Jueves, 29 de junio de 2006 | Hoy
El presidente de Bolivia estará de visita unas pocas horas. Se reunirá con Kirchner en la Casa Rosada y luego compartirán un acto en Hurlingham. Firmarán el nuevo precio para el gas.
Por Martín Piqué
Acostumbrado al afecto de los campesinos del Altiplano y El Chapare, el presidente de Bolivia, Evo Morales, tendrá hoy una muestra del fervor argentino en el corazón del conurbano. Aunque al estilo desordenado de los locales habrá que sumar la presencia –posiblemente la mayoritaria– de la comunidad boliviana residente en el país. Será hoy a las 11 en Hurlingham, en un acto organizado hasta el último detalle desde la Rosada. El anfitrión, como ya hiciera con la chilena Michelle Bachelet en José C. Paz, volverá a ser el Presidente. Y allí podrá mostrar lo que más le gusta: el contacto directo con la gente. La presencia de Kirchner y Morales en un acto conjunto, donde se inaugurará un estadio cubierto, tendrá un significado especial para el Gobierno. Permitirá festejar el trabajoso acuerdo por el precio del gas –el precio convenido quedó en 5 dólares por millón de BTU (unidad térmica británica)– y avanzar en otras convergencias, como la eventual incorporación de Bolivia al Mercosur.
La visita de Morales durará unas horas. Llegará a las 9 al Aeroparque. De allí se irá directo a la Casa de Gobierno, donde será recibido por Kirchner y buena parte del gabinete. Tras los saludos protocolares de ocasión, el Presidente se reunirá a solas con Morales. Se prevé que en esa audiencia privada se analizarán los últimos detalles de la negociación por el precio del gas. Hasta ahora, la Argentina pagaba un precio de 3,5 dólares por millón de BTU. Tras el flamante acuerdo entre ambos presidentes, se pagarán 5 dólares. Para Bolivia, el arreglo implica un notorio beneficio para los ingresos fiscales: el 61 por ciento de las exportaciones a la Argentina corresponden a la venta de gas.
Visto desde el otro lado, el incremento del precio tiene su costo. La Argentina importa cada año 7,7 millones de metros cúbicos de gas boliviano. La diferencia, ya aclararon desde el Gobierno, no afectará al consumo domiciliario. Para Morales, la renegociación de los precios del gas era algo prioritario: lo había prometido en la campaña electoral. Lo mismo había hecho con la nacionalización de los hidrocarburos, una medida que concretó por decreto hace dos meses. Aquella decisión generó un durísimo cruce diplomático entre La Paz y Brasilia, ya que los principales intereses afectados por la nacionalización fueron los campos de Petrobras en territorio boliviano. La relación logró normalizarse porque Lula prefirió no hacerle caso al ala dura de su administración, que proponía recurrir a los foros internacionales, como el Ciadi.
Pero aunque el conflicto entre Bolivia y Brasil no siguió creciendo, tampoco se desactivó por completo. El gobierno de Lula aún no aceptó un aumento del precio del gas. En ese marco, el acuerdo entre Kirchner y Morales podría funcionar como un antecedente para los brasileños. Algunos de los funcionarios de la Cancillería que trabajan en el tema –como el canciller Jorge Taiana está de viaje, la cuestión quedó a cargo de los subsecretarios Leonardo Franco (Política Latinoamericana) y Marcelo Fuentes (Relaciones Institucionales)– saben que a Brasil el convenio entre Argentina y Bolivia no le cayó bien. “Cerrar el acuerdo con Evo implica un cierto conflicto con Brasil. Estamos cerrando un acuerdo por un precio al que los brasileños se oponen. Esto no es bien visto por ellos”, contó a Página/12 una fuente del Palacio San Martín.
La visita relámpago de Morales será acompañada con otros acuerdos, que van más allá de lo energético. Luego del protocolo, se firmarán convenios bilaterales sobre regulación inmigratoria e infraestructura en la zona fronteriza. Para preparar la estadía de Morales, hace una semana llegó una delegación desde Bolivia con la misión de preparar los acuerdos y redactar el documento conjunto que se leerá hoy. La comitiva está integrada por el vicecanciller Mauricio Dorfler y el viceministro de la Presidencia, Héctor Arce, a quienes se sumó el embajador de Bolivia en Buenos Aires, Roger Ortiz. “Hay una parte importante de la dirigencia boliviana que no quiere tener como único respaldo a Chávez y Fidel. Saben que eso los debilita en el marco internacional”, contó ayer un funcionario de la Cancillería.
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