Domingo, 1 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › EL MECANISMO QUE USO EL GOBIERNO PARA MANTENER EL DOLAR BAJO CONTROL
La ola de rumores empujó el cambio y creó un ambiente especulativo, con cambios de posiciones y maniobras financieras. El Central dejó hacer y luego entró fuerte a la plaza, yendo en dirección contraria. Herramientas y reservas.
Por Raúl Dellatorre
No pasaron dos semanas aún del momento en que el ambiente urbano estaba invadido de rumores (vía oral, vía mails) de que se venía un caos financiero. Las versiones asustaban a los pequeños ahorristas, todavía con recuerdos del “corralito” del 2001. La apuesta al dólar lo elevaba a 3,30 pesos en operaciones a seis meses, y no faltaban previsiones de que llegaría a 3,50 antes de fin de año. Los exportadores postergaron liquidaciones, esperando una retribución mayor en pesos por sus divisas, y algunos bancos extranjeros se “pasaban” a dólares como resguardo. El dólar, en esos días, trepó a 3,20, a 3,21, y muchos esperaban la aceleración de la escalada. Algo tenía que suceder. Y sucedió, pero lo contrario a lo anunciado. El dólar se desplomó hasta 3,13 pesos en pizarra para la venta el último viernes, y el mayorista (operaciones entre entidades o para exportación e importación) se cayó por debajo de 3,11. La “flotación administrada” volvía a ganarle la pulseada a la especulación.
¿Qué es la flotación administrada? No se trata de un mecanismo todopoderoso e invencible, pero sirve para contrarrestar ataques especulativos de corto plazo si no hay razones de fondo que justifiquen una disparada (o un derrumbe) del dólar. Razones de fondo sería que hubiera una salida en masa de capitales del país porque ya no hubiera oportunidades de inversión atractivas fronteras adentro, o que la demanda de dólares para importaciones superara fuertemente a la oferta de dólares por exportaciones. O que estos dese-quilibrios negativos no fueran tan grandes, pero el Banco Central no tuviera un colchón de reservas suficiente para enfrentarlos. En todos esos casos, la consecuencia sería, casi inevitablemente, una devaluación del peso.
Pero ninguna de esas hipótesis se presentaban en el panorama económico actual. Y sin embargo, muchos apostaron a la devaluación. ¿La coincidencia de esos “muchos” podía convertir la especulación en una profecía autocumplida? Sólo si el Banco Central no hubiera tenido las reservas, y la voluntad política de contrarrestarla. Pero tuvo ambas: casi 50 mil millones de dólares de reservas internacionales y decisión política. Su utilización es, justamente, lo que se denomina “flotación administrada”: decidir, mediante intervenciones en el mercado –inundando o absorbiendo divisas–, cuál es el valor en el que “se quiere fijar” el dólar.
“Ante una corrida en manada de los capitales especulativos, la respuesta del Banco Central fue dejar que el mercado operara unos días elevando el dólar para después sorprender operando en sentido contrario: salió al mercado a inundar de dólares la plaza y pinchó la burbuja”, señaló un especialista que conoció de adentro el manejo de las políticas de regulación. “La flotación administrada funciona así, yendo en sentido contrario al mercado en plena euforia”, agregó.
No es la primera vez que el Banco Central arbitra para revertir una trepada del dólar. Entre agosto y septiembre del año pasado hubo un movimiento similar, esa vez como reflejo de que en Estados Unidos se corrió el velo y quedó expuesta la crisis de los créditos sub-prime, préstamos en el mercado secundario a tomadores sin respaldo. Se temió entonces una repercusión internacional inmediata, por simple contagio, y se produjo un movimiento de retiro de plazos fijos y compras minoristas de dólares. Esa vez, como ahora, el Banco Central actuó y en pocos días conjuró la minicorrida.
Ya pocos lo recuerdan, pero apenas dos meses antes del comienzo de aquel episodio, hacia junio de 2007, el Banco Central reforzó los controles al ingreso de capitales de corto plazo del exterior, porque se notaba un ingreso peligrosamente masivo de fondos especulativos. En dólares, claro, lo que estaba provocando un pronunciado aumento de la oferta de divisas y, en consecuencia, una baja no deseada en el valor de la misma. En ese caso, no resultaba aconsejable remediar el exceso de dólares comprándolos desde el Banco Central, ya que los pesos entregados a cambio iban a aumentar el circulante, alimentando así tendencias inflacionarias. Mejor era, y así resultó, amortiguar la entrada de capitales golondrina.
Lo dicho sirve para percibir cómo esos movimientos ajenos a la marcha de la economía pueden generar desequilibrios en períodos muy cortos entre uno y otro. Se registraron tres en menos de un año. El mecanismo de flotación está preparado para contrarrestarlo, siempre que se cumplan las condiciones arriba mencionadas: que haya un colchón de reservas suficiente, que no hubiera una huida de capitales o un déficit estructural en la balanza comercial.
La decisión política del Gobierno es que “el mercado no le maneje la cotización”, de modo que se mantenga un dólar competitivo (suficientemente retributivo para la exportación) y estable, con una leve curva de crecimiento. Lo previsible es, ahora, que el Banco Central deba volver a ese sendero de precios para el dólar, restableciéndolo a un valor de 3,15 a 3,18 pesos, como estaba antes de la minicorrida. Y enviar el mensaje de que la política cambiaria de largo plazo sigue siendo la misma.
Pero, antes, va a seguir haciendo una demostración de fuerza, dándoles una lección a los pequeños especuladores –que compraron a 3,25– de lo que pueden perder por hacer caso a los rumores.
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