Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
Si bien El Puente se constituyó como grupo –ni terapéutico ni de derechos humanos pero sí político– a partir de 2005, cuando Rita Vagliati eligió el apellido que ahora lleva para sacudirse de su linaje al comisario fallecido conocido como Saracho, los cuatro integrantes de esta experiencia que acudieron a la entrevista con Página/12 no pueden dejar de advertir la frontera que significó la crisis de fines de 2001. Entre estos familiares o víctimas directas de la represión de la última dictadura hay psicólogos, docentes universitarios, estudiantes de la misma materia y hasta un plomero; pero cada uno desde su lugar insiste en que después de aquel estallido hubo palabras que empezaron a decirse y a escucharse como si el acuerdo social para salir a la calle hubiera servido para hacer estallar también ciertas apariencias. “Después de esa metáfora puesta en acto del ‘que se vayan todos’ es como que hubo una sensación colectiva de que ya no había nada que perder. Algo parecido a lo que sucede en la película La celebración (Thomas Vinterberg, 1998) en la que uno empieza a decir en voz alta su secreto y pasada la conmoción inicial lo sigue el resto de la familia. Creo que muchos hijos e hijas y ex esposas de represores empezaron a encontrar lugar para hablar después de ese momento. Y si no lo encontraban tampoco importaba mucho, ya se había perdido todo ¿qué más se podía perder?”, dice Liliana.
Por El Puente ya pasaron más de una decena de familiares de represores que encontraron escucha y sobre todo compañía para hacer denuncias y colaborar en investigaciones con Abuelas de Plaza de Mayo. Pero parte de la identidad del grupo es el tránsito y el boca en boca ayuda a renovar a sus integrantes. Con las primeras experiencias recopiladas están elaborando un libro colectivo (Gritos y susurros, ver aparte un fragmento), también una obra de teatro para repensar los mitos clásicos y se han presentado como colectivo en al menos dos congresos: el Congreso de Salud Mental que organizó la Universidad Madres de Plaza de Mayo –con el trabajo La desgarradura de un horizonte clausurado, sobre la experiencia de Rita Vagliati– y el V Encuentro sobre Genocidio con el trabajo Encuentros, desencuentros y rupturas entre familiares de desaparecidos y familiares de represores. ¿Territorios impensables? Notas sobre una práctica posible.
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