Domingo, 16 de septiembre de 2007 | Hoy
EL PAíS › LAS ELECCIONES CHAQUEÑAS DESDE LAS COMUNIDADES INDIGENAS
La provincia elige gobernador en una votación polarizada entre el radical Rozas y el peronista K Capitanich. Menos visibles, las comunidades toba y wichí pueden introducir una novedad histórica: el primer intendente indígena. Este evento aparentemente simple inquieta tanto a algunos que hasta se niegan a venderles nafta para que no puedan recoger a sus votantes.
Por Alejandra Dandan
Desde Villa Río Bermejito,
en el Impenetrable
Detrás de las puertas del Impenetrable se abre el monte. Un grupo de fiscales electorales indígenas están sentados bajo los techos de chapa de una iglesia evangélica. Una mujer toma notas en un cuaderno. Un teléfono suena y se cuentan padrones, autos y bicicletas disponibles para cubrir distancias imposibles. En las elecciones de hoy ellos necesitan llegar a las urnas, saltar las fronteras del monte para recuperar un poder territorial que sus poblaciones perdieron quinientos años atrás. Todo en contra de un poder local que les hace las cosas complicadas. “Yo creo que se necesita otro sacrificio más”, dice uno. “¿Por qué no nos juntamos en alguna parte y nos largamos de a pie, para demostrar que tenemos la voluntad de ir a las urnas?” Anoche la única estación de servicio se negaba a venderles combustible para moverse.
La voluntad es lo único que parece sostenerlos. Ese entramado de comunidades que se abre detrás de esta otra frontera de Chaco tiene a las localidades indígenas que están sumergidas en un proceso de extinción donde se mezcla la urgencia de la supervivencia, con las tierras expropiadas y vendidas en los últimos años para la explotación turística y de la agroindustria y los índices del hambre extremo. Villa Río Bermejito está ahí, justo detrás de esa frontera.
En asamblea
–¡Acá están diciendo que hay otros dos autos! –dice uno.
–¿Quién? ¿Quién lo dice? ¿Néstor? –pregunta el encargado de la sala que inmediatamente levanta un teléfono, marca un número y opta por confirmar todo en ese mismo momento con la urgencia de quien no tiene ya más tiempo.
–¿Hola, Néstor? –dice de nuevo–. Mirá, acá estamos organizando el tema de los vehículos. ¿Vos vas a poner un auto? ¿Uno, o dos?
Afuera un grupo de mujeres amasa unas tortaparrillas que se cocinan sobre un fuego. Dos chicos juegan al subibaja en un tronco.
“Lo que hay que entender –dice uno de los tres blancos que están sentados en la iglesia– es que nosotros no tenemos coches, porque no los tenemos, porque tenemos 10 coches cuando ellos tienen 52 vehículos para moverse. Por eso es importante que la gente no espere a los coches durante el día de elecciones, que no los busquen. Que se suban a los autos y a los coches de los otros, de los que tienen autos, de los que sea y que digan que ellos van para allá, a votarlos y que después no los voten.”
En los padrones del Bermejito hay unos 6337 inscriptos, pero distribuidos en poblaciones distintas. En dos están las tres escuelas donde se vota hoy y a ellas deberá llegar todo el mundo, hasta los que están unos 25 kilómetros monte adentro. “Los Tucchio tienen una camioneta para poner”, dice uno. “Pero anoche estuvieron en la ruta para auxiliar a alguien y se quedaron sin las gomas.” Alguien vuelve a levantar un teléfono para hablarles a los Tucchio, que responden y confirman que la camioneta se podrá usar para la votación. Otro pone una cuatro por cuatro y un blanco ofrece un colectivo y un auto.
Muchos saben que los que están decididos a ir a votar van a moverse de cualquier forma. Con bicicletas o de a pie, como hicieron la semana pasada para los cierres de campaña. El problema son los otros. Los que no están decididos, los que pueden ceder por una bolsa de comida o los criollos que no se van a poner a caminar porque no caminan.
El valle está gobernado por los blancos. Aunque las comunidades toba y wichí son el 70 por ciento de la gente, los blancos siempre fueron políticamente los gobernantes, con delegaciones municipales o con intendentes. Los originarios pelean un espacio, un lugar con la lógica del blanco sobre el indio.
Laurencio Rivero nació un 27 de noviembre de 1959 pero ahora está queriendo volver a nacer. Es el dirigente toba que perdió dos internas en los últimos años pero les ganó las últimas a tres candidatos del peronismo y ahora va por la intendencia de Bermejito, colgado de la lista que adhiere a Jorge Capitanich. Fue la puerta que encontró abierta. En las elecciones pasadas, Bermejito eligió como intendente a un gringo, radical puro, aliado al rozismo y descendiente de alemanes. Lorenzo Heffner ganó con los votos blancos y aborígenes, que lo aceptaron apuntalados por los cordones de pobreza. Esta vez las cosas parecen distintas. Un proceso de organización de las comunidades que comenzó hace años pero parece haberse potenciado a partir de la inclusión y expansión de una radio empezó a hacerlos visibles. En los últimos años, lograron poner fuera de las fronteras del Chaco los problemas más brutales de la violencia de todo tipo que ha empezado a definirse como genocidio étnico.
