ALBERTO ILIEFF *.

“Una indefensión adquirida”

“Es claro que lo que padecen Betiana y Vanesa es un síndrome de indefensión adquirida que sufren quienes han sido sometidas a un castigo sistemático cada vez que han tenido una pulsión vital o una afirmación de la propia personalidad.” Quien define así la situación de las dos mujeres enjuiciadas es Alberto Ilieff, psicólogo, perito de la Defensoría General de San Isidro y ex director de la oficina de asistencia a la víctima de la provincia de Buenos Aires.

–¿Es esto lo que podría haber provocado que estas dos jóvenes hayan sido indiferentes al castigo que recibía su compañera o que hayan participado de él?

–Ellas relatan que fueron víctimas de los mismos castigos cuando intentaban salir, cuando se comunicaban con el afuera. Si una persona, cada vez que toma una conducta afirmativa es castigada aprende que para su subsistencia es mejor prolongar el sometimiento. Por eso ya ni buscan la libertad, porque esa libertad que sería una afirmación positiva es sinónimo de muerte. Y esto no es una suposición, es una realidad concreta. De hecho una de ellas, la que más se resistió, terminó engrillada en una cueva comiendo sus propias heces. Es una paradoja, pero sobrevivir puede ser sencillamente subsistir, sometiéndose.

–Pero también desarrollan cierta identificación con el agresor.

–Ese es un mecanismo muy primitivo que indica que si lográs parecerte a quien te agrede podrás ser aceptado y evitar el castigo. Así podría convertirse a una posición que no se considera de victimario pero sí de no víctima. Hay que entender que estas mujeres nacieron en la violencia, vivieron en la violencia y permanecieron por la fuerza en ese sistema. No es tan difícil de entender, cuando en la dictadura se pubicitaba que “El silencio es salud”, la sociedad aprendió a callar. Y la supervivencia tuvo su costo durante largos años.

* Psicólogo.

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ADRIANA DOMINGUEZ *.

“Hay responsabilidad estatal”

“Las ganancias son de los proxenetas, de las comunas, de los policías y de todos los recaudadores que otorgan permisos para que estos lugares existan y hacen la vista gorda a lo que pasa adentro”, dice Adriana Domínguez, de la Pastoral Penitenciaria de Córdoba y la Red No a la Trata, quien detectó el caso de Vanesa y Betiana en una de sus visitas habituales a la cárcel de mujeres de Villa María. En este penal, según el relevamiento de la Pastoral, de 23 mujeres detenidas ocho lo están por “promoción de prostitución”.

–¿Por qué considera que éste es un caso testigo?

–Porque estas chicas están siendo acusadas del mismo delito del que son víctimas. Esta es la historia de las cientos de mujeres desaparecidas que a diario se cuentan en nuestro país (en este momento se calcula que son más de 400), mujeres captadas con engaños o secuestradas, abusadas hasta disciplinarlas. Son chicas que sufren esta violencia desde que son menores, abandonadas por el Estado, que no persigue el delito de trata ni el proxenetismo, al contrario, lo avala con la indiferencia. Y ahora es el mismo Estado el que las enjuicia.

–¿Usted cree que en ningún caso las mujeres pueden participar como promotoras del negocio?

–Existen casos, pero en el caso de las mujeres tenemos una doble vulnerabilidad. Nadie se asusta de que una chica pobre, una “negrita”, sea prostituta, al contrario, se escucha habitualmente que es necesario. Para el debut de algunos adolescentes, para los empresarios que asisten a convenciones y quieren divertirse, para los que van a ferias rurales y pagan su hora de entretenimiento. ¿Alguien enjuicia estos hechos? Los que pagan por tener sexo con una menor, aun cuando no pregunten su edad, ¿tienen conciencia de que son abusadores? Claro que no, estas chicas están para servirlos y esta violencia es la que hay que revisar y en la que Vanesa y Betiana están atrapadas. Acá hay una absoluta responsabilidad del Estado.

* Red No a la Trata.