Domingo, 9 de agosto de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Primarias en la Nación, lo que se juega. Las eliminatorias en internas y por el piso. Ambiciones reales del oficialismo y de los partidos de oposición. La experiencia previa de las PASO. Qué pasó en 2011, 2013 y en las provincias. Un predictor formidable. La interna kirchnerista en Buenos Aires.
Por Mario Wainfeld
Más de 32 millones de argentinos están empadronados para votar hoy en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) nacionales. Las primarias seleccionan candidatos, eliminan algunos y sirven de filtro para coaliciones que no superen el piso exigido para presentarse en las generales del 25 de octubre. Para quienes disputan internas o no llegan al piso son eliminatorias. Para el resto, un rotundo antecedente de la votación decisiva dentro de dos meses y medio.
Será entonces cuando se elijan todas las autoridades nacionales y muchas de las provinciales o comunales que asumirán el 10 de diciembre. Hoy no se consagra ninguna. Para presidente puede haber ballottage a realizarse en noviembre si el primero no alcanza las mayorías exigidas para vencer en primera vuelta.
El conjunto de los ciudadanos tendrá delante boletas para presidente-vice y diputados del Parlasur. Esas categorías las elige el padrón nacional. Además se presentarán en cada una de las 24 provincias listas para diputados al Parlasur y diputados nacionales (que renovarán la mitad de la cámara). O sea, todos los que entren al cuarto oscuro tendrán, cuanto menos, cuatro categorías de cargos (y sendas boletas) para expedirse.
Ocho provincias renuevan sus tres senadores nacionales: Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. Sus pobladores tendrán cinco categorías de rango nacional para escoger.
Hay PASO para cargos locales en seis provincias, que se mencionarán líneas abajo. Serán las que colmarán las mesas con boletas más frondosas. Verosímilmente generarán los escrutinios más prolongados.
Todos estos datos se despliegan más detalladamente en otras notas en las páginas siguientes de esta edición.
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Competidores y pretensiones: Poco se mentará en esta nota sobre las encuestas de intención de voto, por lógica cautela y cierto apego a la veda electoral. Pero sí se puede señalar que los análisis y predicciones, incluyendo los de los partidos o coaliciones que se presentan, disciernen distintas pretensiones para el pronunciamiento de hoy y el de octubre.
El Frente para la Victoria (FpV), cuyo candidato a presidente es el gobernador Daniel Scioli, busca llegar puntero en ambos comicios, de mínima. También a hacerlo con un margen amplio que lo coloque como favorito. De (difícil) máxima, conseguir el 45 por ciento que lo consagraría en octubre. O el 40 por ciento, con una luz de más de diez puntos porcentuales sobre el escolta. Según el sistema constitucional, esos guarismos llevarían a Scioli a la Casa Rosada sin ballottage como consiguió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2007 y 2011.
Sus rivales en esa liga mayor son los frentes Cambiemos y UNA, que disputan internas para presidente. El primero entre el jefe de Gobierno Mauricio Macri (PRO), el senador Ernesto Sanz (UCR) y la diputada Elisa Carrió (Coalición Cívica). El segundo entre el diputado Sergio Massa y el gobernador José Manuel de la Sota.
Las sinceras expectativas de Cambiemos y UNA son llegar a un segundo puesto cerca del FpV ahora y particularmente en octubre para forzar la segunda vuelta y estar en perspectivas de revertir el resultado.
Macri y Massa son los favoritos en las respectivas primarias. Su eventual derrota, que los dejaría fuera de la carrera presidencial, daría un tamaño batacazo. En menor medida también lo sería que fuera pareja la contienda en Cambiemos, donde se augura una consagración contundente de Macri.
En UNA se prevé una pulseada algo más pareja aunque con final holgado para Massa.
Más allá de vencedores, vencidos y eliminados la lectura del escrutinio deberá atender a las diferencias entre primero y segundo. Y entre éste y el tercero en el podio, en la interna de la oposición con ambiciones de primeras ligas.
