–El único gol que mete con la Selección Argentina y coincide con los de Maradona.

–¡Sí, sin duda! Lo de Diego... Para nosotros lo era todo, aunque lo más lindo fue que el equipo se adaptó a Maradona y Maradona se adaptó al equipo. Porque Maradona, antes de estar con nosotros, también anduvo en otras selecciones, y no rindió de la manera en que lo hizo en México.

–Aunque no sea un record, marcó su único gol con Argentina en la final de México.

–Siempre hice goles, pero con la Selección marqué sólo una vez, ¡que no es poco! Fue en un tiro libre desde el costado, en una jugada que nosotros trabajábamos. El encargado de pegarle a la pelota era Burruchaga; le tenía que pegar con la parte interna del pie para que la pelota hiciera una comba... Lo que no pensaba el arquero Schumacher era que la pelota, a medida que iba entrando en el área, se iría abriendo. Lo único que tuve que hacer fue saltar y poner la cabeza.

–Era el minuto 22 y Argentina se ponía adelante en el marcador.

–¡Con Alemania enfrente uno nunca se puede confiar! Es un equipo que nunca, nunca cambia su forma de jugar. Así ellos vayan perdiendo 1-0, 2-0, siguen igual. Tienen un esquema, tienen un estilo y lo respetan a muerte. Hasta el punto, imagínese, que íbamos ganando por 2-0, nos empataron y en ningún momento se desesperaron. Cuando nos pusimos 3-2 en ningún momento se descontrolaron. Siguieron jugando de la misma manera.

–¿Qué se decían en la defensa cuando empató Rummenigge?

–Ves que estás ante Alemania, ¡que se acercan y que empatan! No podíamos creer lo que nos estaba sucediendo, nos habíamos preparado mentalmente, sabíamos que Alemania explotaba al máximo absolutamente todo... Fue cuando volvieron a florecer las ganas que tenía Argentina. Y afortunadamente, en un contragolpe, Burruchaga hizo el tercer gol. Bueno, medio gol es de Maradona, porque ¡qué pase le metió!

–Usted jugó lastimado.

–Tenía un golpe en el hombro derecho, y bueno, gran parte del segundo tiempo, después de un choque con Berthold, la jugué lesionado. Me hice un agujero en la camiseta con los dientes y por ahí calcé mi mano y así terminé el partido. En una final del mundo no querés salir de la cancha, querés continuar. Jamás se me cruzó por la cabeza abandonar.

–Beckenbauer también jugó de la misma manera la final de Inglaterra ’66.

–Me enteré después que el Kaiser había jugado con el brazo en cabestrillo. Pero uno no lo hace copiando a nadie, lo hacés pensando en que tenés que dar lo mejor para el equipo.

–¿Fue el partido más difícil?

–No, eso quedó para el de Inglaterra en cuartos. Para nosotros tenía algo extra, en lo futbolístico, y aunque nunca nos metimos en cuestiones políticas, lo que había ocurrido en 1982 con las Malvinas... Era muy especial.

–Fue un espectador de lujo del gol de Maradona.

–¿Qué puedo decir? No se puede describir con palabras.

–¿Cómo los adoctrinaba Bilardo?

–Me convocó a la Selección en cuanto asumió el cargo. Me conocía desde que tenía 17 años, cuando era el director técnico de Estudiantes. Sabía perfectamente lo que le podía rendir en el equipo. Lo mío era la concentración, la atención a los cruces, ordenar el equipo... Bilardo no quería sobresaltos.

–¿Nada de alfileres?

–... Eso se dice de Bilardo en otra época, pero tampoco lo creo. No, no, son leyendas urbanas de la década del ’60. Yo era muy pichón. Me cuesta creerlas, lo conozco bastante bien y ni se me cruza por la cabeza que eso sea cierto.

–El equipo era una incógnita.

–Nadie creía en nosotros, nos tuvimos que ir antes de lo previsto de Argentina porque se decía que el ministro de Deporte quería echar a Bilardo. Nos fuimos con todas, todas, en contra. Hicimos ver a la gente que estaba equivocada.

–Se lo recordaron cantando.

–¡Era un poco fuerte! La letra decía así: “¡Argentina va a salir campeón //Argentina va a salir campeón// se lo dedicamos a todos// la reputa madre que los reparió!”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.