Domingo, 29 de octubre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › LUIZ INACIO LULA DA SILVA HACE SU BALANCE HORAS ANTES DE LA SEGUNDA VUELTA
Hoy se decide la reelección en Brasil, después de la sorpresa de la buena votación de Alckmin. El presidente Lula confía en lograr un segundo mandato y recorre sus logros –menos hambre, más inversión social– y admite sus problemas –como los escándalos de corrupción–. Cuatro años más serán para bajar la desigualdad social.
Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
Luiz Inácio Lula da Silva desborda optimismo. A horas del ballottage en el que busca un segundo mandato y al que, según las encuestas, llega como favorito, el presidente brasileño hace un balance entusiastamente positivo de su gestión. Lula destaca especialmente lo social donde, afirma, la miseria fue reducida en un 19 por ciento. Relativiza las ganancias obtenidas por los banqueros en sus primeros cuatro años y admite haber vivido con “dolor” la salida de varios de sus ministros, por los escándalos de corrupción.
Lula sabe, después de 18 años como candidato, que las elecciones no se ganan en las vísperas, pero habla de un segundo mandato con la certeza de quien ya fue reelecto. Dice, por ejemplo, que “nuestro gobierno continuará poniendo énfasis en la integración sudamericana y el diálogo Sur-Sur”. En ninguna de sus declaraciones exclusivas a Página/12 alude por su nombre al candidato opositor, Geraldo Alckmin. A Fernando Henrique Cardoso, en cambio, lo cita con todas las letras, no para elogiarlo sino para apuntar las diferencias entre los dos gobiernos del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, 1994-2002) al que pertenece Alckmin, y el de su Partido de los Trabajadores (PT, 2003-2007).
En el último tramo de la campaña, el PT, según su presidente Marco Aurelio García, hizo una apuesta política riesgosa: promover un debate “nítido” entre izquierda y derecha. Lula defendió las empresas estatales como Petrobras y el Banco do Brasil, y cuestionó las privatizaciones de los años ’90, dos posiciones tan cuestionadas por los grandes medios como apoyadas por la opinión pública.
–¿Eso significa el fin del consenso neoliberal?
–Nunca hubo consenso en Brasil para los valores neoliberales. Hubo una gran hegemonía –especialmente en el gobierno anterior, el de Cardoso–, que felizmente hemos conseguido dejar atrás. Además la crisis de los valores neoliberales de hecho se constata en todo el mundo, debido a los perjuicios que causaron a los pueblos y a muchas naciones.
–¿Cuál fue su mayor frustración en estos cuatro años?
–Estamos satisfechos porque fueron muchos más los éxitos que los fracasos. Y cuando algo no funcionó como esperábamos en un primer momento, fue discutido internamente y con la sociedad, y lo corregimos y perfeccionamos las acciones políticas. Pero creo que el éxito de un gobierno no puede ser medido por la ausencia de problemas sino por la capacidad de extraer experiencias y superarlos. Es un aprendizaje doloroso. Enfrentamos, por ejemplo, crisis políticas e hicimos todo lo que era preciso: separamos de sus cargos a los supuestos responsables, determinamos que la Policía Federal y la CGU (órgano fiscalizador de la administración) investigaran y no colocamos obstáculos a otras instituciones como el Ministerio Público y el Congreso –a través de tres comisiones– también investigaran con total independencia. El gobierno, por su parte, continuó funcionando. Tanto fue así que los resultados están a la vista: mejoraron las condiciones económicas, la distribución de la renta, la inversión en educación, las obras de infraestructura. Ni un solo día dejé de cumplir rigurosamente mi agenda de gobierno por la crisis. Esa tal vez haya sido la mayor lección: la de que el mejor remedio cuando hay problemas es trabajar más duro. En cualquier área que se quiera comparar –economía, empleo, distribución de renta, políticas sociales, infraestructura, participación democrática de la sociedad, política externa, combate a la corrupción, seguridad– nuestro gobierno en menos de cuatro años hizo mucho más que el anterior en ocho.
–Si fuera reelecto, ¿daría continuidad a la política externa?
