Jueves, 29 de junio de 2006 | Hoy
Por Mariana Carbajal
“Es una cuestión de equidad para los hombres y mujeres pobres. La anticoncepción quirúrgica ya está legalizada para la gente que tiene plata y puede hacérsela en un servicio privado”, afirmó la médica epidemióloga Mabel Bianco, presidenta de la Fundación Estudios para la Investigación de la Mujer (FEIM), al analizar los alcances del proyecto aprobado anoche en la Cámara de Diputados. En una entrevista con Página/12, Bianco rebatió los argumentos eclesiásticos que sostienen que es una ley para disminuir la natalidad en los sectores pobres y los consideró “hipócritas”.
–¿Le sorprendió que se trate el tema en Diputados?
–Sí, mucho, porque hace varios años la diputada nacional Marta Milesi, de Río Negro, presentó un proyecto similar y después hubo otros, pero nunca se llegaban a discutir y quedaban cajoneados. La verdad es que no esperaba este debate y me alegro de que se haya dado. Cuando una mujer de clase media pide que le hagan una cesárea y paga un plus para que le liguen las trompas, nadie se entera. En esos casos no hay objeción de conciencia de los profesionales. No conozco ningún caso de un médico que se haya negado a hacerla en el sector privado por temor a una denuncia de mala praxis. En cambio, los pobres, especialmente las mujeres pobres, peregrinan por los hospitales públicos cuando quieren hacerse una ligadura tubaria y les piden una autorización judicial y a veces no se las dan, o se las dan y los médicos tampoco las quieren operar. Conozco la experiencia de una ONG de San Miguel que empezó a asesorar judicialmente a mujeres que querían ligarse las trompas y no consiguió que ningún juez les firmara un permiso.
–Si la ligadura de trompas está virtualmente legalizada en el sector privado, ¿por qué genera tantas resistencias la aprobación de una ley?
–Porque la población en general y la mayoría de los decisores políticos la visualizan como un método definitivo, que acaba con las posibilidades de reproducción de las mujeres, o de los hombres en el caso de la vasectomía. En realidad, no son métodos de esterilización. Los hombres o mujeres que se practican anticoncepción quirúrgica no pierden la capacidad reproductora. La cirugía no afecta la producción de espermatozoides ni de óvulos, lo que afecta es la posibilidad de que las células reproductivas se unan. Es decir, si se recanalizan (las trompas) o la persona operada se somete a un tratamiento de fertilización in vitro, no pierden la capacidad de reproducción. Este concepto no lo tiene todo el mundo muy claro. Por eso circulan tantos mitos como que los hombres que se sometan a una vasectomía pierden capacidad viril o se vuelven estériles.
–Hay controversia en torno de si se puede revertir o no una ligadura tubaria. ¿Es posible?
–La posibilidad de reversión existe, pero no es fácil ni simple de hacer en cualquier servicio hospitalario porque debe tener capacidad técnica para hacer una microcirugía. Es evidente que esa operación no se podrá hacer en todo el país. Tampoco es una técnica aplicable en todos los casos. Pero hay que tener en cuenta que el porcentaje de personas que se arrepiente de haberse hecho anticoncepción quirúrgica es muy bajo. En Río Negro ha habido dos casos en seis años. En el Hospital Alvarez, de la ciudad de Buenos Aires, no hubo ninguna arrepentida entre 150 mujeres a las que se les ligaron las trompas en los últimos dos años y medio.
–El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, consideró que el proyecto tiene como fin controlar la población de los países en vías de desarrollo...
–Es el razonamiento de sectores religiosos y a veces, incluso, de sectores progresistas de izquierda, como ocurrió en Brasil a mediados de los ’90, cuando se debatió la legalización de la anticoncepción quirúrgica. Objetaban el proyecto porque decían que iba a ser un elemento para controlar la reproducción de las mujeres negras, que son las más pobres en Brasil. Hasta que un grupo de investigadores de demografía, encabezados por la licenciada Elza Berqó –demógrafa reconocida internacionalmente– hizo un estudio sobre qué pasaba con las mujeres máspobres negras, y encontró que eran las que más abortos se hacían, y más riesgo corrían de perder la vida por los procedimientos caseros a los que apelaban para interrumpir un embarazo. Y ellas recurrían al aborto porque habían pedido que les ligaran las trompas y no les habían hecho la operación. Esa investigación fue muy importante porque rebatió los argumentos de la Iglesia Católica y le demostró a la izquierda brasileña que terminaba siendo funcional a los sectores religiosos en su oposición a la ley, que finalmente se aprobó.
–¿Por qué cada vez que está en juego la autonomía de las mujeres sobre su cuerpo las principales voces que se oponen son masculinas?
–Entienden la reproducción como un elemento político, piensan en políticas de población, piensan que el Estado tiene derecho a opinar sobre el número de hijos que tiene que tener cada persona. No respetan el derecho personalísimo de las personas, de las mujeres, a decidir sobre su reproducción. Ese es un derecho individual, no del Estado. Si quieren que tengan más hijos tendrán que aplicar políticas que incentiven la maternidad, como aumentar los subsidios por hijo nacido o el salario familiar. Pero no se pueden meter con la capacidad de decisión individual.
–Las mujeres que piden hacerse una ligadura en los hospitales han tenido ya muchos hijos...
–Y no quieren tener más. Son mujeres pobres, desesperadas. Por eso es tan hipócrita el argumento de quienes dicen que esta ley es para disminuir la natalidad en los sectores pobres. Esos sectores pobres, en la medida en que no pueden controlar su reproducción, recurren a abortos inseguros.
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