Domingo, 29 de octubre de 2006 | Hoy
Por José Pablo Feinmann
Qué cosa, levantar un muro. Los gringos deben tener mucho miedo. Porque supongamos que el Muro se convierte en una Meta, esas Metas que convocan a gente de todos lados, y viene gente de todos lados a ver si pueden alcanzar la Meta. ¿Cuál sería la Meta? La Meta sería saltar el Muro o sortear el Muro. Supongamos que se viene un alemán con una garrocha enorme y toda la locura a cuestas y dice: “Yo puedo saltar el Muro de los Gringos”. Y supongamos que al Muro le queda ese nombre: “El Muro de los Gringos”. Y todos se preguntan qué cosa quiere decir “gringos”. Y se hacen reportajes a los intelectuales y ante todo a Vargas Llosa, que fue el primero que escribió “gringos” en una nota que leí ayer o antes de ayer en el diario en que escribe Vargas Llosa, en Crónica, creo, o no, debe ser otro, porque Crónica me da mersa para Vargas Llosa, pero lo que importa es la nota, el mensaje es la nota, no el medio, y, en el caso de Vargas Llosa, el mensaje es Vargas Llosa, porque uno lee “Vargas Llosa” y ya sabe que la nota es medio facho-liberal, con hambre de Premio Nobel, pero ésta no parecía ser muy facho-liberal porque Vargas Llosa les decía “gringos” a los “gringos”, ¿se dan cuenta?, hay que atreverse, uno pensaba que, a los gringos, Vargas Llosa les diría Masters of Democracy and Free Market, pero no, en esta nota les dice “gringos”, cosa que da rencor latinoamericano, cosa que da, qué sé yo, Revolución Cubana o, sin más, Fidel Castro, que todo el tiempo dice cosas horribles de los gringos como “Gringos de mierda, cabrones imperialistas, go home”, aunque no sé si Fidel dice “go home”, creo que solamente dice “gringos cabrones” y lo otro, que no lo voy a repetir porque quiero que esta nota me salga fina, sin puteadas, porque la anterior que escribí en este estilo que se llama, sépanlo bien, escritura automática, la otra, decía, que se llamaba Pinturita, tenía muchas palabras de ésas a las que se les dice “malas”, y un amigo escritor (yo estoy lleno de amigos escritores porque soy escritor y un escritor tiene amigos escritores así como Moyano tiene amigos camioneros) me dijo, mi amigo escritor, me dijo que esa nota mía, Pinturita, abusaba del “coloquialismo de los sesenta”, yo me sentí mal porque tenía razón, mi cuento basaba su lenguaje (no me digan que esto, “lenguaje”, no da fino) en un cuento de, justamente, los sesenta, muy coloquial y de Rodolfo Walsh, que se llama Corso, y es un gran cuento, pese a eso que a mi amigo no le gusta, pese a ser puro coloquialismo de los sesenta, aunque se me dirá que Walsh escribía en los sesenta y ahí cundía el coloquialismo y él, como hombre de su tiempo, escribía en coloquialismo de los sesenta, y yo diré que un escritor, cuando es grande, se adelanta a su época o recrea el estilo de una época anterior con lo cual crea una vanguardia al revés, digamos una vanguardia hacia el pasado, cosa que termina siendo un gran hallazgo, pero yo venía hablando de otra cosa, venía hablando de la nota que sacó Vargas Llosa en Crónica, o en otra parte, y decía, en esa nota, que los “gringos” se equivocaban con esto del Muro, y uno piensa “si será facho esto del Muro que hasta Vargas Llosa está en contra y se pone en izquierdista latinoamericano y les dice ‘gringos’ a los ‘gringos’”, y ahí, ahora me acuerdo, empecé a hablar de Fidel Castro, pero antes yo venía hablando del alemán y su garrocha y su sueño demente: saltar el Muro de los Gringos y pasar al otro lado, el problema, creo yo, no es saltar el Muro, para mí, lo digo en serio, si viene un alemán, un alemán de esos alemanes que meten miedo, que son un tanque, que uno los ve y se asusta, se asusta y dice “llegó la