcancías de Cáritas. Un par de jovencitas, con pañuelos naranja, repartían volantes convocando a la marcha “de los escarpines”, bajo la consigna “los niños por nacer” necesitan tu presencia frente al Congreso para impedir la legalización del aborto.
Los colegios religiosos, las diferentes parroquias y grupos de scouts exhibían con orgullo sus pancartas, carteles y banderas. No importó que fuera sobre asfalto, baldosa o pasto, los fieles se arrodillaron a rezar cuando el devenir de la misa así lo indicaba. El “cordero de Dios” también fue repartido por servidores entre la gente, de modo que nadie se quedara sin la comunión. Incluso estaba prevista una eucaristía para celíacos, que se distribuyó al costado de la Catedral.
Hubo algunos participantes que quisieron protagonizar la celebración. Uno de ellos dijo ser ex combatiente e interrumpió a los gritos la homilía de Bergoglio. “¡Me alegra ver al pueblo de Dios!”, vociferó el hombre en evidente estado de ebriedad. El cardenal lo dejó pasar cerca del palco-altar donde oficiaba la misa al tiempo que expresó: “Escuchen a este hermano, no teman, es uno más de los marginados, excluidos, sobrantes, a los que debemos incluir en la sociedad”. Entre el público, otro hombre increpó a un cura, al que acusó de “hipócrita”, y le dijo: “Amo a ese que nació en el pesebre, y era pobre”. Mientras la policía trataba de mediar, comenzó la procesión en torno de la plaza, y el jefe de Gobierno y ex candidato Jorge Telerman llegó y se acomodó al costado del palco, junto a su esposa y al presidente de la Legislatura, Santiago de Estrada. La homilía ya había terminado hacía rato. Del otro lado del escenario, el carapintada Emilio Nanni seguía atento todo el rito.
Tres coros, una organista y dos animadores fueron el condimento “carismático” de la celebración. La locutora María Esther Sánchez y el cura Horacio Ortiz pidieron a la multitud que saludara con pañuelos el paso de la Virgen, mientras la cúpula de la curia comenzaba a marchar lentamente detrás de la figura de María, envueltos en incienso. En ese momento, Telerman se sacaba fotos con los abanderados de los colegios católicos y cuando terminó el acto se mezcló entre la gente que le pedía su atención. La procesión fue acompañada por los bombos y platillos de grupos como Misericordia de Mataderos, Caacupé Barracas y Comunión y Libertad. “¡Viva Jesús sacramentado!”, arengó la locutora, y la plaza le respondió. El cierre fue con el Himno y con un ¡viva la patria!
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