Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › FRAGMENTO DE UN LIBRO EN CONSTRUCCION DEL COLECTIVO EL PUENTE
Una mujer mira con asombro una proyección en la pantalla de cine. Lo que para el resto es una película, para Rita Pretti es la caída de los velos. Reconoce en la mirada de los torturadores de La noche de los lápices los mismos ojos de su padre. Para ella no hay ficción, sólo una continua realidad. Intuye, lo sabe positivamente, que la función no habrá terminado cuando esté fuera de la sala. Y así sucede. Totalmente conmovida, camina por las calles de una ciudad que la devora. En su cabeza resuena una y otra vez la carta con que se presenta: “Soy la hija de un torturador”, y busca tomar distancia de ese linaje que le pesa. No sólo en las miradas, también en los actos confesados por su padre como una manera de hacerla cómplice, reconoce un nuevo horizonte en donde nada quedará oculto. Y es justamente desde ese horizonte que vislumbra reafirmar su identidad, una manera de no “ser la heredera de todo este horror” con el que carga el apellido de su padre. Otra forma de nombrarse cobra relieve para Rita. Sabe que optar por el cambio de identidad no es ocultar su origen y así disolverse en el colectivo social ni que su caso es meramente jurídico, sino también político. En esa elección, en ese pasaje de Pretti a Vagliatti deja una marca con la que resistir a su padre y a su pesada herencia. Nuevas preguntas se generan en la sociedad, como una manera de intentar entender las pesadas consecuencias que se produjeron en los hijos de los represores.
Suele afirmarse que la tragedia clásica se funda en un conflicto familiar, en un giro inesperado con ese otro con el que formamos parte de una sangre en común. Edipo al descubrir quién es la madre de sus hijos, Antígona al cumplir el rito funerario sobre el cuerpo de su hermano. Sin embargo, los mitos no parecen explicar acabadamente lo que sucede en este caso. En la última reunión de diciembre de 2005 se afirma:
Ismael: A mí me parece que hay algo así como “la inversión de Antígona”, es decir que Rita, me parece, desentierra a Saracho (alias que usaba el comisario Milton Pretti en la represión ilegal). Hay otra inversión y es que se trata de su padre y no de su hermano.
Susana: Y entonces, ¿Edipo y Antígona?
Ismael: ...digo que en el caso de Rita, ¿qué pasa con el mito fundante de nuestra cultura?, ¿no hay que rescribirlo? ¿Se trata de usar, de invertir, de reformar los viejos mitos para entender de lo que hablamos o no hay mito con que explicar este hecho? Porque lo que hacemos no encaja, por algo la repercusión en Europa y América; no había pasado nunca que un hijo/a de algún genocida se hubiera desterrado de la identidad paterna. Hay una grieta, en medio de la sagrada familia, significación central si las hay, ¿no? Lo que hace Rita es enterrar a su papá y desenterrar al torturador impune de Saracho. ¿Se dan cuenta?
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