Wehrmacht, rajemos”, un tipo pongamos como Oliver Kant, el arquero, o Khan o algo así, pero ya saben cuál digo: el arquero ése, el del Mundial, el que mató en el Mundial del 2002 y se quedó en el banco en el del 2006, ése, Oliver Nationalsozialismus, supongamos que viene Oliver, trae la garrocha bajo el brazo y dice “Voy a saltar el Muro de los Gringos” y toma carrera y apoya la garrocha y salta y se eleva y pasa, en efecto, al otro lado del Muro y queda hecho mierda cuando llega al piso, pero del otro lado, porque no es lo mismo hacerse mierda del lado mexicano que del lado gringo, o sea: que el tipo ganó, se salió con la suya y el ejemplo cunde y se vienen deportistas de todas partes, y se organiza un Gran Torneo de Salto con Garrocha para saltar el Muro de los Gringos, lo cual terminaría siendo una masacre, aunque a nosotros, que somos argentinos, nada de eso nos puede conmover, porque ningún argentino iría con una garrocha a hacer una boludez como ésa de saltar el Muro de los Gringos, porque acá tenemos gente sensata, gente que les diría a los supuestos osados que es muy inseguro saltar el Muro de los Gringos, que no hay seguridad ni garantía alguna en eso, y el encargado de decir eso sería el señor Juan Carlos Blumberg, de quien no tenía intenciones de hablar porque quería una nota de tono internacional, de ésas que saca Vargas Llosa en Crónica, que uno lo lee y dice “se las sabe todas, se da con lo mejor de lo mejor, siempre está yendo a una cena con Carmen Balcells o a buscar un premio de literatura o a dar las gracias a algún homenaje que le hacen los banqueros chinos o los financistas de Wall Street”, pero se ve que me vine para el lado del ser nacional, que se expresó, como todos saben, en las fragorosas jornadas de San Vicente, donde se pudo ver que del peronismo se podrá decir cualquier cosa, pero que aburrido no es, porque, digamos la verdad, ¿alguien imagina a la gente del ARI entreteniendo así al país entero?, honestamente: hay que decirlo, aquí, sin el peronismo, ni los diarios saldrían, ni noticias habría, en cambio con el peronismo, todos comen con el peronismo, y muchos se comieron, en San Vicente, una paliza de aquéllas, y los muchachos con los palos esos, la gente paga guita para ver Kill-Bill, esa de Tarantino con Uma Thurman, y los peronistas te dan Kill-Bill en vivo y en directo, con sangre de verdad, y no sólo con palos, con tiros también, porque ahí nomás un pirado se puso a tirar tiros para todos lados, y la gente de cualquier otro partido, los radicales digamos, ésos se rajaban todos y se acababa el espectáculo, en cambio los peronistas se quedaron y se siguieron amasijando sólo para dar espectáculo, para la tribuna, que es el país, y por el país los peronistas hacen todo, se estrujan, se escupen, se amasijan y todo, como si fuera poco, junto al féretro de Perón, y alguien me contó que Kirchner ordenó levantar el acto y alguien le preguntó: “¿Y con Perón qué hacemos?”, una pregunta descomunal porque tiene un contenido teórico de la gran puta, porque lo que la pregunta pregunta (esto me salió por tanta clase sobre Heidegger, se me mezclan los estilos, y bué), lo que la pregunta pregunta, decía, es ¿qué hacemos con la herencia de Perón?, o peor sería si la pregunta se transforma en una afirmación: “Los peronistas ya no sabemos qué hacer con Perón”, y si seguimos tirando de esta piola (que es fenomenal) podemos decir (ya que nadie negará que Perón es el peronismo) que “los peronistas ya no saben qué hacer con el peronismo”, lo cual es grave, porque el peronismo es la Argentina, cosa que todos habrán notado por el aspecto famélico que tiene el anti-peronismo, y si el peronismo es la Argentina, entonces el peronismo no