–Es preciso recordar que la integración del Mercosur nunca fue prioridad en los años del gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso, que es del mismo partido que mi adversario. Esa no fue y no será la política del PSDB. Nuestro gobierno, al contrario, continuará poniendo énfasis –como lo hemos hecho– en la integración sudamericana y el diálogo Sur-Sur, como forma de construir una correlación de fuerzas internacionales distinta que favorezca nuestra inserción soberana y competitiva en el mundo. Pero al mismo tiempo vamos a ampliar todavía más el acceso a los mercados europeo, norteamericano y asiático. Brasil mantiene con los países desarrollados una relación positiva y soberana y así continuará siendo. Pero tenemos que diversificar cada vez más nuestras relaciones, porque la dependencia no es amiga de la soberanía. Es importante afirmar que nuestra política externa no está movida por razones ideológicas, sino por la defensa del interés nacional, y por valores universales como el multilateralismo, la búsqueda de la paz, la defensa de los derechos humanos, la construcción de un orden económico y comercial más justo y el combate al hambre y la exclusión social, que condenan a una parte importante de la humanidad y que están en la raíz de fenómenos como el terrorismo y otras formas de intolerancia.
–En 2003 usted dijo que aspiraba a que todos los brasileños pudieran desayunar, almorzar, merendar y cenar. ¿Cumplió? ¿Con qué sueña ahora?
–Promover más desarrollo, más distribución de la renta y educación de calidad. En un segundo mandato vamos a dar mayor impulso al crecimiento económico y a la generación de empleos. Vamos a ampliar el mercado interno, las exportaciones y continuar con el combate a la exclusión social, la pobreza y la desigualdad mediante la erradicación del hambre y la expansión cada vez mayor de las políticas sociales. También continuaremos destinando importantes recursos a nuestras rigurosas políticas de seguridad pública y de combate al crimen organizado y la corrupción. El pueblo sabe que nuestro gobierno fue el primero que dio prioridad a las políticas sociales, las que tienen por objetivo reducir el hambre, distribuir renta y generar empleo. En apenas tres años los resultados son consistentes. Según datos recientes surgidos de una pesquisa de renta domiciliaria, redujimos en un 19,2 por ciento los índices de miseria social. En menos de cuatro años sacamos a más de siete millones de personas de esa situación. El índice Gini, que mide la desigualdad social, fue el menor de los últimos 29 años. Creamos la Bolsa Familia, que hoy es uno de los mayores y más eficientes programas de transferencia de renta del mundo. Entre 2002 y 2005 la Bolsa Familia tuvo un incremento de recursos del 152 por ciento. Fueron 14.000 millones de reales que destinamos a ese programa en 2005, que fueron distribuidos en el 99,9 por ciento de los 5600 municipios brasileños, beneficiando a más de 11 millones de familias, cerca de 45 millones de personas. También ampliamos, y mucho, el acceso al crédito mediante el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (Pronaf), que en nuestro gobierno se convirtió en un poderoso instrumento para estimular la permanencia en el campo del pequeño agricultor, con lo que se generó empleo y renta en las familias campesinas y se favoreció la superación de las desigualdades sociales. En 2002 ese programa estaba congelado en 2400 millones de reales y nuestro gobierno prácticamente lo triplicó en la cosecha 2004-2005, y todavía va a subir a nueve mil millones en el período 2005-2006.
–El viernes, en su cuarto debate con Alckmin, usted admitió que el crecimiento no era el deseado. Y cuando le dijeron que los bancos ganaron mucho dinero usted retrucó que los banqueros votan a su oponente. ¿Por qué no lo votarían a usted?
–Lo que dijimos a nuestro adversario durante el debate es que los banqueros son ingratos porque lo votan a él y no a nuestro programa. Los bancos no dejaron de tener ganancias durante nuestro gobierno, pero es verdad que por primera vez en 23 años las empresas productivas brasileñas ganaron más que los bancos. Y este es un dato altamente positivo. Otra novedad en Brasil, y esta es todavía más importante, es que hace muchos años que los trabajadores no ganaban lo que están ganando. Hacía muchos años que Brasil no conseguía acuerdos salariales por encima de la inflación, como nosotros lo hicimos. Además el salario mínimo actual tiene el mayor poder de compra de los últimos 26 años. La vida de la sociedad brasileña mejoró. Los brasileños, especialmente los más pobres, están comiendo más y teniendo más perspectivas.
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