Domingo, 24 de septiembre de 2006 | Hoy
Los investigadores estudian escritos del testigo contra Etchecolatz. Aunque no descartan ninguna hipótesis, creen que su desaparición está relacionada con el esfuerzo emocional que le implicó declarar en el juicio.
Por Raúl Kollmann
El Ministerio de Seguridad bonaerense, con la asistencia del Ministerio del Interior nacional, resolvió conformar un equipo de psicólogos que colabore con la búsqueda de Jorge Julio López, el albañil de 77 años que fue testigo clave en el juicio contra su torturador, Miguel Etchecolatz. Aunque no se descarta ninguna hipótesis, las mayores posibilidades se inclinan –según percibe incluso su hijo Gustavo– en que el juicio le agudizó a López al máximo problemas psicológicos que venía arrastrando. Según explicaron especialistas, la mayoría de los secuestrados y torturados que provenían de la clase media pasaron luego por tratamientos psicológicos que les sirvieron para expresarse y tal vez aliviar las marcas que les dejó la represión. López, en cambio, es un albañil que muy pocas veces habló de lo que le ocurrió y todo indica que el juicio le significó un esfuerzo emocional desmesurado.
Un indicio importante, señalaron los expertos, parece surgir de una especie de diario que escribía López como descarga y del que se hizo un primer análisis. En esos textos muestra, en los últimos días, síntomas de desorden mental, al punto que en una misma frase mezcla nombres y circunstancias de la represión con nombres de delanteros de Gimnasia y Esgrima de La Plata. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, el gobernador bonaerense, Felipe Solá, y su ministro de Seguridad, León Arslanian, trabajan personalmente en el caso y, como se sabe, hay una recompensa de 200.000 pesos a quien pueda aportar datos concretos a la causa que instruye el fiscal platense Marcelo Martini.
En un diálogo mantenido con este periodista, Gustavo, el hijo de Jorge Julio, enumeró algunos detalles que le hacen pensar que su padre está asustado, tal vez vagando ausente o en una situación de estrés psicológico muy agudo:
- Jorge Julio utilizaba todos los días un mismo modelo de zapatillas, del que tenía dos pares. El lunes, en cambio, las zapatillas quedaron en la casa, y el albañil se ausentó calzando un par de borceguíes que nunca usaba.
- Cuando salía de su domicilio, Jorge Julio tenía la costumbre de cerrar la puerta con llave y después tirar la llave adentro por una ventana. Esta vez se llevó la llave.
- En la casa del albañil falta un pequeño cuchillo que Jorge Julio utilizaba, pero que nunca sacó del domicilio. Todo indica que el albañil se lo llevó en esta oportunidad.
- Jorge Julio ya venía con síntomas de un incipiente mal de Parkinson.
Todos estos datos no descartan la hipótesis de que algún grupo se haya querido vengar del testigo clave del torturador, lo haya secuestrado y las cosas puedan terminar mal. Es más, otra testigo del juicio, Nilda Eloy, recibió amenazas telefónicas con grabaciones de torturas. De todas maneras, los indicios señalados por Gustavo son evaluados muy seriamente por los investigadores y de allí que se convocó al equipo de psicólogos.
–¿Es posible que una persona esté vagando cinco días enteros por la provincia de Buenos Aires y que nadie llame al 911? –le preguntó este diario a uno de los investigadores.
–Es difícil, pero no imposible. Hay grupos de vagabundos, que a veces se ubican debajo de puentes, y que la gente no mira. El ciudadano común pasa rápido, no los quiere ver. Son personas, en general mayores, que por supuesto están aislados del mundo, no ven televisión ni escuchan radio, y no saben si a uno de ellos lo están buscando o no. Además, la mayoría tiene algún problema mental. Por lo tanto, esa posibilidad no la podemos descartar. Estamos trabajando en una especie de identikit del señor López. Ya se ha hecho pública una fotografía en los avisos donde se ofrece la recompensa, pero esa especie de identikit dará una idea mejor de su aspecto con seis días sin afeitarse. Tal vez él se haya refugiado en una estación de tren o en un portal. Incluso no puede descartarse que se haya subido a un micro o tren y se fue a algún lugar del interior, aunque llevaba muy poco dinero encima.
La posibilidad de que López esté escondido, asustado, vagando por estrés psicológico también llevó ayer a que se decida una nueva revisión de hospitales, geriátricos e instituciones benéficas que ayudan a gente sin techo. Este relevamiento ya se había hecho, pero se centró en las guardias de los hospitales y en instituciones públicas. Ahora se buscará en todas las áreas del sistema de salud y atención a la vejez, incluyendo las instituciones privadas. Además, la investigación se extendió al ámbito nacional.
El equipo de psicólogos fue convocado para evaluar elementos que puedan surgir de sus escritos y de los diálogos que mantuvo en los últimos tiempos con sus hijos Gustavo y Rubén y con su esposa.
“Las personas de clase media que fueron víctimas de la represión tuvieron, en general, acceso a tratamientos psicológicos –explica el investigador– que les permitieron absorber algo mejor los terribles efectos de la tortura. Según los datos que tenemos, López, que sólo pudo completar el segundo grado de la primaria, estuvo siempre muy encerrado en sí mismo respecto de la terrible experiencia que le tocó vivir. No era un hombre de hablar mucho del tema y tal vez expresaba esa inmensa carga en unos escritos que son una especie de diario. Una primera lectura muestra que en los últimos días tenía problemas, confusiones mentales, mezclaba los nombres de torturadores con los de jugadores de fútbol. En ese marco, el juicio (en el que el 29 de junio dio un testimonio detallado y coherente) debió tener un impacto terrible en su mente: tuvo que hablar públicamente de lo que le sucedió, recordar cómo aumentaban o bajaban la corriente eléctrica de la picana o el momento en que presenció el fusilamiento de una pareja. Y, encima, vio cara a cara a su torturador, Etchecolatz. Tal vez el momento culminante era el de la sentencia que se iba a leer el lunes y no se puede descartar que haya pensado en que se iban a vengar de él. Podría haber huido por esa razón, que es lo que creen sus hijos. Hubo un caso anterior de un ciudadano que se escondió doce días en un sótano, también por un estrés psicológico provocado por hechos ocurridos durante la dictadura. De manera que ésta es una hipótesis que no dejamos de trabajar, de la misma manera que no descartamos que lo hayan secuestrado o que alguien se haya lanzado a vengarse contra López por su testimonio.”
La búsqueda del albañil continúa. Los investigadores creen que cada día que pasa el diagnóstico se hace más pesimista, no sólo porque podría haber sufrido una represalia, sino porque si fuera cierto que está bajo los efectos de un grave estrés psicológico, los peligros de que le ocurra algo, incluso accidental, aumentan.
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