sabe qué hacer con la Argentina, lo cual ya es más que grave, terrorífico, porque el famélico anti-peronismo tampoco sabe qué hacer con la Argentina salvo gritar “¡barbarie! ¡barbarie! ¡barbarie!” ante los sucesos desangelados de San Vicente, y si ni los peronistas ni los anti-peronistas saben qué hacer con el país estamos en manos de la más grande inseguridad que pueda ser imaginada, cosa que, adivinaron, nos lleva al ingeniero Blumberg, hombre curioso y digno del más detallado y fino de nuestros análisis, algo digno de Vargas Llosa y las páginas de Crónica, yo no sé qué piensan ustedes de Blumberg pero mi análisis va a ser fenomenológico, esta disciplina se caracteriza por “ir a las cosas mismas”, como dijo Husserl, gran bocho alemán, y no “ir a las cosas” como dijo el mínimo Ortega y Gasset que vino al mundo para que Grondona lo citara, pero vuelvo a Blumberg, vayamos “a las cosas mismas”, a él, ¿qué es lo que vemos de él?, para mí, si me permiten, en un, digamos, primer acercamiento, creo que le gustan las carpetas, ¿qué tiene Blumberg con las carpetas?, ¿por qué lleva tantas carpetas y hasta libros sujetos por alguno de sus brazos?, algo quiere decirnos, y lo que quiere decirnos, conjeturo, es que él, si no es la ley, es quien más se calienta por ella en este país, un hombre que lleva tantas carpetas a cuestas es un hombre preocupado, ocupado, obsesionado por las causas judiciales, y alguien obsesionado por las causas judiciales es alguien obsesionado por la justicia, de aquí que Blumberg aparezca siempre que la justicia o las instituciones de la democracia representativa al servicio de las cuales la justicia está, está en peligro, de aquí que Blumberg haya marchado a Misiones donde hoy el peronismo enfrenta a uno de sus más históricos adversarios: la Iglesia, y la Iglesia enfrenta al peronismo, representado en esta ocasión por un señor que no recuerdo o no sé cómo se llama pero sé que es un político de pelo en pecho porque quiere ser gobernador para siempre, y aquí mi amigo, el que me acusó de esa cosa tan fea: el “coloquialismo de los sesenta”, me dice: “no le podés reprochar a un político que quiera durar, si no quisiera durar no sería un político, ¿o no te acordás (sigue mi amigo) de esa cosa tan inteligente que dijo Régis Debray cuando le preguntaron qué diferencia había entre Fidel Castro y el Che Guevara y entonces Debray se lució y dijo “uno es un político, el otro es un mártir; el político quiere durar, el mártir quiere morir”, me dejó desconcertado mi amigo, qué frase ¿no?, nada que ver con esa mierda del coloquialismo de los sesenta, y entonces yo me dije “si Fidel, como político, quiere durar y el gobernador de Misiones también, entonces el gobernador de Misiones es castrista, como Vargas Llosa”, qué lo parió con Fidel, ¿sabrá del éxito que está teniendo?, y hacia allí fue Blumberg, hacia Misiones, él y todas sus carpetas, y el adversario del gobernador de Misiones, ¡ya sé cómo se llama!, se llama Rovira como Roviralta, es un cura que se llama Piña, como Felipe Piña, pero no es historiador, es cura, y dicen que Rovira juega para Bergoglio y Piña para Kirchner, o al revés, sí, al revés, y Blumberg no juega para nadie, todos se le acercan y le hacen arrumacos, y le dicen “¿no quiere jugar para mí, ingeniero?” y nada, Blumberg musa, ni una palabra dice, y sigue andando por ahí con sus cabellos blancos al viento y todos sus secretos están en sus carpetas, que, por ahora, nadie, salvo él, leyó, y, lo juro, a veces me asusto, porque a veces me pregunto, en medio de alguna pesadilla, en la helada quietud de la noche, me pregunto: ¿qué saldrá de esas carpetas el día que las abra?
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