Domingo, 19 de noviembre de 2006 | Hoy
Se siguieron las pistas más inverosímiles, con mentalistas declarando en sede judicial y soldados pasando datos para perjudicar a sus superiores. Hasta se encontró una prisión clandestina abandonada. Pero de López, ni rastros.
Hace una semana, un helicóptero bajó en una especie de chacra ubicada en Correa, cerca de La Plata. El terreno era pantanoso, inaccesible, y no había forma de llegar por vía terrestre. Un llamado anónimo indicaba que allí estaba Jorge Julio López. Se lo buscó y no estaba. Dos días más tarde fue allanado un largo listado de casas vacías del barrio de Los Hornos, a pocas cuadras de donde vivía el albañil. Nada. En los 60 días transcurridos, se presentaron seis videntes a declarar ante el fiscal Marcelo Martini. Los sitios indicados por los supuestos mentalistas, uno de ellos en Entre Ríos, también fueron allanados sin resultados. Se produjeron revisiones, algunas más profundas y otras más superficiales, en al menos tres unidades militares. No se encontró a López.
A dos meses de la desaparición del testigo contra Miguel Etchecolatz, la búsqueda sigue, sin pistas alentadoras a la vista. Ayer, la esposa de López, Irene, rompió el silencio: “No hay nada de nada, no puede ser que no haya nada. Se lo llevaron, por segunda vez en la vida, se lo llevaron”. Su hijo Ruben es algo más optimista: “Yo creo que está con alguien conocido de él”.
Hasta el momento, se recibieron casi 1900 llamadas al 0-800-333-5502. En cada comunicación había un supuesto indicio que, al final, no condujo a nada. La impresión de los investigadores judiciales es que, por ejemplo, hubo llamadas destinadas a vengarse de una persona, a mandarle la policía a un vecino indeseado, o para que un soldado o cabo complique a su jefe. Por ejemplo, una denuncia anónima señalaba una unidad del Ejército de Campo de Mayo, que en un pozo profundo y abandonado se encontraba el cuerpo de López. El pozo existía, pero no se encontró nada. La impresión es que la llamada, por la voz joven, provenía de un soldado.
También, por orden del fiscal Martini, se rastrearon unidades casi abandonadas. En Arana, cerca de La Plata, donde funcionó en algún momento el campo de concentración del Pozo de Arana, también se buscó a López a raíz de una llamada anónima. En Campo de Mayo hubo un operativo curioso: la llamada no indicaba el nombre de la unidad sino algunas características de la puerta. Por esa razón, se hizo una larga recorrida por todas las entradas que tiene el extenso territorio militar de esa zona. Finalmente, los investigadores se inclinaron por la puerta que se asemejaba a lo indicado en la comunicación y en esa unidad se revisó un sótano. Nada. En otras unidades del sur bonaerense, algunas de ellas con dependencias abandonadas, también se hicieron registros, sin resultados.
Irene, la esposa de López, ratificó ayer en el diario El Día de La Plata, lo publicado por Página/12 hace una semana: lo más asombroso es que la calle no habla, está muda. “Cuando hay un delito, siempre aparece algún dato –decía a este diario uno de los investigadores–. Pasadores de quiniela, dealers de drogas, prostitutas, ladrones de todo tipo, buchones, dueños de bares oscuros, son miles las personas que pasan alguna información decisiva cuando se produce un delito. Esta vez, nada.” Y eso es lo que dice Irene. El dato nuevo es que la esposa de López pasó ahora a hablar claramente de secuestro –”se lo llevaron”–, algo que la familia no había hecho hasta ahora. Es más, Ruben, el hijo, sostuvo que si se comprueba que se trata de un secuestro “les exigiré responsabilidades al Presidente y al gobernador bonaerense”.
En los 170 allanamientos y rastrillajes que se hicieron por orden del fiscal Martini, seis se originaron en el testimonio de videntes o mentalistas. No es que se acercaron a ofrecer sus servicios, sino que aceptaron declarar en la causa judicial. Eso llevó a que dijeran ante el fiscal, por ejemplo, “lo veo en un galpón, cerca de una tranquera, en un lugar en el que pasa el agua”. Como dato curioso, los seis mentalistas tuvieron un único punto en común: dijeron que López está vivo. Algunos de los allanamientos derivados de testimonios de mentalistas se hicieron en la zona de Magdalena, en Entre Ríos y en el barrio de Los Hornos.
Un vecino denunció que Tito, como le dicen a López, estaba en una quinta de la zona de San Miguel, al oeste de la Capital Federal. El lugar estaba prácticamente abandonado. Lo asombroso es que allí se encontró una habitación en la que había esposas y una silla atornillada al piso. En principio, la conclusión es que fue un lugar usado para secuestros extorsivos, pero las pericias demostraron que hacía tiempo que nadie pisaba ese cuarto. No faltó en Posadas, Misiones, quien estaba en negociaciones para comprar una propiedad y, mediante una llamada anónima hizo que se allanara el predio. El objetivo era que el vendedor le bajara el precio. Cuando se chequeó el origen de la llamada se determinó que provenía de la esposa del eventual comprador.
Lo cierto es que a dos meses de la desaparición de López, con todas las fuerzas de seguridad investigando, la Policía bonaerense, la Policía Federal, la SIDE y la Gendarmería, no se consiguió resultado alguno. Se han recorrido todas las hipótesis que surgieron:
- Los amigos de Etchecolatz, que son pocos y de mucha edad.
- Otros policías, más jóvenes, que participaron de la represión.
- Militares que estuvieron durante la dictadura en la provincia de Buenos Aires y que hayan mostrado alguna actividad contra las organizaciones de derechos humanos.
- Sectores policiales y de inteligencia que tal vez estuvieran dispuestos a participar de una movida para desestabilizar a sus jefes o para producir conmoción en territorio bonaerense o a nivel nacional.
Ninguna hipótesis hizo pie con alguna pista firme. Y hasta la familia se mostraba más proclive a la teoría de que Tito se fue por miedo, está escondido o con un amigo. Hace una semana, los López fueron convocados por el fiscal Martini, a instancias de la procuradora bonaerense, María del Carmen Falbo. Se les preguntó si querían que el caso pasara a la Justicia federal, en concreto al juez Arnaldo Corazza, para que lo investigara como un secuestro. En ese momento, la familia dijo que no, que preferían que se mantuviera como “averiguación de paradero”. Por los dichos de Irene, esa etapa se estaría agotando para los López, y como vienen reclamando los organismos de derechos humanos, la hipótesis más probable para la familia, llena de dudas, pasó a ser el secuestro.
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