“Desgraciadamente nuestro defensor, nuestro abogado, ya se nos fue también. Hace poquito, hace un mes. Era un tipo muy constante, un hombre muy cumplidor.” Después de la frase, Antonio Olivera hace silencio en recuerdo del abogado León “Toto” Zimerman, un personaje entrañable que fue quien hizo popular la expresión “gatillo fácil”, para graficar la metodología que muchas veces aplican las policías, sobre todo en el área metropolitana. “Con Zimerman hemos golpeado muchas puertas. Algunas nos atendieron y otras no. En la Plaza de Mayo (se refiere a la Casa de Gobierno) nos veían hasta en la sopa. (Raúl) Alfonsín nos atendió más o menos, pero (Carlos) Menem nunca nos dio ni cinco de bola.” Olivera dice que la muerte de Toto Zimerman “es algo terrible para nosotros, pero se debe haber muerto contento, porque pudo ver a (Juan Ramón) Balmaceda preso. Era uno de sus deseos más grandes”. “Me gustaría volver a ir al barrio, estar con los familiares, caminar casa por casa, organizar un gran quilombo, pero no voy a poder estar para los 20 años de Budge.” Sergio Cherco Smietniansky, abogado de Correpi Sur, fue quien le transmitió a Página/12 una de las últimas frases que dijo Zimerman, cuando ya estaba internado. Toto falleció el martes 6 de marzo pasado. Cuando hablaba de los casos de violencia familiar, Zimerman siempre rechazaba la idea, alimentada muchas veces desde las cúpulas policiales y desde el poder político, de que los crímenes que cometen los uniformados son “excesos” o arrebatos “de algún loco que lleva arma”. Zimerman fue en 1992 uno de los fundadores de Correpi. En los últimos tiempos había creado, junto con otros compañeros, Correpi Sur y había participado en forma activa en la Multisectorial Chau Pozo, que logró el cierre del centro clandestino de detención de la dictadura conocido como el Pozo de Banfield. En 1987, en pleno revuelo por el Caso Budge, a Toto le quemaron un auto viejo que tenía. Como todo comentario dijo: “Y bueno, siempre quise tener un Renault Fuego...”