A pesar del lento acostumbramiento, los catamarqueños no pueden ocultar cierto asombro por la “ola” de suicidios en San Fernando del Valle de Catamarca: 17 en los últimos 67 días. Una cifra que amenazó con extenderse en el cierre de la campaña electoral. Los bomberos evitaron que una mujer se quemara a lo bonzo frente a la casa del gobernador para reclamar urgente atención médica para su hijo enfermo y que una joven pareja se tirara desde lo alto del edificio del Banco Nación para pedir el traspaso a la planta permanente del Hospital San Juan Bautista, donde cumplen tareas pero cobran con planes Jefas y Jefes de Hogar. “No tenemos ni para balas”, soltó un lugareño ante los periodistas. La reflexión iba acompañada de la estadística oficial: la mayoría de los suicidios fueron por ahorcamiento.

Catamarca no es de las provincias más favorecidas con el crecimiento de la economía nacional. El 50 por ciento de sus 350 mil habitantes está –medido por un índice regional– por debajo de la línea de pobreza y, de ellos, el 20 por ciento sumido en la indigencia. El desempleo sigue por encima de un dígito (11,4 por ciento de la Población Económicamente Activa), aunque afirman que es de los más bajos de su promedio histórico. La administración pública es la principal fuente de empleo, con más de 30 mil puestos de trabajo y otros 30 mil sobreviven con planes Jefas y Jefes.

Los trabajadores “autoconvocados” de la salud mantienen un quite de colaboración que tiene casi paralizados a todos los hospitales públicos, en demanda de mejoras salariales. Los docentes lanzaron un paro en reclamo de la equiparación con el mínimo salarial de los maestros nacionales. El gobierno provincial retrasó el comienzo de clases, pero la falta de solución prorrogaría la medida de fuerza después de las elecciones.

A pesar del panorama, nada hace pensar que hoy cambie de manos el gobierno de la provincia. Según las encuestas, Barrionuevo tampoco aparece como garantía para revertir la delicada situación de los catamarqueños.