Domingo, 14 de agosto de 2011 | Hoy
Sí, una pregunta para la Dra. Farías de algo que no me quedó claro. Entiendo cuando está el derecho del individuo a tomar decisiones sobre sí mismo. Si asumimos una situación hipotética en que está la eutanasia despenalizada, ¿qué ocurriría en las situaciones en que, o bien un adulto no dejó expresada su decisión de morir en caso de que tuviera una determinada situación y no puede tomar la decisión?, ¿y qué ocurre en el caso de un menor? ¿Cuál es la opinión frente al papel que toman los familiares, el papel que toma el Estado? Eso no me quedó claro.
Dos situaciones distintas. En principio creo que habría que trabajar en la educación del adulto para que tuviéramos más conciencia de poder dejar directivas anticipadas. No habiendo directivas anticipadas..., tenemos que armarnos un criterio por el cual vamos a aceptar que se puede despenalizar un acto como este.
No habiendo directivas anticipadas, no habiendo juicios previos que permitieran deducir que esto es lo que la persona hubiera querido, no se debería aplicar, porque estaríamos en un caso de eutanasia involuntaria, lo cual es contradictorio en sí mismo. La eutanasia implica la voluntad del paciente, y si la eutanasia se sostiene en la autodeterminación, nosotros tenemos que contar con un documento que exprese qué era lo que la persona hubiera querido.
No habiendo conciencia yo creo que no debería aplicarse. En el caso de los menores, no estando conscientes, yo creo que tampoco. Además eso restringiría la patria potestad, del mismo modo que los papás testigos de Jehová no pueden decidir que sus hijos no sean trasfundidos, sino que el Estado protege su derecho a la vida. Pero en el caso de los menores conscientes, tendría también que discutirse cuál es el límite en que esta ley tendría alcances.
En Holanda la ley comenzó con un tope de los 16 años en adelante. Después se bajó el tope a los 12 años, porque los niños también se enferman, los niños también sufren, los niños también claudican. Más allá de que se les haya suministrado todo. Creo que hay un punto que cuesta reconocer, es la renuncia omnipotente: hay algo que yo puedo hacer por el otro y una vez que hice todo, ¿si el otro igual no quiere? Qué trabajo, qué duro, qué difícil es aceptar que el otro quiere algo distinto... Y que no hay manera de consolarlo con lo que yo querría darle...
Y creo que esto es lo más difícil de la libertad. ¿Que podemos pensar incluso que está equivocado? Y sí, puede estar equivocado, pero ¿vamos a condenar y prohibir todos los actos que suponemos equivocados? Bueno, prohibamos el matrimonio y de entrada, porque nos hemos casado muchas veces y mal.
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