Viernes, 3 de septiembre de 2010 | Hoy
Desde que desembarcó en la Corte Suprema, Carmen Argibay tiene una idea fija: terminar con la discriminación por género en el Poder Judicial. Ayer anunció la apertura de la Oficina de la Mujer, cuya clave de trabajo será capacitar a jueces, secretarios y empleados en el respeto a las mujeres, con especial atención a los casos en que se presentan ante la Justicia como víctimas de abusos, de violencia doméstica y de trata, entre otras cosas. Otro aspecto apunta a eliminar las diferencias en el acceso femenino a cargos en los tribunales. El mapa de género, que fue expuesto ayer, muestra una vez más que a medida que se asciende en la pirámide las mujeres pierden espacio. La Conferencia tuvo un panel sobre esta temática y un grupo de teatro de Costa Rica representó situaciones concretas de mujeres que recurrían a los tribunales y se encontraban con silencio, ninguneo, sospechas. Una prostituta a la que los empleados judiciales le dicen que “no le van a creer porque no tiene papeles” y consume drogas; una mujer a quien subestiman una denuncia de abuso contra su padre “porque es médico”. “Esto está todo invisibilizado. Acá vienen a ver esta puesta y lloran, pero en tribunales pasa otra cosa”, le comentó Argibay a Página/12.
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