Jueves, 29 de junio de 2006 | Hoy
Por A. G.
La frase quedó grabada en la memoria luego de un partido que la Selección de Bielsa le ganó 1-0 a Bolivia por las Eliminatorias a Japón y Corea en el Monumental. Tras una defensa heroica durante 85 minutos, los bolivianos cayeron por un golazo de Gustavo López desde afuera del área y se fueron derrotados. Al otro día, en alguna de las agencias que informaban sobre las repercusiones del partido, apareció la frase en cuestión: “Jugamos como nunca, perdimos como siempre”. Era la síntesis perfecta que había encontrado un diario paceño para reflejar la actuación de su Selección. La frasecita volvió a surgir desde el sábado en boca de varios mexicanos, que la adoptaron como propia. Y ante el triunfalismo que mostraban los colegas españoles antes del partido ante Francia, sirvió casi como una chicana: “No se agranden que van a tener que titular ‘Jugamos como nunca, perdimos como siempre’”. No pudieron. “Jugamos tan mal que ni siquiera nos queda ese consuelo”, comentaba uno de los españoles en el ómnibus de prensa de regreso a la estación de Hannover.
Ya en el tren rumbo a Berlín tocó compartir el camarote con cinco españoles, todos con sus camisetas y sus bufandas. Eran tres muchachos y dos chicas, una de las cuales llevaba pintada la bandera en sus cachetes, pero ya descolorida por las lágrimas derramadas. Parecía un velorio, ninguno hablaba. Habrán pasado unos quince minutos, cero palabras. Hasta que el que llevaba la camiseta de Raúl preguntó: “¿Y tú qué piensas? ¿Por qué perdimos?”. No era fácil la respuesta. Decirle el pensamiento verdadero hubiese sido demasiado duro. Estaban destruidos, era como patearlos en el piso. Entonces, la contestación fue piadosa, como para salir del paso, intentando no agravar la herida. “Un poco de mala suerte, Zidane sigue siendo determinante, en el segundo gol el árbitro pitó una falta que no fue.” La interrupción no se hizo esperar. “Joder, que los periodistas son todos iguales”, saltó el que estaba enfrente, mientras apuntaba sus ojos a la credencial en el pecho. “Por años nos han hecho creer ese rollo. Pero ya no más.” Y entonces, llegó la cruda verdad: “¿Cómo decís vosotros? ¿Pechofríos?”. La simple inclinación de la cabeza alcanzó para que siguiera el monólogo. “Pues perdimos por pechofríos. Siempre lo mismo, que estamos para campeones y nos volvemos en cuartos.” La tentación de corregirlo (“esta vez fue en octavos”) fue grande, pero otra vez prevaleció la compasión. Entonces, la chica de las banderitas y las lágrimas, que hasta ahí no había emitido sonido, pronunció la frase mágica: “Jugamos peor que nunca y perdimos como siempre”.
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