El desánimo empezaba a generalizarse ayer en el departamento colombiano de Guaviare, donde se esperaba fuera liberada Ingrid Betancourt. “Lamentablemente no hay nada. Hay voluntad del gobierno y de los franceses, pero mientras no exista voluntad de las FARC no hay nada que hacer. Mientras ellos no den coordenadas ni hagan contactos con el Comité Internacional de la Cruz Roja, con la Iglesia Católica, Piedad Córdoba o con el presidente Hugo Chávez, no hay nada”, aseguró, sin disimular su frustración el gobernador Oscar López.

En Colombia, nadie quiere hablar porque no hay nada bueno para decir. El avión-hospital que envió Francia esta semana sigue parado en el aeropuerto militar de Catam en Bogotá. El optimismo y las sonrisas que habían llegado con él ayer parecían haber

desaparecido. “Si se vinieron sin hacer ningún contacto es muy difícil que por el hecho de estar acá les abran la puerta. Desde Europa de pronto, y como es a nombre de un gobierno, pueden ilusionarse que con el solo hecho de venir acá y presionar un poco la guerrilla les va a abrir las puertas. Ya sabemos que eso no es así tan sencillo”, advirtió el obispo de San José del Guaviare, monseñor Guillermo Orozco.

Los pobladores del Guaviare saben cuando hablan de las FARC. La guerrilla tiene una fuerte presencia en la región, y especialmente en la ciudad. Allí es donde varios testigos dicen haber visto a Betancourt en las últimas semanas.

El único que salió a confirmar lo que todos intuían fue el esposo de la rehén. Juan Carlos Lecompte viajó a Colombia para intentar ayudar en la mediación entre los franceses y la guerrilla. Sin embargo, ayer reconoció que todavía no hay ninguna comunicación. “No hay un contacto con la guerrilla, que son los que la tienen y los que deberían autorizar a la misión humanitaria que la vaya a atender”, señaló.