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Para construir y para seguir: La diputada Margarita Stolbizer, candidata a presidenta de Progresistas, desea mejorar su capital político y conseguir un porcentaje de votos que la posicione como referencia opositora para los años venideros. Sería un éxito para su propia vara si llegara a los dos dígitos o los rondara, labor muy peliaguda en un contexto de polarización marcada entre los tres primeros. Oriunda del tronco radical, la fuerza de Margarita también libra una interna tácita con la UCR y con Lilita Carrió cuya adhesión a Cambiemos dividió aguas entre boinas blancas de variada trayectoria.
Para las otras fuerzas con candidatos a presidente, el primer reto es calificarse para octubre. Necesitan sumar el 1,5 por ciento del total de los votos emitidos. El número estricto del piso depende de cuántas personas voten. Estimando, sólo en un cálculo grueso para permitir estimaciones, un 70 por ciento de participación en todo el país se rondarían 22 millones de votos. O sea, que un piso imaginable estaría alrededor de 350.000 sufragios o 400.000 para estar tranquilos.
Uno de quienes compite por esa marca es el senador Adolfo Rodríguez Saá, contando con su peso en San Luis y en provincias aledañas (las otras de Cuyo y Córdoba) como sustento esencial.
También van en pos de la supervivencia cuatro espacios de izquierda, una cantidad que sin duda dividirá en exceso un caudal potencialmente común.
La más sólida, según pronósticos y antecedentes electorales, es el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) que propone una interna entre Nicolás del Caño y Jorge Altamira.
Deberán remarla acaso más los presidenciables Alejandro Bodart, Víctor De Gennaro y Manuela Castañeira.
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Con paso propio: El federalismo político motivó que se “anticiparan” elecciones para autoridades locales en varias provincias. En dos, La Pampa y Chaco, se cumplieron las PASO y quedaron para más adelante las de autoridades provinciales y municipales.
Otros territorios van “de una” a sus comicios distritales.
Seis tendrán PASO propias hoy mismo: Buenos Aires, Catamarca, Chubut, Entre Ríos, San Juan y San Luis. Serán un sensible foco de atención. En cinco de ellas gobierna el FpV y en dos hay opositores que se tienen fe para desbancarlo: Catamarca (el radicalismo) y Chubut (el peronista “federal” Mario Das Neves).
Claro que Buenos Aires centraliza las miradas por su gravitación numérica y simbólica. Desde 1983 todos los presidentes electos sacaron más votos que sus adversarios en “la provincia”. Y sólo uno no consiguió que su pretendiente llegara a la gobernación cuando las compulsas fueron simultáneas (Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide).
Los esquemas nacionales de las alianzas más numerosas se invierten en Buenos Aires. Cambiemos y UNA van con lista única, encabezadas respectivamente por la vicejefa de Gobierno porteño María Eugenia Vidal (PRO) y el diputado Felipe Solá (Frente Renovador). El FpV, en cambio, discernirá su candidato mediante interna entre el diputado Julián Domínguez y el jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Esta primaria escaló a niveles de conflictividad extremos aunque confinados a lo verbal. La insostenible denuncia contra Fernández instalada por el Grupo Clarín acicateó las diferencias en la semana. El escándalo mediático obtuvo un éxito esperable que fue instalarse en la agenda de la recta final. Las acusaciones cruzadas entre los candidatos kirchneristas fue un plus que le agregaron ellos mismos. Imposible aventurar el impacto electoral que pueda tener la secuencia de hechos, sencillo suponer que Clarín seguiría haciendo campaña contra el oficialismo bartoleando denuncias cada más menos sustentables y más excitadas.
Los municipios bonaerenses proveerán internas incisivas por los cargos municipales. Las intendencias son centrales en el esquema de poder provincial y hasta en el nacional. También incide el trabajo de los dirigentes locales en la carrera por la gobernación. Claro que es difícil mensurar cuánto gravitan y cómo “jugarán” (ver nota aparte).
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El sistema y lo que pasó antes: El régimen constitucional de doble vuelta argentino es distinto al que prima en la mayoría de los países que lo adoptan, sin ser único en el mundo. La combinación entre primarias obligatorias y ballottage es un caso poco frecuente en la experiencia comparada: en Uruguay también se aplica, con un esquema de partidos diferente y más estable.
Las PASO nacionales rigen desde 2011. Se usaron en esas presidenciales y en las legislativas de 2013. Varias provincias adoptaron la herramienta que se implementó en elecciones de este mismo año. Los antecedentes permiten observaciones generales, que no son reglas inexorables pero sí indicadores firmes de tendencias. Evoquemos lo pasado, entonces.
