Domingo, 6 de julio de 2014 | Hoy
DEPORTES › LA PATRIA TRANSPIRADA (24 PULGADAS, EN REPOSO)
Por Juan Sasturain
Cuando se ha perdido el rumbo o hay una variable imprevista o se siente la necesidad o se elige –simplemente– cambiar de dirección / de destino final, el moderno GPS avisa, con voz de gallega fastidiada: “Recalculando”. Ya es un lugar común entre los que solemos ironizar sobre el uso abusivo del moderno y extraordinario artefacto –analítica brújula sin agujita– que no es bueno / saludable derivar cómodamente cierto tipo de decisiones a terceros (del médico al Fondo Monetario Internacional) supuestamente neutros y más y mejor informados que el sujeto. Y vamos abusivamente más lejos: la ideología del GPS nos lleva a la peor dependencia: la que ingenua / soberbiamente no sabe que lo es. ¿Quién carga los múltiples GPS que saturan la vida personal y social en este globalizado contexto?
Futboleramente planteada la cuestión, en este Mundial, nos la pasamos –se lo pasa el conductor Sabella, digo– recalculando. No es que se haya modificado el destino final –que es ganar la Copa tras ganar los partidos previos– sino que ha tenido que ir modificando los modos / medios, los caminos, el itinerario mismo para llegar bien y triunfante, partido a partido, segmento a segmento, ante el cruce de dos variables: una, las pérdidas de calidad –en términos ajedrecísticos– como las lesiones de Agüero casi desde la casa y –ayer, dolorosamente– del flaco Di María; la otra, los avatares del resultado, el trámite de los partidos: y aquí, hasta ahora, Argentina no ha estado nunca corriendo de atrás en las cifras, siempre ha ido ganando o empatando; no tuvo que remontar.
El de ayer, partido feliz y ejemplar en muchos aspectos, nos da dos ejemplos de “recálculo” significativos. El principal se dio desde el inicio, con los cambios en la formación: Sabella ajustó bien el fondo y la cobertura del medio con la entrada de Demichelis y Biglia (Mascherano tuvo menos protagonismo, metros más atrás) y la pelota estuvo segura y circuló bien por largo rato (¿una hora?), con arrebatos de explosión. Se le puede atribuir, además, el mérito de no haber recalculado al Pipita, que tras tanta malaria despertó como augurábamos / deseábamos / necesitábamos y no sólo hizo el gol sino que estuvo activo y eficaz: la escapada con caño a Company y derechazo en el travesaño era para engrosar la flaca historia de Brasilia como lugar de sucesos memorables.
El segundo recálculo se dio promediando el segundo tiempo, cuando, tras un inicio ejemplar (los mejores minutos del Mundial), se vino el aluvión belga con centros frontales o sin desborde –mérito de las muy buenas coberturas argentinas–. Ahí, Sabella (o el equipo todo, solito) eligió aguantar en su campo y desdeñó la posesión de la pelota. Grande Garay y grandes todos en defensa. Pero los múltiples saques largos de Romero al frontón belga fueron un ejemplo de recálculo erróneo o por lo menos discutible: no iba por ahí la cosa, aunque la gallega del GPS insistiera desde el mezquino manual.
La cuestión es que acá estamos: justamente en semifinales, y en buena ley. Todos cumplieron hasta emocionarnos. Ahora habrá que recalcular nuestro emociómetro para aguantar lo que sigue. Qué bueno.
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