El candidato
Laurencio nació en Fortín de Lavalle, literalmente uno de los puestos armados de cuando los blancos pelearon con los indígenas. A los diez años trabajaba en los campos de algodón con su madre, había dejado la escuela de los blancos, que lo convocaron nuevamente en 1977 cuando se lo llevaron en plena dictadura a hacer el servicio militar a Puerto Belgrano, donde juró la bandera como un argentino. Se hizo peronista por su abuela, que le decía que Perón había sido bueno con los pobres, que les había dado participación y un derecho.
“En aquellos años, las comunidades de aborígenes eran una organización que decidía encarar acá o encarar allá y siempre estaban en problemas internos”, recuerda, hablando sobre el proceso a partir de 1983. “Yo siempre me zafaba de esos problemas porque decía que no quería estar en el medio de la pelea entre hermanos para poder quedarme libre de esta situación mala porque esto nunca llevaba bien al pueblo.” Desde entonces siempre trabajó en el peronismo, cuando Bermejito no era intendencia sino delegación, como fiscal o como ponecuerpos al lado de algún blanco candidato. En esos años, hubo intracomunitarios que se hicieron concejales o diputados, pero los procesos de crecimiento o de representación fueron quedando en suspenso porque los elegidos iban cambiando de bando.
Esta vez las internas lo hicieron competir con un criollo hacendado, un empresario y un docente de trayectoria. Hizo campaña en bicicleta, de a 30 o 40 kilómetros por día. En la lista lleva a una concejal criolla a la cabeza de la terna. “Se llegó a este extremo en contra de un poderoso”, dice. “Un hombre que se cree poderoso porque cuando uno es como yo, que no tiene nada, con el voto de la gente durante cuatro años uno si quiere embolsillar toda la plata del pueblo puede hacerlo y se hace poderoso con la plata de la gente.”
En la radio de la comunidad, Adqaia, hay una carpeta de documentación en las mesas. Adentro hay una papeleta de la Anses, una denuncia y un recibo de sueldos de uno de los tobas estafados por el jefe de gobierno. El intendente local, como sucede en otras provincias, adhirió a los programas nacionales de microemprendimientos para poner empresas fantasma o de familiares. Entre ellas instaló un horno de ladrillos donde Nicanor Segundo cobró 120 pesos por sueldo y asignaciones familiares, en lugar de un salario completo. El año pasado, la radio y la misma comunidad les dieron aire a las denuncias de los tobas que durante meses mantuvieron una huelga de hambre en la casa de gobierno de Resistencia, para mostrarle al mundo los índices de pobreza. De ahí también salió la historia clínica de Mabel Pino Fernández, la mujer de la que hablan una y otra vez los chaqueños, la de los pulmones tuberculosos, la que entró en el hospital con 25,700 kilos, salió con 32 y esperó la muerte en su casa con 26.
Laurencio tiene nueve hijos y el décimo en camino. Trabajó con Heffner pero renunció inconforme. Ahora es obrero de la construcción, pesca con la flecha, busca cosas en el monte para alimentar a sus hijos y aprende con ellos y con su gente las derivas de la desnutrición nunca agotada en estas tierras.
“Yo no sabía ni lo que era la desnutrición hasta que llevé a mi hija a un médico”, dice el jefe. “Me fui a Resistencia, hablé con el profesional médico, y cuando ella se compuso bien, me senté y le pregunté a un médico qué es lo que es la desnutrición. Y él me contaba qué es lo que es y yo le dije: es así.” En su casa, comen una vez por día cuando hay un pedazo de carne. “Somos quince acá en la casa, y tenemos una ollita grande, pero si vienen dos o tres personas compartimos con ellos, si hay para comer, comemos. Hacemos la comida al mediodía si tenemos carne y a la noche un pedazo de torta con media taza de cocido.”
“Pero lo peor no está acá. Hay quienes están a 120 kilómetros de distancia, hacia el norte, en la frontera con Salta, esa gente no tiene nada”, dice. “¿Cómo no le va a agarrar la desnutrición.”
El Chaco
Chaco elige hoy a su gobernador. El radicalismo y los peronistas polarizan las tendencias. Por los radicales va Angel Rozas, buscando su tercer mandato no consecutivo. Por el peronismo kirchnerista va Jorge Capitanich. Alguno de los dos tiene que sacar más de 45 por ciento de los votos para no ir a segunda vuelta. En el interior del Impenetrable las intendencias se ganan por simple mayoría. Los lugareños dicen que el triunfo de las comunidades indígenas en esta zona, si sucede, podría ser histórico, y podría disparar un efecto multiplicador en la región del Gran Chaco para los próximos años. Laurencio y su gente no tienen contactos con los aimaras ni con el proceso en Bolivia, pero algo de todo aquello parece estar jugándose aquí también. Tienen contados los votos de cada familia y saben que en una familia votan seis o siete personas, y que en lugares como Fortín Lavalle alcanzan a las 751. En ese mismo paraje hay cinco familias criollas. Y ellos están convencidos de que con los conteos pueden saber cuáles de esas familias son capaces de acompañarlos con los votos.
Algunos blancos temen todo eso. Otros les cierran los surtidores que son puertas para votar. Ellos dicen que gobernarán lo mismo, para indios y para blancos, para un solo pueblo. Gira, gira, gira la rueda del tiempo y otra vez vuelve a girar.
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