A nivel país las PASO predijeron con certeza el resultado definitivo. En 2011 consagraron de antemano a Cristina Kirchner, dejando sin reacción a sus adversarios. En 2013 anticiparon los aspectos esenciales del veredicto ciudadano: los porcentajes gruesos, la gran performance de Massa en Buenos Aires con proyección nacional. En el conteo más minucioso de los distritos y las bancas el FpV recuperó terreno en las elecciones definitivas lo que le permitió mantener primeras minorías y un control (tan trabajoso como eficaz) del Congreso que le hubiera sido casi imposible con los números de las primarias.
La empiria de Nación y provincias revela que el ganador de las PASO conserva su caudal en las competencias posteriores. El voto se “fideliza”, en jerga. Es lógico: quien apoyó a un candidato en ascenso tiene incentivos para sostener la preferencia. Puesto de otra manera: para quien cumplió las expectativas de sus partidarios, las cifras de las PASO fungen como piso.
Así fue con Cristina, Massa tanto como con el gobernador electo de Mendoza Alfredo Cornejo. Hasta Miguel Del Sel en Santa Fe amplió un cachito su caudal. El ejemplo del jefe de Gobierno electo Horacio Rodríguez Larreta es distinto porque atravesó una interna reñida con la senadora Gabriela Michetti. En la primera vuelta logró algo menos que la sumatoria entre ambos, pero contuvo la parte del león de los apoyos.
La distancia entre el piso asentado y el techo virtual es otro tema, que arroja ejemplos variopintos, que serán insumo en días venideros.
Las PASO han fungido, hasta hoy, como gran predictor de las elecciones posteriores. Se las describe como la mejor encuesta, una comparación deslucida que se queda corta. Son un veredicto popular inequívoco. Hay quien dice que suplen a la primera vuelta: la imagen es más descriptiva que la de la megaencuesta aunque no encaja cien por cien.
Lo cierto es que hay vencedores, vencidos y perplejos tras las PASO. Un nuevo cuadro de situación que compele a los comandos de campaña a “hacer política” o a rehacerla. A promover la polarización o el voto útil de los argentinos. Y a cada uno de estos a repensar su decisión, con un mapa certero clavado ante sus ojos, corazones y mentes.
Cada competidor tiene sus expectativas, como se señaló líneas arriba: no son para nada idénticas. Lo previsible es que cumplirlas, rebasarlas, rozarlas o quedar lejos influye en el porvenir. El éxito estimula, acrecienta la autoestima y el espíritu de grupo. La derrota, así sea en fases preliminares, desanima, acicatea debates, bajones, deserciones y reproches, retrae a apoyos de todo tipo, fomenta la entropía. De cualquier modo, la final es en octubre.
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La previa y los anhelos: “La previa” nunca es el partido, escribir en ella encuentra límites. El cronista espera, como los lectores de Página/12, el diario del lunes y antes la jornada de hoy. Ojalá que predominen la serenidad, el orden, la participación masiva. El pueblo soberano pronunciándose en las urnas es la máxima expresión de la democracia: se implica, se expresa, decide.
Ya hay personas de más de 30 años que transcurrieron toda su vida en democracia, es una referencia record dentro la zozobrante historia común. A esta altura, es incompleta la comparación con la dictadura aunque siempre alecciona. Es poco compararse con la hondura del horror y la privación de derechos. También es necesario resaltar cuánto se progresó respecto de la etapa de la inestabilidad institucional corrida entre 1958 y 1976, signada por la “alternancia” entre gobiernos democráticos y dictaduras. También subrayar la distancia con las presidencias que nacieron del voto restringido por proscripción de las mayorías.
Un gran salto de calidad nos separa del pasado. Mucho queda por construir y reparar, una misión que interpela a dirigentes y también a la sociedad civil. Participar es celebrar y apuntalar la democracia: la muchedumbre de argentinos que irá al cuarto oscuro (incluyendo a los mayores de 16 quieran hacerlo) es un avance de y para todos, más allá de preferencia e identidades. Mientras ratificamos el orgullo por la construcción colectiva en 32 años, los citamos para seguir en contacto mañana.
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