Domingo, 16 de septiembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › SE REFORZO LA FRONTERA TRAS LA VIOLACION DEL ESPACIO AEREO
Mientras el premier israelí negocia un plan de paz con el líder de la facción palestina Al Fatah, la relación con la otra facción palestina, Hamas, y el gobierno de Damasco se encuentra en un punto crítico. El misterio del vuelo sobre Siria continúa.
Por Sergio Rotbart
Desde Tel Aviv
Una extraña coexistencia de tendencias opuestas, incluso contradictorias, puede notarse últimamente en el comportamiento del gobierno israelí. Tanto en el tratamiento del conflicto con los palestinos como en las relaciones con Siria, los escenarios que estarían esbozándose se ubican en ambos extremos de la gama de posibilidades: de la resucitación del proceso de paz a la irrupción o agravamiento del enfrentamiento armado, ambas opciones podrían convertirse, pese al aparente abismo que las separa, en inminentes realidades concretas.
En el terreno palestino, tras la caída de la Franja de Gaza a manos del movimiento islamista Hamas, el gobierno de Ehud Olmert ha encontrado en la dirigencia del titular de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas, y de su primer ministro, Salam Fayad, a un verdadero “partner” con el cual es posible y hasta imperioso negociar los términos de un acuerdo de paz definitivo. A siete años del fracaso de la cumbre de Camp David y del estallido de la segunda Intifada, las querellas en torno de los límites que separarían a Israel de un futuro Estado Palestino, incluida la partición de Jerusalén en dos capitales, y a una solución acordada respecto del derecho al retorno de los refugiados palestinos se deberán cristalizar en un “acuerdo de principios” de cara a la cumbre patrocinada por el presidente norteamericano, George W. Bush, y programada para el próximo mes de noviembre. Alguna demostración, aunque sea simbólica y poco representativa, de que Israel y los palestinos están encaminados a resolver el conflicto histórico entre ellos es lo que Bush demanda de sus respectivas dirigencias en calidad de aporte al afianzamiento de la coalición anti-Irán en el Medio Oriente.
Hasta ahora, los anuncios del gobierno israelí en favor de “renuncias significativas” (el eufemismo que éste emplea para referirse a la evacuación de asentamientos judíos en Cisjordania) en aras del compromiso negociador han sido tan vagos y tímidos que no han despertado serias protestas por parte de los sectores opuestos a cualquier tipo de “entrega” territorial. O es que, tal vez, han sido enterrados por sucesos más espectaculares y preocupantes que ocupan el escenario mediático local. Uno de ellos, el ataque con un cohete Qassam contra una base del ejército israelí ubicada al norte de Gaza, dejó un saldo de 69 soldados heridos. Con la protesta de los padres ante la falta de protección blindada para sus hijos enrolados en zonas de peligro inminente como trasfondo, la agresión puso en evidencia una vez más la ineficacia de la respuesta militar (utilizada en el pasado por Israel de manera recurrente y masiva) a una amenaza que sobrevuela sobre las poblaciones del suroeste del país hace ya seis años.
Desde junio de 2006, cuando el ejército llevó a cabo el último gran operativo en Gaza como represalia al secuestro del soldado Gilad Shalit, su presencia en este frente se ha reducido y, tras la última guerra del Líbano, se ha intensificado en el límite con Siria. En los últimos meses los fuerzas armadas israelíes han aumentado la profundidad de sus incursiones al interior de la Franja hasta tres kilómetros del límite con Israel. Pero su accionar ha sido relativamente reducido y no es permanente, sino más bien esporádico y focalizado. A partir del dominio absoluto de Hamas en Gaza, el premier Olmert optó por priorizar la estrategia de cierre y aislamiento que conducirían, tarde o temprano, al estrangulamiento económico. Algunos ministros, incluso, propusieron adoptar “sanciones colectivas” como el corte del suministro eléctrico, dependiente de una empresa israelí, a toda la población de la Franja.
Según varios especialistas en “seguridad nacional”, una clase de expertos muy requeridos por los medios locales, el “giro estratégico” ocurrirá cuando un cohete Qassam, por ejemplo, impacte contra un jardín de infantes en la localidad de Sderot, y el alto número de víctimas obligue al gobierno a ordenar una acción de reparación simbólica de grandes dimensiones.
En el otro extremo del ciclotímico mapa nacional, las relaciones con Siria se han recalentado considerablemente a raíz de un “incidente” que aún no ha sido dilucidado totalmente. El hecho fue denunciado días atrás por el gobierno sirio como una violación de la fuerza aéra de Israel a la soberanía aérea del país vecino, pero aún permanece oscurecido por el enigmático silencio que vienen guardando los repectivos gobiernos de los dos países. Tomando en cuenta que la censura sobre cuestiones de “seguridad estratégica” restringe a los medios informativos israelíes y sirios, la naturaleza y el objetivo de la presunta incursión aérea constituyen una caja negra que sólo fuentes extranjeras pueden descifrar.
Así, en efecto, según la cadena norteamericana CNN se trató de un ataque de la fuerza aérea de Israel contra un cargamento de armas localizado en el norte de Siria, proveniente de Irán y destinado al Hezbolá, en el Líbano. El diario The Washington Post, por su parte, sostuvo ayer que la misión secreta realizada por los aviones israelíes en Siria estuvo relacionada con el contrabando al territorio de ese país de equipamiento nuclear proveniente de Corea del Norte, que estaría colaborando con los sirios en el desarrollo de armamento atómico.
Sea como fuere, el gobierno de Bashar al Assad declaró que Damasco se reserva el derecho de replicar la “agresión” en el momento y de la forma que le parezca más adecuados. En Israel, en tanto, se conjetura que la respuesta siria no tendrá la forma de una guerra directa, para la cual difícilmente el vecino del norte esté preparado, sino que será un golpe que, en el momento y en el lugar no previstos, asestarán a un objetivo israelí sus “brazos ejecutores” que actúan tanto en el Líbano (Hezbolá) como en Gaza (Hamas).
Con semejantes pronósticos del alta tensión, de poco sirven los abrazos entre Ehud Olmert y Mahmud Abbas luego de una conversación cordial sobre el “acuerdo de principios” en torno de una solución definitiva del conflicto más rutinario del mundo.
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